Nunca había estado en el centro/este de Europa antes, en ninguna época del año. Estaba acostumbrado a ver la luz del Sol hasta las 7 u 8 PM, dependiendo de si el horario era de invierno o verano. En Cracovia, la noche caía muy, muy temprano. A las 4 PM ya se estaba en completa oscuridad.
Vaya visión: los tres mosqueteros hechos polvo, durmiendo en la misma cama. Como buen amigo que era, me ofrecí a dormir en centro del sillón-cama. Parece que no tuve problemas para empezar a dormir, pero si para levantarme. Marlon no estaba mejor que yo, debido a la marcha de la pasada noche. Estaba desentrenado. Nuestro objetivo ese fin de semana era volver a ponerlo en forma, y de algún modo u otro lo conseguiríamos.
Ya era tarde para hacernos la comida, así que decidimos, junto al Pachorra Team, ir afuera a comer. Era la primera vez que en mucho tiempo que hacíamos algo todos juntos tan temprano, ya que sólo salíamos de marcha. Nuestra rutina debía dar un giro pronto, o nos consumiríamos.
Fuimos a comer al Pod Wawelem, un restaurante cerca del castillo de Wawel. La comida que ofrecía ese sitio era, en su mayoría, carnes y parrilladas de todo tipo. Por cinco euros podías pedirte un gran filetaco de pechuga empanada y guarnición de papas. Estaba bastante bien, la verdad. Tuvimos una comida muy entretenida, empezando por los famosos pepinillos agrios. Me sorprende que siendo tan suyo con la comida, Marlon haya aceptado a probar uno. Se arrepintió más adelante, por supuesto.
La tarde transcurrió sin pena ni gloria, ya que el Pachorra Team debía hacer la compra. Después de salir del centro comercial, me fuí a la residencia. Me urgía una ducha de agua caliente. No sé por qué no llevaba ropa y toallas a la casa de esta gente. Me ahorraría muchos problemas.
Me fui y vine tan rápido como pude. Mis compañeros estaban viendo el partido del Barcelona, así que me uní a ellos. El plan para esa noche era quedar con Yarilo y sus "amigas". Cuando un colega te dice "vamos a quedar con unas polacas" no le dices que no. A eso de las 10 PM salimos hacia el Banialuka, uno de nuestros bares por excelencia para beber cervezas a 1 euro.
De camino a allí nos encontramos con Ángel. Nos desmotivamos al llegar al lugar, pues estaba muy petado. No solíamos hacerlo, pero por aquel entonces decidimos darle una oportunidad a uno de los repartidores de publicidad que pasaba por ahí, y nos fuimos a un bar de su recomendación.
¿Habéis tenido alguna vez la sensación de entrar en un lugar y haber pensado "dónde coño había estado este lugar todo este tiempo"?. Descripción gráfica de la situación: por cada 2 polacos, habían 8 polacas, frutos del amor entre un dios y una modelo. "Como se lo cuentes a tus colegas de la resi te mato, ¿me oyes?", me dijo Ángel a tono de broma... o no. A modo de proteger el lugar y mi vida, lo denominaremos a partir de ahora como "El Fleje".
El Fleje era un pub en un subterráneo, como todos los pubs aquí en Cracovia. El ambiente de ese lugar te envolvía, y te obligaba a no querer salir nunca: cervezas de 5 zlotys, buena música y roturas de cuellos por doquier. Pocas veces habíamos visto tal cantidad de mujeres por metro cuadrado. Una bendición nos había caído del cielo.
Bebimos y bailamos. Lo estábamos pasando realmente bien. Al rato llegaron los demás, pero nosotros estábamos a nuestro rollo. La guinda de la noche se la llevó Marlon al bailar su primer Gangnam Style aquí en Cracovia... la primera vez siempre es muy bonito. Después de la número veinte, pierde su magia, pero no deja de motivarte bailarla.
No recuerdo el motivo por el cual acabamos marchándonos de ese lugar, pero bueno, lo bonito siempre acaba por desaparecer. Mis colegas de la resi habían ido al Carpe Diem 2, así que les hice una visita en solitario e intenté reclutarlos para nuestro siguiente destino: el Louisa.
Era la primera vez que entraba en ese lugar. "Un pub como otro cualquiera", pensé mientras bajaba las escaleras. Nada más entrar, fui derecho al baño. Allí encontré a Marlon y a mi colega cumpleañero del Pachorra Team. Los demás se habían esfumado, sin dejar rastro.
El resto de mi estancia en el Louisa se limitó a estar en las puertas del baño. Era épico ver cómo Marlon hablaba de fútbol, en inglés, con un polaco. Los idiomas se le mezclaban, y soltaba algún que otro insulto en español. "La magia del fútbol, que une países enteros", pensé.
Yo me dediqué a hablar con un polaco/canadiense muy interesante. "What?¿?¿?, you don't know Robin Scherbatsky?¿?¿?", le dijo Marlon en un ataque de histeria. Sin comentarios.
Ese hombre estudió en Cracovia y luego vivió 14 años en Canadá, trabajando. Tenía un negocio de muebles. Cobraba 700 dólares al día... ¡al día!. He de decir que me cautivó sólo con esa frase. Después de amontonar una fortuna, vendió su negocio. Ahora, con 30 y pico años, tiene 4 pisos en Cracovia, de los cuáles 3 los tiene para alquiler... su misión en la vida: vivirla. "¿Qué haces cuando tienes toda tu vida bien colocada?", pensé. Un gran sujeto, sin duda... cualquier persona que me invite a una cerveza tiene mi respeto.
Al ratazo, salimos de ese lugar para volver a la Kitsch. Poco puedo contar de nuestra estancia allí. Lagunas mentales por doquier. Instalaron una tarima en medio de la pista de baile. Todos estaban como locos, bailando ahí arriba. Jodida locura.
"Esta noche no puede desvariar más", pensé. Me despedí de Marlon y mis compañeros y me fui a la residencia. Aún nos quedaba un día más. Un día para morir otra vez. La visita de nuestro compañero nos estaba saliendo cara para el cuerpo... pero desde luego, valía la pena cada minuto. A lo lejos, en el horizonte, ya se divisaba: el Domingo.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
martes, 27 de noviembre de 2012
Patinaje sobre hielo
"¿Quieres ir a patinar sobre hielo?", me dijo mi vecino, Dani, nada más salir de mi habitación. Era cierto que hacía tiempo que quería ir a patinar. No tenía soltura con los patines de ruedas y ya quería meterme de lleno en el frío mundo de las cuchillas y el hielo. Pensé que mi condición monetaria me impediría asistir a tal evento, pero por suerte tenía compañeros en la resi dispuesto a correr con los gastos (no era caro, para nada... pero a final de mes siempre andaba corto de dinero, así que eventos así, para mí, son un lujo). Jodidamente adorables, sí señor.
A las 6 PM salimos derechos a la pista de patinaje. Cada vez me sitúo mejor geográficamente aquí en Cracovia, ya que era capaz de reconocer los lugares por los cuáles la guagua circulaba. Sabría llegar de nuevo a ese lugar después de haberlo visitado sólo una vez.
El lugar era nada más y nada menos que un estadio de hockey. Recordé que, anteriormente, parte del Pachorra Team había ido a ver partidos de hockey. Me pregunté si sería el mismo lugar dónde vieron dicho partido.
La entrada valía unos dos euros. Con el descuento de grupo se te quedaba en un euro y medio.Una vez pagamos todos (ejem...), nos dirigimos a los vestuarios. Si no disponías de tus propios patines, podías alquilar unos de tu talla por otros dos euros. Sencillamente sublime.
Pensé que caminar con esos patines de cuchillas sería muy difícil, pero nada que ver. Las cuchillas eran más gordas de los que me esperaba. Podía mantener el equilibrio perfectamente. Dejamos nuestras cosas en la taquilla, cogimos las entradas, y entramos.
El sitio me pareció enorme, aunque no lo era tanto. Una gran pista de hielo nos esperaba. Los que ya tenían experiencia ya estaban a varios metros de distancia. Pisé la pista y... madre mía.
Nunca había sentido tal necesidad de agarrarme a algo firme. No podía ni mantenerme recto. Más de una vez me vi en el suelo, pero salí del paso. Éramos unos cuatro o cinco personas atascadas en la entrada. Los novatos solían moverse (o lo intentaban) agarrados del borde. Yo no iba a ser menos.
Iba a velocidad de tortuga. No conseguía deslizarme, no entendía que pasaba. Por suerte, varios compañeros míos se pusieron a mi altura e intentaron darme un curso avanzado. "No hagas fuerzas con las piernas, no intentes pisar el suelo", me aconsejaron. ¿Qué cojones?. ¿Más de veinte años creyendo que para moverme tenía que pisar el suelo y ahora me pedían que no lo hiciera?. Mi confusión se elevaba por momentos.
Me resultó increíblemente difícil pillar el concepto. Relajar los pies y dejarse llevar. Si hacía fuerza, el patín salía volando, y yo detrás de él. Dani intentó ayudar empujando mientras yo me dedicaba a concentrarme en mis pies. El resultado fue una aparatosa caída. Mi culo en el suelo y nuestras cabezas chocándose. Ningún herido, por suerte.
Me costó un tiempo hasta que finalmente pude separarme del borde. Era un andar torpe, pero ya casi cogía velocidad. Qué sensación. En mi mente repetía los consejos que había recopilado de mis compañeros: "no pises fuerte, deslízate, no te inclines hacia atrás, flexiona las piernas...".
Lo pasamos todos muy bien. Alguna que otra caída y muchas risas. Para cuando por fin pensé que daría más de dos vueltas seguidas a la pista, se acabó el tiempo. Más de una hora y poco pasaron volando. Lamenté mucho no poder seguir practicando.
Me preguntó por qué significó tanto para mí esta experiencia. Incluso en Las Palmas, en invierno, solían abrir pistas de hielo artificiales para el que quisiera pasar un buen rato, pero nunca me interesó. ¿La magia del Erasmus, tal vez?. Lamentaré mucho no sentir lo mismo una vez vuelva a mi hogar.
A las 6 PM salimos derechos a la pista de patinaje. Cada vez me sitúo mejor geográficamente aquí en Cracovia, ya que era capaz de reconocer los lugares por los cuáles la guagua circulaba. Sabría llegar de nuevo a ese lugar después de haberlo visitado sólo una vez.
El lugar era nada más y nada menos que un estadio de hockey. Recordé que, anteriormente, parte del Pachorra Team había ido a ver partidos de hockey. Me pregunté si sería el mismo lugar dónde vieron dicho partido.
La entrada valía unos dos euros. Con el descuento de grupo se te quedaba en un euro y medio.Una vez pagamos todos (ejem...), nos dirigimos a los vestuarios. Si no disponías de tus propios patines, podías alquilar unos de tu talla por otros dos euros. Sencillamente sublime.
Pensé que caminar con esos patines de cuchillas sería muy difícil, pero nada que ver. Las cuchillas eran más gordas de los que me esperaba. Podía mantener el equilibrio perfectamente. Dejamos nuestras cosas en la taquilla, cogimos las entradas, y entramos.
El sitio me pareció enorme, aunque no lo era tanto. Una gran pista de hielo nos esperaba. Los que ya tenían experiencia ya estaban a varios metros de distancia. Pisé la pista y... madre mía.
Nunca había sentido tal necesidad de agarrarme a algo firme. No podía ni mantenerme recto. Más de una vez me vi en el suelo, pero salí del paso. Éramos unos cuatro o cinco personas atascadas en la entrada. Los novatos solían moverse (o lo intentaban) agarrados del borde. Yo no iba a ser menos.
Iba a velocidad de tortuga. No conseguía deslizarme, no entendía que pasaba. Por suerte, varios compañeros míos se pusieron a mi altura e intentaron darme un curso avanzado. "No hagas fuerzas con las piernas, no intentes pisar el suelo", me aconsejaron. ¿Qué cojones?. ¿Más de veinte años creyendo que para moverme tenía que pisar el suelo y ahora me pedían que no lo hiciera?. Mi confusión se elevaba por momentos.
Me resultó increíblemente difícil pillar el concepto. Relajar los pies y dejarse llevar. Si hacía fuerza, el patín salía volando, y yo detrás de él. Dani intentó ayudar empujando mientras yo me dedicaba a concentrarme en mis pies. El resultado fue una aparatosa caída. Mi culo en el suelo y nuestras cabezas chocándose. Ningún herido, por suerte.
Me costó un tiempo hasta que finalmente pude separarme del borde. Era un andar torpe, pero ya casi cogía velocidad. Qué sensación. En mi mente repetía los consejos que había recopilado de mis compañeros: "no pises fuerte, deslízate, no te inclines hacia atrás, flexiona las piernas...".
Lo pasamos todos muy bien. Alguna que otra caída y muchas risas. Para cuando por fin pensé que daría más de dos vueltas seguidas a la pista, se acabó el tiempo. Más de una hora y poco pasaron volando. Lamenté mucho no poder seguir practicando.
Me preguntó por qué significó tanto para mí esta experiencia. Incluso en Las Palmas, en invierno, solían abrir pistas de hielo artificiales para el que quisiera pasar un buen rato, pero nunca me interesó. ¿La magia del Erasmus, tal vez?. Lamentaré mucho no sentir lo mismo una vez vuelva a mi hogar.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
El fin de semana que no vimos la luz del Sol: parte 1
No daba crédito a lo que veían mis ojos. El Pachorra Team estaba cenando en la cocina, como de costumbre. Pero mis ojos no se posaron sobre ellos. Nunca pensé que me alegraría tanto ver de nuevo esa camisa de la Unión Deportiva Las Palmas, esa sonrisa que parece decir "soy un cabrón y me gusta"... Marlon estaba ahí, comiéndose una pizza tan, tranquilo.
¿Qué cojones?. ¿Cómo?. ¿Cuándo?. Habían pasado dos meses desde que lo vi por última vez, despidiéndose de nosotros en el aeropuerto de Las Palmas. Una eternidad, que de repente, se tornó en un instante.
La noche transcurrió entre carcajadas y buenos momentos. No tardaron en llegar Ángel y Juanda a la fiesta. Al menos siete canarios reunidos esa noche en un piso de Cracovia. La cosa no podía pintar mejor: cartas, música canaria, historias y risas... tener a mi lado a uno de mis mejores amigos me llenaba de júbilo. Tanto así, que no noté el escándalo que estábamos formando. No tardaron en echarnos la bronca por la bulla que estábamos causando.
No importaba. La fiesta en el piso había acabado. Era hora de recorrer las calles al estilo polaco. Íbamos a enseñar a nuestro argentino-canario-alemán preferido de que pasta estábamos hechos.
Desobediencia civil y más risas fueron nuestras parejas en las calles. Hubo un momento en que nos quedamos Marlon, el cumpleañero, y yo, solos. Me pareció entonces una buena idea llamar a nuestros amigos de Canarias, y reírnos un rato. Que mejor forma de sacar una sonrisa a tus seres queridos que viendo como te llama tu colega desde Polonia y pensar "¿Qué cojones?". Fue un momento muy bonito y entrañable.
Marlon y yo entramos al Carpe Diem 2 a mear. así que volvimos a separarnos de los demás. Ninguno sabríamos decir donde fuimos después esa noche, pero sí sabíamos donde la terminamos: en la Kiscth.
Una cola enorme nos separaba a los ya reunidos canariones de la entrada de dicha discoteca. No recuerdo cuánto tiempo esperamos, pero conseguimos entrar. El lugar estaba abarrotado. No encontrábamos por ningún lado el guardarropa, así que nos amarramos los chaquetones a la cintura, y a la pista de baile.
La Kiscth no tenía nada que las otras discotecas no tuvieran ya. ¿Qué la hacía especial entonces?: sus horarios. Mientras que otras discotecas abrían a las 11 PM y cerraban a las 4 AM, la Kiscth abría a las 6 PM y seguía abierta hasta las 7 AM. Todo un descubrimiento, sin duda... luego nos enteramos que también era una discoteca de "ambiente", pero ya llegaremos a eso.
La noche pasó en un suspiro. Bailamos mucho, vimos a muchos conocidos ahí dentro y seguimos bailando. Esa noche fue grandiosa, por muchas cosas.
Los tres mosqueteros, Marlon, el cumpleañero y yo, marchamos al piso a las 7 AM. El frío esa mañana era considerable, mucho más que de costumbre. Entre otras anécdotas, pudimos ver cómo un polaco casi le parte la boca a Marlon. Muy gracioso: "Do you want to fight with me?. Come on, try me!", le dijo el susodicho.
Los polacos tienen fama de ser peleones. Ellos mismos lo dicen. En Polonia, es una práctica normal el pelearse unos con otros en plena calle. Adoran pelear. Puedes ver a un cirujano y a un arquitecto dándose de ostias. Todo muy cordial y civilizado. Lamentablemente, sólo en Cracovia puedes ver a algunos usar armas. Los llamados Hooligans, la oveja negra del país. Cualquier polaco debidamente en sus cabales se avergüenza de ese hecho. Locos hay en todos lados, ¿no?.
Intentamos ignorarlo y nos salpicamos de ahí. Entre más risas (todo era risa y felicidad ese fin de semana) y casi coger una pulmonía, llegamos al piso y nos echamos a dormir. El primer día con Marlon había concluido.
¿Qué cojones?. ¿Cómo?. ¿Cuándo?. Habían pasado dos meses desde que lo vi por última vez, despidiéndose de nosotros en el aeropuerto de Las Palmas. Una eternidad, que de repente, se tornó en un instante.
La noche transcurrió entre carcajadas y buenos momentos. No tardaron en llegar Ángel y Juanda a la fiesta. Al menos siete canarios reunidos esa noche en un piso de Cracovia. La cosa no podía pintar mejor: cartas, música canaria, historias y risas... tener a mi lado a uno de mis mejores amigos me llenaba de júbilo. Tanto así, que no noté el escándalo que estábamos formando. No tardaron en echarnos la bronca por la bulla que estábamos causando.
No importaba. La fiesta en el piso había acabado. Era hora de recorrer las calles al estilo polaco. Íbamos a enseñar a nuestro argentino-canario-alemán preferido de que pasta estábamos hechos.
Desobediencia civil y más risas fueron nuestras parejas en las calles. Hubo un momento en que nos quedamos Marlon, el cumpleañero, y yo, solos. Me pareció entonces una buena idea llamar a nuestros amigos de Canarias, y reírnos un rato. Que mejor forma de sacar una sonrisa a tus seres queridos que viendo como te llama tu colega desde Polonia y pensar "¿Qué cojones?". Fue un momento muy bonito y entrañable.
Marlon y yo entramos al Carpe Diem 2 a mear. así que volvimos a separarnos de los demás. Ninguno sabríamos decir donde fuimos después esa noche, pero sí sabíamos donde la terminamos: en la Kiscth.
Una cola enorme nos separaba a los ya reunidos canariones de la entrada de dicha discoteca. No recuerdo cuánto tiempo esperamos, pero conseguimos entrar. El lugar estaba abarrotado. No encontrábamos por ningún lado el guardarropa, así que nos amarramos los chaquetones a la cintura, y a la pista de baile.
La Kiscth no tenía nada que las otras discotecas no tuvieran ya. ¿Qué la hacía especial entonces?: sus horarios. Mientras que otras discotecas abrían a las 11 PM y cerraban a las 4 AM, la Kiscth abría a las 6 PM y seguía abierta hasta las 7 AM. Todo un descubrimiento, sin duda... luego nos enteramos que también era una discoteca de "ambiente", pero ya llegaremos a eso.
La noche pasó en un suspiro. Bailamos mucho, vimos a muchos conocidos ahí dentro y seguimos bailando. Esa noche fue grandiosa, por muchas cosas.
Los tres mosqueteros, Marlon, el cumpleañero y yo, marchamos al piso a las 7 AM. El frío esa mañana era considerable, mucho más que de costumbre. Entre otras anécdotas, pudimos ver cómo un polaco casi le parte la boca a Marlon. Muy gracioso: "Do you want to fight with me?. Come on, try me!", le dijo el susodicho.
Los polacos tienen fama de ser peleones. Ellos mismos lo dicen. En Polonia, es una práctica normal el pelearse unos con otros en plena calle. Adoran pelear. Puedes ver a un cirujano y a un arquitecto dándose de ostias. Todo muy cordial y civilizado. Lamentablemente, sólo en Cracovia puedes ver a algunos usar armas. Los llamados Hooligans, la oveja negra del país. Cualquier polaco debidamente en sus cabales se avergüenza de ese hecho. Locos hay en todos lados, ¿no?.
Intentamos ignorarlo y nos salpicamos de ahí. Entre más risas (todo era risa y felicidad ese fin de semana) y casi coger una pulmonía, llegamos al piso y nos echamos a dormir. El primer día con Marlon había concluido.
martes, 20 de noviembre de 2012
Día 68
Desde que llegué a Cracovia, había estado viviendo la vida a tope. No había tenido tiempo ni para pensar en mi situación actual. Lo había pasado fenomenal, eso sí. Pero dejarse llevar a la larga pasa factura.
Mi situación económica no es mala. Mi familia me ayuda enormemente, y es suficiente para vivir el mes sin que me falte de nada. Tengo un hogar, comida, dinero para transporte... administrarse el dinero no es fácil, pero se consigue llevar a cabo. No puedo hacer viajes de dos días para visitar otras ciudades y países, pero no es algo que me disturbe. Lo acabaré haciendo, cuando llegase el momento.
Mi días se tornaron más tranquilos: iba a clase, volvía a la residencia, pasaba el día mirando apuntes, tareas del hogar rutinarias, salía luego a dar una vuelta... incluso pasaba las tardes en casa de mis colegas viendo series y películas. No se nos quitaba la costumbre de estar un domingo tirado en casa en frente del ordenador. Está feo, lo sabía, pero hacía falta un día así a la semana. Salir todos y cada uno de los días cansaba... aunque parecía que eso no era excusa para seguir haciéndolo.
La re-inauguración de la Kitsch, una discoteca muy famosa años anteriores aquí en Cracovia, nos amenazaba con seguir arrastrándonos a la fauces de la señora fiesta. Y eso no era todo: coincidía con el cumpleaños del benjamín del Pachorra Team. Ese fin de semana iba a ser legendario... pero no sabría cuánto.
Decidimos ir al piso de mis colegas a beber unas birras, antes de salir de marcha. A regalo de cumpleaños, había comprado una botella de vodka. Algo sencillo, que auguraba una noche de muerte y destrucción. Abrí la puerta, dejé la chaqueta en el recibidor... y ahí estaba: el inicio del fin de semana sin ver la luz del Sol.
Mi situación económica no es mala. Mi familia me ayuda enormemente, y es suficiente para vivir el mes sin que me falte de nada. Tengo un hogar, comida, dinero para transporte... administrarse el dinero no es fácil, pero se consigue llevar a cabo. No puedo hacer viajes de dos días para visitar otras ciudades y países, pero no es algo que me disturbe. Lo acabaré haciendo, cuando llegase el momento.
Mi días se tornaron más tranquilos: iba a clase, volvía a la residencia, pasaba el día mirando apuntes, tareas del hogar rutinarias, salía luego a dar una vuelta... incluso pasaba las tardes en casa de mis colegas viendo series y películas. No se nos quitaba la costumbre de estar un domingo tirado en casa en frente del ordenador. Está feo, lo sabía, pero hacía falta un día así a la semana. Salir todos y cada uno de los días cansaba... aunque parecía que eso no era excusa para seguir haciéndolo.
La re-inauguración de la Kitsch, una discoteca muy famosa años anteriores aquí en Cracovia, nos amenazaba con seguir arrastrándonos a la fauces de la señora fiesta. Y eso no era todo: coincidía con el cumpleaños del benjamín del Pachorra Team. Ese fin de semana iba a ser legendario... pero no sabría cuánto.
Decidimos ir al piso de mis colegas a beber unas birras, antes de salir de marcha. A regalo de cumpleaños, había comprado una botella de vodka. Algo sencillo, que auguraba una noche de muerte y destrucción. Abrí la puerta, dejé la chaqueta en el recibidor... y ahí estaba: el inicio del fin de semana sin ver la luz del Sol.
martes, 30 de octubre de 2012
Nieve
Eran casi las doce de la noche. Yo estaba tranquilito, chateando un rato en mi portátil y haciendo un poco de ocio por Internet. Las palabras que me dedicó un compañero al entrar a mi habitación cambiarían mi forma de ver éste país: "Jesua, que está nevando". Pensaba que me estaba vacilando. "Que te lo juro tío", repitió. Abrí las ventanas y ahí estaban: copos de nieves cayendo gentilmente desde el cielo. No daba crédito a mis ojos.
No sabría cómo describir mis sentimientos en ese preciso instante. "Así debe sentirse un niño pequeño en Navidad", pensé. Esa ilusión que teníamos todos de pequeños y que ya habíamos perdido al crecer, en unos instantes, la volví a sentir. Era mágico.
Con la excusa de ir a comprar tabaco, acompañé a dos de mis compañeras al 24 horas. Las calles se estaban llenando de montañitas de nieve acumulada. Los coches ya tenían dibujos de artistas anónimos que plasmaban sus nombres o dibujaban obscenidades. Nosotros no íbamos a ser menos.
El 24 horas se encontraba al lado de un parque muy extenso. A la vuelta, pasamos por ese parque. La nieve había caído lo suficiente como para poder coger un puñado y hacer bolas de nieves. Como si fuera nuestra obligación, nos lanzamos numerosas bolas de nieve unos a otros. Lo más divertido que he hecho nunca, sin duda. Salir de marcha y empezar una guerra de bolas de nieve sin venir a cuento sería nuestros pasatiempo favorito en los días venideros. La felicidad puede caer del cielo.
A la mañana siguiente, volví a asomarme por la ventana. El blanco predominaba por todo el paisaje. Blanco y más blanco. Había nevado toda la noche. Saqué los cereales, desayuné rápidamente y vestí mi ropa de invierno lo más rápido que pude. Recluté a un par de colegas de la resi y sin pensarlo dos veces, bajamos.
Ángeles en la nieve, una gran guerra de bolas... podría pasar todo el día jugando con esa esponjosa y helada agua congelada. Nunca había sentido el tacto de la nieve en mis manos. Daban ganas de comérsela... en serio, la tentación era enorme. Antes de hacer alguna estupidez, lancé una bola de nieve a mi próximo objetivo.
No podíamos finalizar el día sin construir un muñeco de nieve. Hacíamos una pequeña bola y luego, la rodábamos por toda la nieve. Era increíble como se adhería la nieve del suelo a la bola pequeña. Conseguimos hacer la base, el cuerpo y la cabeza. Pesaban un quintal, pero el resultado valió la pena: el muñeco de nieve alcohólico llamado Fabioski. Qué de fotos nos sacamos con él... lástima que tuviera una ínfima esperanza de vida. Se inclinaba hacia atrás cada vez más y más hasta que su columna no pudo soportarlo. Descansa en paz Fabioski, te echaremos de menos.
Pasé dos días de entero invierno. A la mañana del tercer día, volvió a salir el Sol, llegando a unas temperaturas de 10º. La nieve se derretía poco a poco, volviendo a ofrecer un paisaje semi-otoñal . Parecía que Cracovia quiso enseñarnos lo que nos depararía los próximos tres meses. "Preparaos, el invierno se acerca...", pensé.
Me esperaba un duro desafío. Recordé con nostalgia los días de verano en Las Canteras. El Sol tocando mi piel y el agua fría y salada. El perfecto equilibrio entre frío y calor. La felicidad por vivir nuevas experiencias y la tristeza por haber perdido mis viejas costumbres confundían mi estado de ánimo. Seguir adelante y no pensar demasiado. Era lo único que podía hacer.
martes, 23 de octubre de 2012
Día 40
Se acerca el invierno. En Las Palmas, no sabría decir si no existe el invierno o si no existe el otoño. 15º el lo más frío que podemos llegar a pasar. Aquí he podido ver las maravillas del otoño: las hojas caer, días marrones pero no tristes... aun así, no dejar de ser un tiempo muy caprichoso. Te levantas con 6º y sales de clase a mediodía con 30º. Completamente sin sentido.
Mis días habían pasado muy rápidos. En lo que respectaba a las clases, había empezado por fin el curso de polaco. Es un nivel A0, para sobrevivir aquí más o menos. "Hola, ¿cómo estás?" ó "Mi nombre es..." eran algunas de las frases que nos enseñaron para empezar. Todos nos quedamos con la frase "No entiendo polaco", por si en un futuro nos abordaba un polaco perdido. A parte de eso, las clases eran divertidas. Ya me sabía hasta los números (que ya podrían haberme enseñado nada más llegar a este condenado país). El alfabeto era infumable. La C, S y Z sonaban idénticamente iguales a mis oídos, pero se veía que no era así. La W se pronunciaba como una B, la ł, una especie de L con rayita en medio, se usaba para pronuncia la W... un despiporre.
Lo pasaba bien, dentro de mis posibilidades. Tenía comida suficiente para aguantar hasta final de mes, pero mis existencias monetarias eran escasas. Lo justo para sobrevivir. Tener el bono de guagua de verdad que te salvaba la vida en más de una ocasión. Puedo ir a donde se me antoje sin gastar un duro. Podía esperar hasta final de mes para volver a tener dinero en las arcas. Además, mis compañeros de la residencia eran muy majos. Me ayudaban en lo que podían. Nunca estaba apurado por nada.
Por otro lado, las noticias que recibimos respecto al fin de semana próximo eran desconcertantes: nieve. Iba a nevar dentro de muy poco. ¿Me engañaban mis oídos?. ¿Me despertaría el sábado, miraría por la ventana, y vería el paisaje todo blanco y nevado?. No podía estar más excitado. Nunca había visto la nieve. Un sueño que no pensé que viviría a menos que subiera en coche al Roque Nublo en Las Palmas. En una isla tan pequeña, cuando pasa algo de ese estilo, es casi imposible verlo sin encontrarte a media isla por el camino.
Iba a ser una experiencia memorable... mi sonrisa desapareció al caer en la cuenta de que no tenía botas de nieve. No me esperaba ver nieve tan pronto. Espero que mis dedos canarios se tornen vikingos de aquí a unas semanas. "La que me espera", pensé entre un suspiro.
Mis días habían pasado muy rápidos. En lo que respectaba a las clases, había empezado por fin el curso de polaco. Es un nivel A0, para sobrevivir aquí más o menos. "Hola, ¿cómo estás?" ó "Mi nombre es..." eran algunas de las frases que nos enseñaron para empezar. Todos nos quedamos con la frase "No entiendo polaco", por si en un futuro nos abordaba un polaco perdido. A parte de eso, las clases eran divertidas. Ya me sabía hasta los números (que ya podrían haberme enseñado nada más llegar a este condenado país). El alfabeto era infumable. La C, S y Z sonaban idénticamente iguales a mis oídos, pero se veía que no era así. La W se pronunciaba como una B, la ł, una especie de L con rayita en medio, se usaba para pronuncia la W... un despiporre.
Lo pasaba bien, dentro de mis posibilidades. Tenía comida suficiente para aguantar hasta final de mes, pero mis existencias monetarias eran escasas. Lo justo para sobrevivir. Tener el bono de guagua de verdad que te salvaba la vida en más de una ocasión. Puedo ir a donde se me antoje sin gastar un duro. Podía esperar hasta final de mes para volver a tener dinero en las arcas. Además, mis compañeros de la residencia eran muy majos. Me ayudaban en lo que podían. Nunca estaba apurado por nada.
Por otro lado, las noticias que recibimos respecto al fin de semana próximo eran desconcertantes: nieve. Iba a nevar dentro de muy poco. ¿Me engañaban mis oídos?. ¿Me despertaría el sábado, miraría por la ventana, y vería el paisaje todo blanco y nevado?. No podía estar más excitado. Nunca había visto la nieve. Un sueño que no pensé que viviría a menos que subiera en coche al Roque Nublo en Las Palmas. En una isla tan pequeña, cuando pasa algo de ese estilo, es casi imposible verlo sin encontrarte a media isla por el camino.
Iba a ser una experiencia memorable... mi sonrisa desapareció al caer en la cuenta de que no tenía botas de nieve. No me esperaba ver nieve tan pronto. Espero que mis dedos canarios se tornen vikingos de aquí a unas semanas. "La que me espera", pensé entre un suspiro.
jueves, 18 de octubre de 2012
El día más largo de mi vida
Eran las 7 AM. No podía creérmelo. La noche anterior había salido de marcha. La marcha más corta y desastrosa de la historia. Todos borrachos y contentos. Menos yo. Me tocó vigilar a una compañera que estaba muy muy borracha. "A special request for you", me dijeron mis amigos turcos... correcto. Me vengo de Erasmus y me toca ser responsable. Era lo último que quería en ese momento, pero no se deja atrás a una compañera.
La noche transcurrió enseguida para mi. Un viaje al baño y cuatro intentos fallidos de entrar al Coco. Había que vestir elegante, decían. ¿Qué demonios le pasaba a mi ropa?. No entendía nada. Hasta mis compañeros, tajados hasta la muerte, no tuvieron problemas para entrar. Ni que tuviera un abrigo hediondo. A las 2 AM ya estaba cogiendo la guagua de vuelta a la residencia. La noche fue una completa basura.
Mientras me duchaba, sólo podía pensar en lo poco que me valió la pena salir esa noche. Maldiciendo mi suerte y sin apenas tiempo, cogí la guagua de las 7 y media de vuelta al centro. Un atasco enorme se interponía entre mi primera clase de Ingeniería del Software y yo. El día empezaba bien.
El profesor al menos llegó puntual. Mi coordinador, el señor Mrozek, es un anciano de lo más afable y simpático. Pero hace falta algo más que simpatía para dar clase. Dios, que masque. El hombre parecía tener una papa en la boca. No se le entendía un carajo. Y las diapositivas en polaco. "Don't worry, I'll translate for you", dijo el profesor. Así se arreglan las cosas, sí señor.
Con el sueño que traía encima, mi mente se desplazaba continuamente hacia las nubes. Mis párpados pesaban toneladas y mi cabeza no paraba de balancearse. Cuando volví en sí, el profesor estaba hablando de cafés. ¿Cómo demonios pasó de hablar de la calidad de un software a recalcar lo baratos que están los cafés en la Galeria Krakowska?. "Éste viejo chochea eh...", comentó unas de mis compañeras de clase. Razón no le faltaba. La hora y media de clase restante se la pasó contestando al móvil entre diapositiva y diapositiva. Horrible.
Al finalizar, sin tiempo a pensar, me dirigí al apartamento del Pachorra Team. Era nuestra primera clase de Fundamentos de Sistemas Inteligentes. Se daba una vez al mes, así que nos convenía no llegar tarde. Obviamente, llegamos tarde igualmente.
La facultad donde se impartía esa clase estaba a tomar por culo. Dos tranvías nos costó llegar allí. Era poco tiempo de viaje, pero si te perdías, adiós clase. Menos mal que no era la primera clase de mis compañeros en esa facultad. Para cuando llegamos, el profesor ya había dado un cuarto de hora de clase. Ya eran las 11:15 AM.
Aquí volví a morir. Ya me costaba atender en una asignatura cuyos contenidos me eran familiares. El profesor, que pasó gran parte de su vida en Nottingham, hablaba en un perfecto inglés cosas que no me interesaban lo más mínimo. Sobre todo biología. Menuda introducción nos esperaba.
Tres horas pasaron hasta que por fin oímos algo que sí entendimos: "you have half and hour to have lunch". Correctísimo. Algunos entendieron hora y media en vez de media hora, pero el caso es que podíamos salir a respirar. Y lo que es más importante, comer. No había comido en todo el día, ni tomado un mísero café. Media hora era más que suficiente.
El Pachorra Team, acompañados por un compañero de mi residencia, fuimos a una especie de italiano, cerca de la facultad. El sitio tenía pinta de ser pijo, y caro, pero no teníamos tiempo para pensar. Sublimes pizzas y hamburguesas nos acompañaron en esa comida. Sin tiempo a pedirme ese ansiado café, volvimos a la clase.
¿En qué momento pasamos de la biología a las ecuaciones matemáticas y las aproximaciones?. ¿A buscar el máximo y el mínimo de una gráfica?. ¿Qué tenía eso de inteligencia artificial?. No entendía nada. Todos en clase fueron inteligentes y tenían un café en sus manos. Yo estaba que me caía por los suelos. Las tres horas siguientes se me harían eternas.
La conclusión que saqué de esa clase fue que tengo que entregar un trabajo el mes que viene. De algo que no tenía ni idea. Lo único en lo que podía pensar era en mi camita.
A las 17:40 PM llegué a mi hogar. Ni había terminado el día y ya estaba temiendo lo que llegaría a la noche. ¿Sería una marcha?. ¿Se meterían en mi cuarto los colegas de la resi para joderme?. Sólo el tiempo, acompañados de un sentimiento de pavor, lo dirían.
La noche transcurrió enseguida para mi. Un viaje al baño y cuatro intentos fallidos de entrar al Coco. Había que vestir elegante, decían. ¿Qué demonios le pasaba a mi ropa?. No entendía nada. Hasta mis compañeros, tajados hasta la muerte, no tuvieron problemas para entrar. Ni que tuviera un abrigo hediondo. A las 2 AM ya estaba cogiendo la guagua de vuelta a la residencia. La noche fue una completa basura.
Mientras me duchaba, sólo podía pensar en lo poco que me valió la pena salir esa noche. Maldiciendo mi suerte y sin apenas tiempo, cogí la guagua de las 7 y media de vuelta al centro. Un atasco enorme se interponía entre mi primera clase de Ingeniería del Software y yo. El día empezaba bien.
El profesor al menos llegó puntual. Mi coordinador, el señor Mrozek, es un anciano de lo más afable y simpático. Pero hace falta algo más que simpatía para dar clase. Dios, que masque. El hombre parecía tener una papa en la boca. No se le entendía un carajo. Y las diapositivas en polaco. "Don't worry, I'll translate for you", dijo el profesor. Así se arreglan las cosas, sí señor.
Con el sueño que traía encima, mi mente se desplazaba continuamente hacia las nubes. Mis párpados pesaban toneladas y mi cabeza no paraba de balancearse. Cuando volví en sí, el profesor estaba hablando de cafés. ¿Cómo demonios pasó de hablar de la calidad de un software a recalcar lo baratos que están los cafés en la Galeria Krakowska?. "Éste viejo chochea eh...", comentó unas de mis compañeras de clase. Razón no le faltaba. La hora y media de clase restante se la pasó contestando al móvil entre diapositiva y diapositiva. Horrible.
Al finalizar, sin tiempo a pensar, me dirigí al apartamento del Pachorra Team. Era nuestra primera clase de Fundamentos de Sistemas Inteligentes. Se daba una vez al mes, así que nos convenía no llegar tarde. Obviamente, llegamos tarde igualmente.
La facultad donde se impartía esa clase estaba a tomar por culo. Dos tranvías nos costó llegar allí. Era poco tiempo de viaje, pero si te perdías, adiós clase. Menos mal que no era la primera clase de mis compañeros en esa facultad. Para cuando llegamos, el profesor ya había dado un cuarto de hora de clase. Ya eran las 11:15 AM.
Aquí volví a morir. Ya me costaba atender en una asignatura cuyos contenidos me eran familiares. El profesor, que pasó gran parte de su vida en Nottingham, hablaba en un perfecto inglés cosas que no me interesaban lo más mínimo. Sobre todo biología. Menuda introducción nos esperaba.
Tres horas pasaron hasta que por fin oímos algo que sí entendimos: "you have half and hour to have lunch". Correctísimo. Algunos entendieron hora y media en vez de media hora, pero el caso es que podíamos salir a respirar. Y lo que es más importante, comer. No había comido en todo el día, ni tomado un mísero café. Media hora era más que suficiente.
El Pachorra Team, acompañados por un compañero de mi residencia, fuimos a una especie de italiano, cerca de la facultad. El sitio tenía pinta de ser pijo, y caro, pero no teníamos tiempo para pensar. Sublimes pizzas y hamburguesas nos acompañaron en esa comida. Sin tiempo a pedirme ese ansiado café, volvimos a la clase.
¿En qué momento pasamos de la biología a las ecuaciones matemáticas y las aproximaciones?. ¿A buscar el máximo y el mínimo de una gráfica?. ¿Qué tenía eso de inteligencia artificial?. No entendía nada. Todos en clase fueron inteligentes y tenían un café en sus manos. Yo estaba que me caía por los suelos. Las tres horas siguientes se me harían eternas.
La conclusión que saqué de esa clase fue que tengo que entregar un trabajo el mes que viene. De algo que no tenía ni idea. Lo único en lo que podía pensar era en mi camita.
A las 17:40 PM llegué a mi hogar. Ni había terminado el día y ya estaba temiendo lo que llegaría a la noche. ¿Sería una marcha?. ¿Se meterían en mi cuarto los colegas de la resi para joderme?. Sólo el tiempo, acompañados de un sentimiento de pavor, lo dirían.
miércoles, 17 de octubre de 2012
Día 34
Ya había pasado más de un mes desde mi llegada a Cracovia. Muchas cosas habían pasado. Muchas nuevas experiencias. Mucha gente nueva a la que conocer, y seguir conociendo. El tiempo pasó volando, rápido y veloz. Lo compararía con el vuelo de una paloma, pero al ver lo gordas y gansas que son las palomas aquí, a uno se le quitan las ganas de hacer una metáfora.
Ya había empezado mis clases. Los profesores solían ser muy simpáticos. Daban lo mejor de sí para que los entendieras. Las clases eran exclusivamente de Erasmus, así que el nivel era más bajo que las clases polacas. La asistencia, por ejemplo. Si un polaco falta tres veces a clase, está suspenso. Son muy estrictos en ese aspecto. Para nosotros, hay asignaturas a las que puedes faltar el 50% de las clases. Los profesores velan por nuestra "necesidad" de aprender y estudiar otros cursos. Esto es un cachondeo.
Aun así, no todo era de color de rosa. Tenía cinco asignaturas, pero sólo había asistido a tres. Me enteraba de que tenía clase o no por un correo electrónico la misma mañana que tenía la asignatura. Ya sea por enfermedad del profesor o por que la asignatura se de una vez al mes, la incertidumbre de no saber si ir a clase me estaba matando. Estaba acostumbrado a una rutina. A saber que iba a pasar a continuación. Esta vida universitaria aleatoria estresa bastante.
Respecto a mi vida cotidiana, no me podía quejar. Ya tenía mi bono de estudiante de guaguas, que me servía para todo tipo de transportes públicos, así que podía ir y venir a mi antojo. La nevera estaba llena de comida, ponía una lavadora de vez en cuando, limpiaba mi cuarto cuando las montañas de polvo eran visibles... iba a mi rollo, a mi ritmo.
Por no hablar de la vida nocturna. En Cracovia hay fiesta todos los días. Que no salgas sólo implica que no tienes dinero para llegar a final de mes. Y hay que estar muy jodido para decir eso. Con cinco euros sales toda la noche y llegas contento a casa. Desde luego, el ritmo de vida aquí no es sano... aunque esa novedad nunca te aburre.
Cada día descubría un sitio nuevo. Un pub latino, el Sol. Allí iba la gente a bailar salsa, bachata y demás bailes latinos. Una pista de baile modesta, pero si llegabas a cierta hora, se llenaba. Sin ir más lejos, mi colega Juan Daniel hizo de DJ en ese lugar. No me pregunté cómo lo había arreglado para que lo cogieran de pinchadiscos, ni tampoco cómo se puede hacer una bachata con Someone like you, de Adele. El lugar estaba bastante bien para llevarte a la piba a bailar. Lástima que mi habilidad para bailar de asco.
Otro día, los chicos turcos me llevaron a una tetería, a fumar una shisha, o cachimba, como prefiráis llamarlo. Tenías que atravesar un kebab para llegar al subterráneo donde se encontraba el lugar. El ambiente me recordó mucho a los cuentos de las 1000 y una noches. Música árabe y asientos en el suelo. Una cachimba para seis personas y una taza de té egipcio. Lo cierto es que me encantó la experiencia. Fue una de las pocas veces que en el grupo, los españoles éramos minoría. Mi inglés avanzó un poquito más ese día, y mi turco empezó a nacer. Sólo un poco. Me cuesta horrores recordar lo que me enseñaron mis compañeros.
¿Qué será lo que pase a continuación?. Sólo el tiempo lo dirá... aunque últimamente siento que se me escapa de entre mis dedos. Temo cerrar los ojos y, que al abrirlos, ya haya pasado otro mes.
Ya había empezado mis clases. Los profesores solían ser muy simpáticos. Daban lo mejor de sí para que los entendieras. Las clases eran exclusivamente de Erasmus, así que el nivel era más bajo que las clases polacas. La asistencia, por ejemplo. Si un polaco falta tres veces a clase, está suspenso. Son muy estrictos en ese aspecto. Para nosotros, hay asignaturas a las que puedes faltar el 50% de las clases. Los profesores velan por nuestra "necesidad" de aprender y estudiar otros cursos. Esto es un cachondeo.
Aun así, no todo era de color de rosa. Tenía cinco asignaturas, pero sólo había asistido a tres. Me enteraba de que tenía clase o no por un correo electrónico la misma mañana que tenía la asignatura. Ya sea por enfermedad del profesor o por que la asignatura se de una vez al mes, la incertidumbre de no saber si ir a clase me estaba matando. Estaba acostumbrado a una rutina. A saber que iba a pasar a continuación. Esta vida universitaria aleatoria estresa bastante.
Respecto a mi vida cotidiana, no me podía quejar. Ya tenía mi bono de estudiante de guaguas, que me servía para todo tipo de transportes públicos, así que podía ir y venir a mi antojo. La nevera estaba llena de comida, ponía una lavadora de vez en cuando, limpiaba mi cuarto cuando las montañas de polvo eran visibles... iba a mi rollo, a mi ritmo.
Por no hablar de la vida nocturna. En Cracovia hay fiesta todos los días. Que no salgas sólo implica que no tienes dinero para llegar a final de mes. Y hay que estar muy jodido para decir eso. Con cinco euros sales toda la noche y llegas contento a casa. Desde luego, el ritmo de vida aquí no es sano... aunque esa novedad nunca te aburre.
Cada día descubría un sitio nuevo. Un pub latino, el Sol. Allí iba la gente a bailar salsa, bachata y demás bailes latinos. Una pista de baile modesta, pero si llegabas a cierta hora, se llenaba. Sin ir más lejos, mi colega Juan Daniel hizo de DJ en ese lugar. No me pregunté cómo lo había arreglado para que lo cogieran de pinchadiscos, ni tampoco cómo se puede hacer una bachata con Someone like you, de Adele. El lugar estaba bastante bien para llevarte a la piba a bailar. Lástima que mi habilidad para bailar de asco.
Otro día, los chicos turcos me llevaron a una tetería, a fumar una shisha, o cachimba, como prefiráis llamarlo. Tenías que atravesar un kebab para llegar al subterráneo donde se encontraba el lugar. El ambiente me recordó mucho a los cuentos de las 1000 y una noches. Música árabe y asientos en el suelo. Una cachimba para seis personas y una taza de té egipcio. Lo cierto es que me encantó la experiencia. Fue una de las pocas veces que en el grupo, los españoles éramos minoría. Mi inglés avanzó un poquito más ese día, y mi turco empezó a nacer. Sólo un poco. Me cuesta horrores recordar lo que me enseñaron mis compañeros.
¿Qué será lo que pase a continuación?. Sólo el tiempo lo dirá... aunque últimamente siento que se me escapa de entre mis dedos. Temo cerrar los ojos y, que al abrirlos, ya haya pasado otro mes.
sábado, 13 de octubre de 2012
4 Kings
Es bien sabido que las fiestas en la residencia son una locura. No hay nada como vivir en tu propio piso y tener independencia total, pero el ambiente que ofrece una comunidad de más de treinta personas no lo encuentras en muchos sitios. Sobre todo si son todos jóvenes y alocados.
Las fiestas en la cocina son la atracción principal aquí. Hasta hacer el almuerzo es una fiesta aquí. 2 horas cocinando, 15 minutos comiendo, y otras 2 horas intentando lavar los platos. Hay quienes pasan y lo dejan para más tarde, pero si quieres tener un ambiente limpio y afable, más te vale poner de tu parte.
A partir de las 7 de la tarde, la gente se prepara para salir de marcha. Todos los días son así. Siempre hay algo que hacer aquí.
Entre una fiesta y otra, estábamos tardando en aprender como bebe la gente polaca. O al menos, los estudiantes de aquí. Un juego muy especial aparecía ante nosotros: 4 Kings.
Materiales: una baraja de Poker y un vaso de medio litro. Cada uno de los participantes se encarga de su propia bebida.
El vaso se coloca en el centro de la mesa, y las cartas se colocan boca abajo alrededor del vaso. Cada jugador, situado en círculo alrededor de la mesa, va cogiendo una carta por turnos. Cada carta tiene su significado. El juego acaba cuando se acaban las cartas de la mesa.
El as o el 1: todos beben. Todos los jugadores empiezan a beber. Hasta que el que sacó la carta no pare de beber, el de su derecha no puede parar. Y así sucesivamente. ¿Qué quiere decir ésto?. Que mientras más bebas del vaso, más tiempo harás que los demás beban. Es una de las cartas más difíciles, sin duda.
El dos: two is for you. Mandas a beber a alguien.
El tres: three is for me. Te toca beber a ti.
El cuatro: las chicas beben.
El cinco: el vikingo. Quien saque esta carta, tiene que levantar los dedos índices y ponérselos en la cabeza, como cuerno. Los demás, al verlo, tienen que remar. Es decir, hacer un movimiento haciendo como que remas. El último que lo haga, bebe. Puede parecer una tontería, pero luego de un par de tragos, las risas son insuperables.
El seis: los chicos beben.
El siete: hacia el cielo. El que saque el siete puede guardar esa carta hasta que aparezca el próximo siete. En cualquier momento de la partida puede señalar el dedo hacia el cielo. Cuando esto pase, los demás deben imitarlo. El último que lo haga, bebe.
El ocho: palabras con ritmo. El que saque la carta tiene que decir una palabra con un ritmo, en cualquier idioma. No tiene por qué tener sentido. El de su derecha tiene que decir otra, pero con el mismo ritmo. El que no diga una palabra con el mismo ritmo, bebe.
El nueve: baile. El que saque la carta tiene hacer un paso de baile. No tiene por qué ser complicado, puede ser un movimiento con las manos. El de su derecha tiene que repetir ese movimiento y añadir otro más, y así sucesivamente. El que falle, bebe. Nadie puede hacer más de 4 movimientos seguidos.
El diez: categoría. El que saca la carta dice una categoría, por ejemplo: animales. Empieza diciendo el nombre de un animal. Gato, por ejemplo. El de su derecha tiene que decir otro, y así sucesivamente. Ya sabemos que pasa si fallas.
El Jack o la J: la regla. El jugador que la saque puede poner la regla que se le antoje. Si se quebranta esa regla, se tiene que beber. Por ejemplo: sólo se puede beber con la mano izquierda. Parece una tontería, pero es más difícil de lo que parece.
La Reina o la Q: la pregunta. El jugador puede tener esta carta hasta que salga la próxima Q. En cualquier momento del juego, puede hacer una pregunta a cualquier jugador. Si el jugador al que se pregunta responde con coherencia, tiene que beber. Por ejemplo:
El Rey o la K: la guinda de este juego. El jugador que saque el rey, tiene que depositar todo el contenido de su vaso en el que está en la mesa. Lo mismo para el que saque el segundo y el tercer rey. El que saque el cuarto, está obligado a beberse el contenido del vaso de medio litro de un trago. Con tantas personas bebiendo tantas cosas diferentes, a saber el contenido final del susodicho. Muerte y destrucción.
Estilo polaco, sin duda. Lejos quedan los días en el que "Yo nunca he..." era el juego de moda. Estos polacos...
Las fiestas en la cocina son la atracción principal aquí. Hasta hacer el almuerzo es una fiesta aquí. 2 horas cocinando, 15 minutos comiendo, y otras 2 horas intentando lavar los platos. Hay quienes pasan y lo dejan para más tarde, pero si quieres tener un ambiente limpio y afable, más te vale poner de tu parte.
A partir de las 7 de la tarde, la gente se prepara para salir de marcha. Todos los días son así. Siempre hay algo que hacer aquí.
Entre una fiesta y otra, estábamos tardando en aprender como bebe la gente polaca. O al menos, los estudiantes de aquí. Un juego muy especial aparecía ante nosotros: 4 Kings.
Materiales: una baraja de Poker y un vaso de medio litro. Cada uno de los participantes se encarga de su propia bebida.
El vaso se coloca en el centro de la mesa, y las cartas se colocan boca abajo alrededor del vaso. Cada jugador, situado en círculo alrededor de la mesa, va cogiendo una carta por turnos. Cada carta tiene su significado. El juego acaba cuando se acaban las cartas de la mesa.
El as o el 1: todos beben. Todos los jugadores empiezan a beber. Hasta que el que sacó la carta no pare de beber, el de su derecha no puede parar. Y así sucesivamente. ¿Qué quiere decir ésto?. Que mientras más bebas del vaso, más tiempo harás que los demás beban. Es una de las cartas más difíciles, sin duda.
El dos: two is for you. Mandas a beber a alguien.
El tres: three is for me. Te toca beber a ti.
El cuatro: las chicas beben.
El cinco: el vikingo. Quien saque esta carta, tiene que levantar los dedos índices y ponérselos en la cabeza, como cuerno. Los demás, al verlo, tienen que remar. Es decir, hacer un movimiento haciendo como que remas. El último que lo haga, bebe. Puede parecer una tontería, pero luego de un par de tragos, las risas son insuperables.
El seis: los chicos beben.
El siete: hacia el cielo. El que saque el siete puede guardar esa carta hasta que aparezca el próximo siete. En cualquier momento de la partida puede señalar el dedo hacia el cielo. Cuando esto pase, los demás deben imitarlo. El último que lo haga, bebe.
El ocho: palabras con ritmo. El que saque la carta tiene que decir una palabra con un ritmo, en cualquier idioma. No tiene por qué tener sentido. El de su derecha tiene que decir otra, pero con el mismo ritmo. El que no diga una palabra con el mismo ritmo, bebe.
El nueve: baile. El que saque la carta tiene hacer un paso de baile. No tiene por qué ser complicado, puede ser un movimiento con las manos. El de su derecha tiene que repetir ese movimiento y añadir otro más, y así sucesivamente. El que falle, bebe. Nadie puede hacer más de 4 movimientos seguidos.
El diez: categoría. El que saca la carta dice una categoría, por ejemplo: animales. Empieza diciendo el nombre de un animal. Gato, por ejemplo. El de su derecha tiene que decir otro, y así sucesivamente. Ya sabemos que pasa si fallas.
El Jack o la J: la regla. El jugador que la saque puede poner la regla que se le antoje. Si se quebranta esa regla, se tiene que beber. Por ejemplo: sólo se puede beber con la mano izquierda. Parece una tontería, pero es más difícil de lo que parece.
La Reina o la Q: la pregunta. El jugador puede tener esta carta hasta que salga la próxima Q. En cualquier momento del juego, puede hacer una pregunta a cualquier jugador. Si el jugador al que se pregunta responde con coherencia, tiene que beber. Por ejemplo:
-¿Cómo te llamas?.
-Jesua.
Tengo que beber.
-¿Cómo te llamas?.
-Las 12 y cuarto.
Me salvo
El Rey o la K: la guinda de este juego. El jugador que saque el rey, tiene que depositar todo el contenido de su vaso en el que está en la mesa. Lo mismo para el que saque el segundo y el tercer rey. El que saque el cuarto, está obligado a beberse el contenido del vaso de medio litro de un trago. Con tantas personas bebiendo tantas cosas diferentes, a saber el contenido final del susodicho. Muerte y destrucción.
Estilo polaco, sin duda. Lejos quedan los días en el que "Yo nunca he..." era el juego de moda. Estos polacos...
jueves, 11 de octubre de 2012
Movida
Intento fallido por dar clase. Era mi primer día, y estaba entusiasmado. Tenía que pagar la tarjeta de estudiante, pero no me importaba. Por fin iba a tener algo que hacer. Estudiar me parecía en ese momento algo fascinante y desconocido. Mes y pico más de vacaciones no estaba resultando tan agradable como creía.
"¡Españoles!", grité al llegar al aula 202. Mi compañero y yo estábamos perdidísimos, y al ver caras conocidas mi primera reacción fue abrazarlos. Ese día apenas había dormido. Que los domingos haya marcha con cerveza barata iba a pasarme factura a la larga.
El profesor de redes, Szymon Lukasik, hizo acto de presencia. Tenía pinta de ser muy joven, y además era simpático. "Sorry, but the classroom is not available right now... we won't have class today", dijo. Cachis en la mar salada...
Tendría que esperar dos días más para dar mi primera clase. Los estudios se están haciendo de rogar, pero bueno. Tenía otras preocupaciones, tales como hacer la compra y comer. Ir por la vida con pasta y arroz en el estómago no podía sentarme bien... pero el tiempo aquí pasa volando, y entre una guagua y otra, se me hizo de noche. Otro problema más que añadir a la bolsa de tareas pendientes.
Necesitaba relajarme. A pesar de que no había dormido apenas, quería pasar el rato con mis compañeros de residencia. El plan de ese día era el karaoke. Un karaoke, si señor. No había ido a uno desde mis dieciocho o diecinueve años... y mi repertorio de canciones se había ampliado desde entonces.
Tiramos para el centro, cerca del bar inglés donde solemos ver el fútbol. El nombre del lugar no pudo hacerme más gracia: Movida. La fiesta estaba patrocinada por Kakao, así que tendríamos suculentos descuentos durante toda la noche, además de unos chupitos gratis de bienvenida. Qué bien nos cuidaba esta gente.
El sitio era pequeño. Un pasillo donde se encontraba el bar y al final, una sala mediana para fumadores, donde también se encontraba el karaoke. Me senté al lado de un compañero mientras veía la lista de canciones: Marron 5, Cold Play, Phill Collins, The Beatles, Rammstein, Guns and Roses... hasta My heart will go on, de Celine Dion. Me iba a poner las botas.
La gente cantaba cada una de las canciones. No había necesidad de micrófono. Cantar, beber y reir. Mis noches de los lunes están ocupadas a partir de ahora.
La canción estrella: Gangnam Style, de Psy. Yo en el micro, en frente, y con mi propio coro atrás. Ese koreano mueve masas, y en Polonia no íbamos a ser menos. Qué grandioso.
La noche acabó con muchos del grupo algo cambados, cuidando unos de otros. Unos polacos nos acosaron, pero nada que no pasara en Las Palmas un día de marcha.
Un sublime kebab me acompañó de camino a casa. Los días que empiezan mal sólo pueden subir, hacia el cielo. Qué movida de noche.
"¡Españoles!", grité al llegar al aula 202. Mi compañero y yo estábamos perdidísimos, y al ver caras conocidas mi primera reacción fue abrazarlos. Ese día apenas había dormido. Que los domingos haya marcha con cerveza barata iba a pasarme factura a la larga.
El profesor de redes, Szymon Lukasik, hizo acto de presencia. Tenía pinta de ser muy joven, y además era simpático. "Sorry, but the classroom is not available right now... we won't have class today", dijo. Cachis en la mar salada...
Tendría que esperar dos días más para dar mi primera clase. Los estudios se están haciendo de rogar, pero bueno. Tenía otras preocupaciones, tales como hacer la compra y comer. Ir por la vida con pasta y arroz en el estómago no podía sentarme bien... pero el tiempo aquí pasa volando, y entre una guagua y otra, se me hizo de noche. Otro problema más que añadir a la bolsa de tareas pendientes.
Necesitaba relajarme. A pesar de que no había dormido apenas, quería pasar el rato con mis compañeros de residencia. El plan de ese día era el karaoke. Un karaoke, si señor. No había ido a uno desde mis dieciocho o diecinueve años... y mi repertorio de canciones se había ampliado desde entonces.
Tiramos para el centro, cerca del bar inglés donde solemos ver el fútbol. El nombre del lugar no pudo hacerme más gracia: Movida. La fiesta estaba patrocinada por Kakao, así que tendríamos suculentos descuentos durante toda la noche, además de unos chupitos gratis de bienvenida. Qué bien nos cuidaba esta gente.
El sitio era pequeño. Un pasillo donde se encontraba el bar y al final, una sala mediana para fumadores, donde también se encontraba el karaoke. Me senté al lado de un compañero mientras veía la lista de canciones: Marron 5, Cold Play, Phill Collins, The Beatles, Rammstein, Guns and Roses... hasta My heart will go on, de Celine Dion. Me iba a poner las botas.
La gente cantaba cada una de las canciones. No había necesidad de micrófono. Cantar, beber y reir. Mis noches de los lunes están ocupadas a partir de ahora.
La canción estrella: Gangnam Style, de Psy. Yo en el micro, en frente, y con mi propio coro atrás. Ese koreano mueve masas, y en Polonia no íbamos a ser menos. Qué grandioso.
La noche acabó con muchos del grupo algo cambados, cuidando unos de otros. Unos polacos nos acosaron, pero nada que no pasara en Las Palmas un día de marcha.
Un sublime kebab me acompañó de camino a casa. Los días que empiezan mal sólo pueden subir, hacia el cielo. Qué movida de noche.
martes, 9 de octubre de 2012
Otoño
Es curioso. Nunca había salido de mi isla. Las preguntas que me hago y las curiosidades que me encuentro no surgirían nunca, de no haber salido de mi pequeño mundo. Y es que me acabo de dar cuenta de una cosa: Canarias no tiene Otoño.
Mi isla sólo pasa de verano a invierno. Hace calor y de repente, frío. También es verdad que el invierno en Canarias es un chiste. Llueve de vez en cuando y hace algo de frío. No llegas a morirte, pero la humedad hace que se te cale en los huesos, y eso es muy duro.
Pero nunca había experimentado lo que era estar en Otoño. Los días se vuelven fríos, pero el paisaje dice lo contrario. Puede haber Sol, pero sin un jersey adicional no eres nadie aquí.
El cambio más visible te lo deleitan los ojos: cómo los árboles pasan de estar alegremente verdes a tristemente marrones. Colores cálidos, pero que te transmiten una sensación de frío otoñal. Las hojas caen muy despacio. Los parques se llenan de esas hojas, otorgando una imagen muy bonita y única.
Las personas visten con colores apagados. Negro, en su mayoría. Tapadas hasta el cuello. Abrigos de cuero con capuchas de pelo de gato. Uno desentona entre tanta gente. Mi abrigo amarillo chillón es poco frecuente de ver, al parecer.
Aunque claro, nunca dejarás de ver a una polaca en falda corriendo por las calles de Cracovia. Velocidad polaca para evitar el frío y estar bien vestidos. Correcto.
Nunca había experimentado el Otoño antes. No como lo estoy viviendo aquí. Una cosa nueva más que me abruma y llena de felicidad. Mi concepto de las estaciones ha cambiado.
Mi isla sólo pasa de verano a invierno. Hace calor y de repente, frío. También es verdad que el invierno en Canarias es un chiste. Llueve de vez en cuando y hace algo de frío. No llegas a morirte, pero la humedad hace que se te cale en los huesos, y eso es muy duro.
Pero nunca había experimentado lo que era estar en Otoño. Los días se vuelven fríos, pero el paisaje dice lo contrario. Puede haber Sol, pero sin un jersey adicional no eres nadie aquí.
El cambio más visible te lo deleitan los ojos: cómo los árboles pasan de estar alegremente verdes a tristemente marrones. Colores cálidos, pero que te transmiten una sensación de frío otoñal. Las hojas caen muy despacio. Los parques se llenan de esas hojas, otorgando una imagen muy bonita y única.
Las personas visten con colores apagados. Negro, en su mayoría. Tapadas hasta el cuello. Abrigos de cuero con capuchas de pelo de gato. Uno desentona entre tanta gente. Mi abrigo amarillo chillón es poco frecuente de ver, al parecer.
Aunque claro, nunca dejarás de ver a una polaca en falda corriendo por las calles de Cracovia. Velocidad polaca para evitar el frío y estar bien vestidos. Correcto.
Nunca había experimentado el Otoño antes. No como lo estoy viviendo aquí. Una cosa nueva más que me abruma y llena de felicidad. Mi concepto de las estaciones ha cambiado.
sábado, 6 de octubre de 2012
Independiente
Nunca había experimentado la independencia antes de venir a Cracovia. No tenía ni idea de cómo me sentiría, ni cómo manejaría la situación. Tendría un año entero para descubrirlo.
Siempre he vivido con mis padres hasta ahora. Ya sabéis cómo es eso: tu única preocupación es dejarte llevar. Tus pensamientos sólo se concentran en tus propios problemas y asuntos. ¿Quién quiere fregar el suelo pudiendo salir de cañas con tus amigos?.
No valoraba lo que tenía, como todos. Tampoco valoraba el sacrificio que mi familia soportaba a veces para que la casa siguiera adelante. La familia es un tesoro.
Hacer la compra. Cuán tediosa tarea. La comida, material de limpieza, agua... y siempre te queda algo por comprar. El no tener coche hace más jodida la tarea. Ir caminando a todos lados cargado de cosas. Las bolsas en los pies son legendarias.
El dinero. Administrarlo es muy difícil. No puedes ahorrar porque siempre surgen imprevistos. No puedes tener muchas tentaciones porque te verás jodido a final de mes. Mi familia está haciendo un esfuerzo horrible para que yo pueda vivir este sueño. Lo menos que puedo hacer es compensarles siendo responsable... y comprándoles una casa en el campo cuando sea asquerosamente rico.
La lavadora. Madre mía... la lavadora. Uno se plantea ponerse dos y hasta tres veces los calzoncillos solamente por no ponerla. Si tuviera una para mí solo no me quejaría tanto.
Primero, tienes que bajar a la recepción y entablar una sublime conversación con una anciana polaca para que te de la llave de la lavandería, además de pagar un euro y poco por una moneda que sirve para encender la lavadora. El solo hecho de tener que meterte en una batalla campal de idiomas hace que se te baje la tensión.
Segundo, poner la lavadora. Ésto no tiene ciencia. Una vez puesta la primera, lo demás es rutinario. Cuarenta minutos tarda en terminar... te dejan la llave de la lavandería dos horas, nada más. Eso significa que sólo puedes tender la ropa e irte a tomar viento.
Tercero, esperar a que se seque la ropa y volver a la recepción a por la llave... la coña es que la residencia tiene diez pisos, lleno de estudiantes con ropa sucia. Si otro coge la llave de la lavandería, estás jodido. Tienes que esperar a que la devuelva, y no sabes nunca quién la tiene. ¿Por qué mierdas no llevará ésto un control?. ¿Dónde cuelgan la ropa los tíos que vienen después de ti?. Caca de vaca.
Qué dura es la independencia... una gran experiencia, decían. Te lo pasarás genial, decían. No todo son nubes de algodón y ríos de chocolate, ¿eh?. Supongo que no soy completamente independiente aquí. Un término medio muy raro.
jueves, 4 de octubre de 2012
Politécnica de Cracovia
Mis estancia en este maravilloso país parecía verse reducida a comer, beber y salir de marcha. Un beca Erasmus no sólo se limita a estudiar en un país extranjero: te prepara para afrontar los desafíos que conlleva ser independiente, conoces gente de todos los países y culturas... mil y una razones que conocía y me quedaban por conocer.
No había tenido tiempo para pensar plenamente en ello. ¿Por qué me había metido en éste embrollo?. Nunca había sentido curiosidad por viajar. Era feliz con mi rutina. ¿Qué me impulsó a ello pues?. La conclusión a la que llegué fue la siguiente: no era consciente de ello, pero necesitaba un año así. Necesitaba un cambio.
Lejos de pensar en mi siguiente aventura nocturna, indagué en lo que sería mi nueva zona de estudios: la Politécnica de Cracovia.
No sabía decir si era un campus. Desde luego, comparado con la ULPGC, el lugar era infinitamente pequeño. Ni siquiera estaba seguro de si había más edificios, cerca o lejos, pertenecientes a la Politécnica que no fueran los que ya había visto en el centro. Lo que me tenía que preocupar a mí era que mis dos facultades estaban próximas la una de la otra.
El ambiente era muy otoñal en esa época: edificios marrones, las hojas de los árboles cayendo poco a poco, estudiantes marchando a toda prisa, tapados hasta el cuello por el viento... desde luego, en Las Palmas era difícil encontrar un lugar así. Mires a dónde mires, puedes divisar el mar.
Hay varias cafeterías y puestos de comida repartidos por todo el recinto. Un cajero para sacar dinero, un servicio de reprografía, e incluso un puesto para comprar material escolar. Y una pizzería Leoni, para los más gordos.
Mi facultad, Electrical and Computer Engeneering, aún estaba en obras. Pasillos sin pintar, paredes con agujeros... ¿de verdad esta gente acabaría las reparaciones en una semana?. En España, desde luego, no. Tenía suerte de tener asignaturas de la otra facultad, Physics, Mathematics and Computer Science. Tendría algo que hacer al menos.
Debía ir al segundo piso de mi facultad para ir a buscar mi carnet de estudiante. Dejé mi foto, mis datos y me despacharon. Resulta que hasta el lunes y 4 euros y poco menos, no tendría aún mi preciado carnet. Parecía que los baches no terminaban.
Aún seguía sin tener ocupaciones. Se hacía raro estar en un país extranjero viviendo por vivir. No me quejaba... solamente se sentía raro. Pero una experiencia Erasmus no se limitaba sólo a los estudios. Ése iba a ser mi año. Yo era el protagonista.
No había tenido tiempo para pensar plenamente en ello. ¿Por qué me había metido en éste embrollo?. Nunca había sentido curiosidad por viajar. Era feliz con mi rutina. ¿Qué me impulsó a ello pues?. La conclusión a la que llegué fue la siguiente: no era consciente de ello, pero necesitaba un año así. Necesitaba un cambio.
Lejos de pensar en mi siguiente aventura nocturna, indagué en lo que sería mi nueva zona de estudios: la Politécnica de Cracovia.
No sabía decir si era un campus. Desde luego, comparado con la ULPGC, el lugar era infinitamente pequeño. Ni siquiera estaba seguro de si había más edificios, cerca o lejos, pertenecientes a la Politécnica que no fueran los que ya había visto en el centro. Lo que me tenía que preocupar a mí era que mis dos facultades estaban próximas la una de la otra.
El ambiente era muy otoñal en esa época: edificios marrones, las hojas de los árboles cayendo poco a poco, estudiantes marchando a toda prisa, tapados hasta el cuello por el viento... desde luego, en Las Palmas era difícil encontrar un lugar así. Mires a dónde mires, puedes divisar el mar.
Hay varias cafeterías y puestos de comida repartidos por todo el recinto. Un cajero para sacar dinero, un servicio de reprografía, e incluso un puesto para comprar material escolar. Y una pizzería Leoni, para los más gordos.
Mi facultad, Electrical and Computer Engeneering, aún estaba en obras. Pasillos sin pintar, paredes con agujeros... ¿de verdad esta gente acabaría las reparaciones en una semana?. En España, desde luego, no. Tenía suerte de tener asignaturas de la otra facultad, Physics, Mathematics and Computer Science. Tendría algo que hacer al menos.
Debía ir al segundo piso de mi facultad para ir a buscar mi carnet de estudiante. Dejé mi foto, mis datos y me despacharon. Resulta que hasta el lunes y 4 euros y poco menos, no tendría aún mi preciado carnet. Parecía que los baches no terminaban.
Aún seguía sin tener ocupaciones. Se hacía raro estar en un país extranjero viviendo por vivir. No me quejaba... solamente se sentía raro. Pero una experiencia Erasmus no se limitaba sólo a los estudios. Ése iba a ser mi año. Yo era el protagonista.
miércoles, 3 de octubre de 2012
Party Kitchen
La mayor sobada de la historia. A las 4 PM me levanté. Fue uno de esos días en los que mirabas la hora en el reloj y seguías durmiendo. Me sentó fenomenal. Lo necesitaba de veras.
La cocina de mi residencia tenía sus fallas, pero era el sitio perfecto para pasar el rato. Da igual la hora, siempre había alguien cocinando. Te echabas unas risas mientras te preparabas el arroz. Lo malo que te salía daba igual. Valía la pena completamente la estancia en ese lugar.
No sé cuánto tiempo pasamos ese día metidos ahí. Jugando a las cartas, bebiendo... pasando un rato agradable con los compañeros de la resi. Hacía muy buenas migas con ellos. Se hacían de querer.
"Let's go to the barbecue!", nos dijo la mentora desde la puerta. Estábamos acopladísimos en la cocina, y con el día tan nefasto que hacía fuera, pensábamos que la barbacoa organizada por la ESN ya no se iba a hacer. Yo ni tenía carne, pero no dejé pasar esa oportunidad de conocer gente.
La cosa parecía apagada en un principio, pero con el tiempo la gente comenzó a llegar. Carne, carne y más carne. Yo bebí más que comí, pero aun así fue sensacional. Allí conocí por fin a mi mentora. Una polaca simpatiquísima llama Kinga. Qué conversación. Mi inglés seguía sin ser perfecto, pero me entendía. Por primera vez me sentí completamente realizado con el idioma. Era feliz.
A las 11 PM vinieron los seguritas a echarnos. Cómo no. La fiesta seguía en el centro, pero la gente de la resi decidimos comprar infinita bebida y seguir la fiesta en nuestra cocina.
"Party Kitchen!!!", grité una vez dentro. Más cartas y más risas. Balon es un lugar muy especial. No me veo viviendo en otro lugar.
La cocina de mi residencia tenía sus fallas, pero era el sitio perfecto para pasar el rato. Da igual la hora, siempre había alguien cocinando. Te echabas unas risas mientras te preparabas el arroz. Lo malo que te salía daba igual. Valía la pena completamente la estancia en ese lugar.
No sé cuánto tiempo pasamos ese día metidos ahí. Jugando a las cartas, bebiendo... pasando un rato agradable con los compañeros de la resi. Hacía muy buenas migas con ellos. Se hacían de querer.
"Let's go to the barbecue!", nos dijo la mentora desde la puerta. Estábamos acopladísimos en la cocina, y con el día tan nefasto que hacía fuera, pensábamos que la barbacoa organizada por la ESN ya no se iba a hacer. Yo ni tenía carne, pero no dejé pasar esa oportunidad de conocer gente.
La cosa parecía apagada en un principio, pero con el tiempo la gente comenzó a llegar. Carne, carne y más carne. Yo bebí más que comí, pero aun así fue sensacional. Allí conocí por fin a mi mentora. Una polaca simpatiquísima llama Kinga. Qué conversación. Mi inglés seguía sin ser perfecto, pero me entendía. Por primera vez me sentí completamente realizado con el idioma. Era feliz.
A las 11 PM vinieron los seguritas a echarnos. Cómo no. La fiesta seguía en el centro, pero la gente de la resi decidimos comprar infinita bebida y seguir la fiesta en nuestra cocina.
"Party Kitchen!!!", grité una vez dentro. Más cartas y más risas. Balon es un lugar muy especial. No me veo viviendo en otro lugar.
Día 18
El móvil sonó. Cagarse en el señor era poco. La noche anterior la había pasado canutas. Muchas cervezas y muchos vodka cherrys. Decir que tenía resaca era poco.
"Tío, que tenemos la reunión de nuestra facultad a las doce", me dijo uno de mis colegas. Las palabras no me salían. Estaba medio afónico. Tenía una hora para espabilarme y dirigirme al centro. Cuando me dijeron que los polacos improvisaban con calma, no exageraban. Que te avisen por correo electrónico que en dos horas tienes una reunión muy importante es de mala leche. Eso no se hace.
"Eso no se hace loco", le dije a Carlos, un compañero de residencia y facultad. El viaje en guagua se me hizo eterno. Estaba mareado y con un dolor de cabeza horrible. Era difícil encontrar las palabras adecuadas para mantener una simple conversación. No podía ni con mi alma.
Nuestra reunión de facultad fue de lo más informal. A las 12 AM, el coordinador nos llevó a una esquina del pasillo para explicarnos todos los detalles. Qué debíamos hacer respecto a nuestras asignaturas y demás. Para mí, él solamente movía los labios de forma incontrolada. En un perfecto inglés, claro estaba, pero sonaba a chino a mis oídos. No me había recuperado aún del todo de la marcha del día anterior.
La cosa terminó rápido. Chiquito día de día de bienvenida estaba teniendo. Lo siguiente sería tomarme un café con mis futuros compañeros de facultad. Éramos todos españoles en su mayoría. Parecía que el inglés se iba a hacer de rogar ese año.
Amazing people. Era lo único que podía afirmar en ese momento, dado mi estado anímico. A las 4 PM de esa misma tarde teníamos la reunión con la ESN, el comité de estudiantes Erasmus. Se encargaban básicamente de organizar viajes y fiestas para alumnos Erasmus. Nos sacaban el dinero, vamos.
El Pachorra Team hizo acto de presencia a deshora, of course. Un poco más y no llegábamos a la sede de la ESN. Cientos de personas escuchaban la explicación del mentor de turno. Nos explicaban amablemente cómo nos carían el dinero de nuestros bolsillos. Qué gente tan maja.
Me senté en el piso, en un hueco que encontré al fondo. A pesar de entender completamente el inglés del polaco que nos explicaba toda la movida, yo sólo podía pensar en mi cama. Mi cómoda y calentita cama. Qué sola estaría sin mi esperando. La había abandonado a su suerte. Fría e inerte en Polonia. Es no se hace.
La reunión terminó antes de lo que yo creía. En aquella sala, una cuarta parte o más éramos españoles. Es increíble la cantidad de gente de mi país que viene hasta acá. Mi inglés se resentía por dos.
Mi periplo por encontrar una bebida fue algo accidentado. El lugar no era como para perderse. Yo desde luego, estaba ahí para ser la excepción a la regla. Sólo quería una Pepsi y acabar con mi agonía. ¿Así iba a ser toda mi estancia del Erasmus?.
De ahí, tiré a la residencia. No podía más con mi alma. La tarde y noche restante la pasé o en cama, o en frente del ordenador. Mantuve una agradable conversación con mis compañeros Erasmus de Alemania y con gente de Las Palmas. Jugando a juegos de miedo y pasando un buen rato. Tenía huevos la cosa. La cama me llamaba una y otra vez, reclamando mi presencia. Supongo que la amistad ganaba al sueño. Pero mejor no hacer esperar a éste último.
"Tío, que tenemos la reunión de nuestra facultad a las doce", me dijo uno de mis colegas. Las palabras no me salían. Estaba medio afónico. Tenía una hora para espabilarme y dirigirme al centro. Cuando me dijeron que los polacos improvisaban con calma, no exageraban. Que te avisen por correo electrónico que en dos horas tienes una reunión muy importante es de mala leche. Eso no se hace.
"Eso no se hace loco", le dije a Carlos, un compañero de residencia y facultad. El viaje en guagua se me hizo eterno. Estaba mareado y con un dolor de cabeza horrible. Era difícil encontrar las palabras adecuadas para mantener una simple conversación. No podía ni con mi alma.
Nuestra reunión de facultad fue de lo más informal. A las 12 AM, el coordinador nos llevó a una esquina del pasillo para explicarnos todos los detalles. Qué debíamos hacer respecto a nuestras asignaturas y demás. Para mí, él solamente movía los labios de forma incontrolada. En un perfecto inglés, claro estaba, pero sonaba a chino a mis oídos. No me había recuperado aún del todo de la marcha del día anterior.
La cosa terminó rápido. Chiquito día de día de bienvenida estaba teniendo. Lo siguiente sería tomarme un café con mis futuros compañeros de facultad. Éramos todos españoles en su mayoría. Parecía que el inglés se iba a hacer de rogar ese año.
Amazing people. Era lo único que podía afirmar en ese momento, dado mi estado anímico. A las 4 PM de esa misma tarde teníamos la reunión con la ESN, el comité de estudiantes Erasmus. Se encargaban básicamente de organizar viajes y fiestas para alumnos Erasmus. Nos sacaban el dinero, vamos.
El Pachorra Team hizo acto de presencia a deshora, of course. Un poco más y no llegábamos a la sede de la ESN. Cientos de personas escuchaban la explicación del mentor de turno. Nos explicaban amablemente cómo nos carían el dinero de nuestros bolsillos. Qué gente tan maja.
Me senté en el piso, en un hueco que encontré al fondo. A pesar de entender completamente el inglés del polaco que nos explicaba toda la movida, yo sólo podía pensar en mi cama. Mi cómoda y calentita cama. Qué sola estaría sin mi esperando. La había abandonado a su suerte. Fría e inerte en Polonia. Es no se hace.
La reunión terminó antes de lo que yo creía. En aquella sala, una cuarta parte o más éramos españoles. Es increíble la cantidad de gente de mi país que viene hasta acá. Mi inglés se resentía por dos.
Mi periplo por encontrar una bebida fue algo accidentado. El lugar no era como para perderse. Yo desde luego, estaba ahí para ser la excepción a la regla. Sólo quería una Pepsi y acabar con mi agonía. ¿Así iba a ser toda mi estancia del Erasmus?.
De ahí, tiré a la residencia. No podía más con mi alma. La tarde y noche restante la pasé o en cama, o en frente del ordenador. Mantuve una agradable conversación con mis compañeros Erasmus de Alemania y con gente de Las Palmas. Jugando a juegos de miedo y pasando un buen rato. Tenía huevos la cosa. La cama me llamaba una y otra vez, reclamando mi presencia. Supongo que la amistad ganaba al sueño. Pero mejor no hacer esperar a éste último.
lunes, 1 de octubre de 2012
Día 17
Era domingo, y hacía un día precioso. Como siempre, la cocina estaba de lo más animada. Eso sí, hecho unos zorros. Cuán grata sorpresa fue el encontrarme con una chica limpiando los pasillos. Quise llorar de la emoción. "Menos mal", pensé.
Los días aquí me estaban pasando factura. Todos los meses que invertí en el gimnasio antes de venir aquí se estaban quedando en nada. Si hace un mes me hubiesen dicho de ir a jugar al fútbol, me habría reído. Cuando los chicos de la resi me ofrecieron jugar con ellos esa mañana... lo vi como una oportunidad. ¿Me había vuelto loco?.
He de decir que hacía mucho tiempo que no jugaba. Siempre fui el típico niño gordo que ponían de portero. Me gustaba. No corría, no sudaba. El puesto perfecto. Era mejor así. En cuestiones físicas, tengo dos pies izquierdos.
Nuestros contrincantes eran chicos de otro edificio de la residencia. Unos máquinas al balón. En mi equipo eramos la mayoría españoles. Teníamos que dar la talla. No la dimos. 6 a 0. Pérdida deshonrosa de la dignidad.
Acabé muerto. El césped estaba en pésimo estado. La gente se caía sin necesidad de chocarse unos con otros. Una experiencia bonita. Yo haciendo deporte. Todos los días pasa algo raro.
Después de una tarde tranquila, me preparé para, cómo no, salir de marcha. Esa noche saldríamos al Afera. Dani, los italianos Eduardo y Marco, y yo. Los domingo la cerveza estaba a 3 zlotys. Menos de un euro un vaso de medio litro. La noche pintaba bien.
Las calles estaban vacías. "Qué raro", pensé. Luego vimos que estaban todos resguardándose del frío en el Afera. Un domingo. ¿Éste país no conoce el descanso?.
Pasamos el rato los cuatro sentados dentro del local. Bebiendo, hablando y viendo a las chicas pasar. Sobre todo viendo a las chicas pasar. "Me encanta éste país", pensé. La noche se animó incluso más, cuando vi bajar por las escaleras al Pachorra Team. Buena compañía en un buen lugar.
Bailamos un montón. Algunos se engancharon a unas chicas enseguida. Y se dejaban. Aquí las chicas se dejan hacer. Sólo tengo cosas buenas que decir de este lugar.
Parecía que la noche no podía acabar mal. Y no acabó mal.... bueno, un detalle: me echaron de la discoteca.
Fue lo más tonto del mundo. ¿Sabéis esos arranques que os dan a veces y tener que patear o golpear algo?. Yo le di una patada a una pared al ver a un mujerón pasar al lado mío. ¿Una reacción exagerada?, correcto. ¿Estuvo justificado que me echaran por eso?, correcto también.
"Out!", me dijo un chico que trabajaba allí. "What?", respondí. "Out!!", replicó. "But my jacket..", dije. "You pick it tomorrow", respondió. Correcto.
"¿Que has hecho tío?", me preguntó Dani una vez fuera. La cosa tuvo su gracia. No era la primera vez que me echaban de un sitio. Tengo muchas historias de esas. "Nos hemos pasao", pensé. Le pedí que me recogiera la chaqueta y 2 zlotys para coger la guagua. Que haría yo sin esta gente.
Esperé una horita en el Carpe Diem y para casa. Mi primera armada en Cracovia. Por mi bien, espero que sea la última.
Los días aquí me estaban pasando factura. Todos los meses que invertí en el gimnasio antes de venir aquí se estaban quedando en nada. Si hace un mes me hubiesen dicho de ir a jugar al fútbol, me habría reído. Cuando los chicos de la resi me ofrecieron jugar con ellos esa mañana... lo vi como una oportunidad. ¿Me había vuelto loco?.
He de decir que hacía mucho tiempo que no jugaba. Siempre fui el típico niño gordo que ponían de portero. Me gustaba. No corría, no sudaba. El puesto perfecto. Era mejor así. En cuestiones físicas, tengo dos pies izquierdos.
Nuestros contrincantes eran chicos de otro edificio de la residencia. Unos máquinas al balón. En mi equipo eramos la mayoría españoles. Teníamos que dar la talla. No la dimos. 6 a 0. Pérdida deshonrosa de la dignidad.
Acabé muerto. El césped estaba en pésimo estado. La gente se caía sin necesidad de chocarse unos con otros. Una experiencia bonita. Yo haciendo deporte. Todos los días pasa algo raro.
Después de una tarde tranquila, me preparé para, cómo no, salir de marcha. Esa noche saldríamos al Afera. Dani, los italianos Eduardo y Marco, y yo. Los domingo la cerveza estaba a 3 zlotys. Menos de un euro un vaso de medio litro. La noche pintaba bien.
Las calles estaban vacías. "Qué raro", pensé. Luego vimos que estaban todos resguardándose del frío en el Afera. Un domingo. ¿Éste país no conoce el descanso?.
Pasamos el rato los cuatro sentados dentro del local. Bebiendo, hablando y viendo a las chicas pasar. Sobre todo viendo a las chicas pasar. "Me encanta éste país", pensé. La noche se animó incluso más, cuando vi bajar por las escaleras al Pachorra Team. Buena compañía en un buen lugar.
Bailamos un montón. Algunos se engancharon a unas chicas enseguida. Y se dejaban. Aquí las chicas se dejan hacer. Sólo tengo cosas buenas que decir de este lugar.
Parecía que la noche no podía acabar mal. Y no acabó mal.... bueno, un detalle: me echaron de la discoteca.
Fue lo más tonto del mundo. ¿Sabéis esos arranques que os dan a veces y tener que patear o golpear algo?. Yo le di una patada a una pared al ver a un mujerón pasar al lado mío. ¿Una reacción exagerada?, correcto. ¿Estuvo justificado que me echaran por eso?, correcto también.
"Out!", me dijo un chico que trabajaba allí. "What?", respondí. "Out!!", replicó. "But my jacket..", dije. "You pick it tomorrow", respondió. Correcto.
"¿Que has hecho tío?", me preguntó Dani una vez fuera. La cosa tuvo su gracia. No era la primera vez que me echaban de un sitio. Tengo muchas historias de esas. "Nos hemos pasao", pensé. Le pedí que me recogiera la chaqueta y 2 zlotys para coger la guagua. Que haría yo sin esta gente.
Esperé una horita en el Carpe Diem y para casa. Mi primera armada en Cracovia. Por mi bien, espero que sea la última.
domingo, 30 de septiembre de 2012
Día 16
"¡Asadero, asadero!", dijeron mis compañeros de residencia. No podían ser más inoportunos. Yo me encontraba en la cocina, haciéndome unos espaguetis. Más tarde lo agradecí, ya que me salieron horribles.
En un abrir y cerrar de ojos, salieron de compras. No me había ni duchado, así que no me sumé al grupo de la compra. Suerte que justo el día anterior había comprado unas salchichas. Pude aportar a medias.
Hacía un día espléndido. La residencia universitaria empezaba a llenarse de gente, y de vida. Los cabritos del tercer piso de Balon aparecimos con todo el tinglado: carnes, chorizos, verduras, bebida, carbón... los seguritas no tardaron en avisarnos sobre la norma que nos impedía beber alcohol. "Homeless beer", dijo mi amigo Dani, mientras bebía de su cerveza en una bolsa.
Después de recoger algo de yesca de los alrededores, encendimos el fuego. Entre todos parece que conseguimos avivar las llamas sin problemas. "¿Tenemos limones?", preguntaron. Resulta que es normal limpiar la barbacoa con limones. Primera vez que lo veía. De toda la vida, las primeras chuletas limpian la barbacoa. Me ofrecí a comerlas, pero no coló.
Pollos, hamburguesas, chuletas, solomillo, chorizos, una costillaca enorme... se lo sabían montar, desde luego. "Tú no te vas a escapar", dijo Dani, mientras me traía un chorizo y una rebanada de pan. Cómo estaba, dios. Riquísimo. Con sus especias y la salsa. Adoro a ese tío.
Podía ver cómo mis amigos se preparaban platos de gourmet. Llegué a ver un filetazo con verduras de todo tipo. Acabamos reventados de tanta comida. Casi al anochecer, recogimos las cosas y volvimos a los dormitorios.
"¿Salimos de marcha?", me dijeron mis colegas de siempre por Facebook. ¿Otra vez?. ¿En serio?. Llevaba cinco días saliendo. No tenía dinero ni para la guagua. Tenía para ir, pero no para volver. No sabía que era peor. "Venga tío, yo te lo pago", insistieron. "Correcto", pensé. Un poco de colonia y para la parada.
Llegué a la guarida de los chicos. "Me falta alguien aquí...", pensé. Sólo estaban dos de ellos en el piso. El tercero había quedado... con una chica. "Me estás vacilando", dije. No daba crédito a mis oídos. Una gran noticia.
Cuando llegó al piso, lo acribillamos a preguntas. Parecíamos marujas. Realmente me alegraba por él, y al mismo tiempo, maldecía mi condición en la residencia. Si algún día triunfaba, no podría llevar a la piba a ningún lado. Maldita sea mi estampa.
Cuando llegó Ángel, llegó el despiporre. Nos gastamos una botella de vodka a chupitos. El zumo aquí es algo peligroso. Da igual que la bebida alcohólica tenga 50º o sea alcohol de farmacia. El zumo amortiguará el golpe. Te tomas diez chupitos y te crees Dios. Estás bien la primera hora. Después, los elefantes rosas aparecen.
Entramos de nuevo en el Coco. Mi experiencia allí no fue muy buena. Esa noche no mejoró mi opinión sobre el lugar. Lo que sí me sorprendió fue la actuación de una polaca que se marcaba unos solos de saxofón. Jodidamente mágico.
A partir de ahí, nuestro tour por los distintos pubs y discotecas fue eterno. Desde el Afera hasta el Carpe... a las 4 menos algo corrí hacia la parada de guagua. Me cerraron la puerta en las narices. Se ve que el tema del horario son muy estrictos. Cerdos.
Una hora tuve que esperar para que saliera la siguiente. Una putada. No obstante, mis compañeros de residencia llegaron para salvar la noche. Cagarme en el señor podía esperar. Ya tenía gente con la que sufrir el viaje de madrugada.
sábado, 29 de septiembre de 2012
Día 15
Se estaba convirtiendo en costumbre eso de levantarme solo. Parece que mi compañero de cuarto siempre tiene algo que hacer. Me parece curioso, simplemente.
Me pasé la mañana aprovechando que el portátil seguía viviendo para conectarme a Internet. El pobre estaba muy machacado, y le empezaba a fallar el ventilador. Sin éste, mi HP no se molestaba ni en llegar al inicio de sesión. Otro bache en mi camino.
Dani y su compañero de cuarto, Eduardo, estaban almorzando en la cocina. Sus platos se veían deliciosos. Yo me disponía a hacer arroz con atún y un huevo frito... otra vez. No recuerdo cuántos huevos debía comerse uno por semana, pero yo desde luego había rebasado el límite.
"¿Qué cojones?", dije al abrir la nevera. La garrafa de agua que había puesto hará un par de días se había congelado. Congelado en la parte donde se conserva la comida, no donde se congela. "Las neveritas que este año están en los dormitorios lo petan", pensé. Dicho suceso, y el hecho de comer por tercera vez arroz, me hizo darme cuenta de que me urgía una pequeña compra.
El Leviatán es un supermercado que se encuentra no muy lejos de la residencia. Ideal para los estudiantes. Tiene lo justo para llevar una modesta compra a tu casa y vivir semana a semana.
Espaguetis, arroz, aceite, tomate... comida para un soltero que no sabe cocinar aún. "¡Pierogi!", exclamé al ver el paquete. Lo metí en la cesta sin dudarlo. Esa noche cenaría como un rey.
Maquinillas de afeitar, algunas chorradas más y a la caja. Debía darme prisa y prepararme para la noche, pues el plan de entonces era algo especial.
Después de sangrar medio litro sangre por culpa de la calidad de las hojillas de afeitar, me dirigí a la cocina. La gente de Balon estaba de lo más animada: cervezas, vodka, zumo por un tubo... y también leche. Timo, un chico turco de lo más singular, me ofreció un chupito de vodka con miel y leche. Exquisito. Te quema la garganta, pero que bebida no lo hace. Se hicieron las 12 PM entre risas y fiestas.
"Come on guys!, let's go!", dijo nuestra mentora polaca, que acababa de llegar. Nuestro objetivo era ir todos al centro de marcha. Destino: Base club.
Estoy harto de comprar billetes que no me van a revisar. Podría haberme ahorrado mucho dinero viajando de morro en la guagua. Supongo que así es como la gente baja la guardia.
Había una gran cola en la puerta del Base club. Polacos y Erasmus por doquier. Por mi condición de Erasmus, pude entrar gratis. Ventajas de ser extranjero, supongo. El ocio aquí está tirado.
La mejor discoteca que he pisado hasta ahora. Y si no, la segunda. Enorme. Lleno de gente. Full of people. Nos sacaron los ojos por tres chupitos de vodka puro, pero no nos importó. El ambiente era increíble, y la compañía no estaba nada mal. Hasta mis amigos, los de siempre, entraron en el Base con nosotros. "¿Te lo dije o no te lo dije?", me dijo Ángel, recordándome lo increíbles que son las marchas aquí. Sí que me lo dijiste socio. Y tenías razón.
Ya costaba aprenderse todos los nombres de los españoles que residíamos en Balon. Recordar el nombre de los del resto de países se me antojaba imposible. Muchas chicas y chicos increíbles, todos bailando y pasándolo bien. Bailé con tres chicas esa noche. La cosa mejoraba por momentos. Podía notar ese sentimiento de libertad. Esa sensación que te obligaba a cometer locuras, respetando, claro está, las normas cívicas más básicas. El miedo se perdía, y el valor te llevaba de su mano, directo hacia el centro de la pista de baile.
Al final de la noche, tuvimos que correr un gran trecho para no perder la guagua. Parece que todos mis días terminan conmigo cogiendo la guagua después de una marcha. Recordé las palabras que Marlon me dedicó al saber de mis aventuras: "Bueno loco, de momento parece ser que no te acuestas pensando ``vaya mierda de día´´ ". Con una sonrisa, me subí al autobús de los borrachos.
Me pasé la mañana aprovechando que el portátil seguía viviendo para conectarme a Internet. El pobre estaba muy machacado, y le empezaba a fallar el ventilador. Sin éste, mi HP no se molestaba ni en llegar al inicio de sesión. Otro bache en mi camino.
Dani y su compañero de cuarto, Eduardo, estaban almorzando en la cocina. Sus platos se veían deliciosos. Yo me disponía a hacer arroz con atún y un huevo frito... otra vez. No recuerdo cuántos huevos debía comerse uno por semana, pero yo desde luego había rebasado el límite.
"¿Qué cojones?", dije al abrir la nevera. La garrafa de agua que había puesto hará un par de días se había congelado. Congelado en la parte donde se conserva la comida, no donde se congela. "Las neveritas que este año están en los dormitorios lo petan", pensé. Dicho suceso, y el hecho de comer por tercera vez arroz, me hizo darme cuenta de que me urgía una pequeña compra.
El Leviatán es un supermercado que se encuentra no muy lejos de la residencia. Ideal para los estudiantes. Tiene lo justo para llevar una modesta compra a tu casa y vivir semana a semana.
Espaguetis, arroz, aceite, tomate... comida para un soltero que no sabe cocinar aún. "¡Pierogi!", exclamé al ver el paquete. Lo metí en la cesta sin dudarlo. Esa noche cenaría como un rey.
Maquinillas de afeitar, algunas chorradas más y a la caja. Debía darme prisa y prepararme para la noche, pues el plan de entonces era algo especial.
Después de sangrar medio litro sangre por culpa de la calidad de las hojillas de afeitar, me dirigí a la cocina. La gente de Balon estaba de lo más animada: cervezas, vodka, zumo por un tubo... y también leche. Timo, un chico turco de lo más singular, me ofreció un chupito de vodka con miel y leche. Exquisito. Te quema la garganta, pero que bebida no lo hace. Se hicieron las 12 PM entre risas y fiestas.
"Come on guys!, let's go!", dijo nuestra mentora polaca, que acababa de llegar. Nuestro objetivo era ir todos al centro de marcha. Destino: Base club.
Estoy harto de comprar billetes que no me van a revisar. Podría haberme ahorrado mucho dinero viajando de morro en la guagua. Supongo que así es como la gente baja la guardia.
Había una gran cola en la puerta del Base club. Polacos y Erasmus por doquier. Por mi condición de Erasmus, pude entrar gratis. Ventajas de ser extranjero, supongo. El ocio aquí está tirado.
La mejor discoteca que he pisado hasta ahora. Y si no, la segunda. Enorme. Lleno de gente. Full of people. Nos sacaron los ojos por tres chupitos de vodka puro, pero no nos importó. El ambiente era increíble, y la compañía no estaba nada mal. Hasta mis amigos, los de siempre, entraron en el Base con nosotros. "¿Te lo dije o no te lo dije?", me dijo Ángel, recordándome lo increíbles que son las marchas aquí. Sí que me lo dijiste socio. Y tenías razón.
Ya costaba aprenderse todos los nombres de los españoles que residíamos en Balon. Recordar el nombre de los del resto de países se me antojaba imposible. Muchas chicas y chicos increíbles, todos bailando y pasándolo bien. Bailé con tres chicas esa noche. La cosa mejoraba por momentos. Podía notar ese sentimiento de libertad. Esa sensación que te obligaba a cometer locuras, respetando, claro está, las normas cívicas más básicas. El miedo se perdía, y el valor te llevaba de su mano, directo hacia el centro de la pista de baile.
Al final de la noche, tuvimos que correr un gran trecho para no perder la guagua. Parece que todos mis días terminan conmigo cogiendo la guagua después de una marcha. Recordé las palabras que Marlon me dedicó al saber de mis aventuras: "Bueno loco, de momento parece ser que no te acuestas pensando ``vaya mierda de día´´ ". Con una sonrisa, me subí al autobús de los borrachos.
viernes, 28 de septiembre de 2012
Afera
El día no había empezado muy bien. Nada grave. Fue un cúmulo de cosas que se iban amontonando una a una: no tenía teléfono, no podía hacer transferencia de mi banco al polaco, mi pésimo inglés dificulta el tener conversaciones normales, me tuvieron que ayudar a encender la cocina... la cosa llegó hasta el final del vaso, pero sin rebasarlo
Embajonado, fui a casa de mis colegas. Mi refugio. Un día sin verlos y ya los echaba de menos. La falta de gente conocida con la que desahogarte hace mella, y esos chicos se han convertido en mis parientes más cercanos aquí.
Un culo y unas cervezas. No puedo decir que la cosa me animara mucho, pero agradecía de verdad la distracción... y bueno, la cerveza ayudó, desde luego
El plan era salir de marcha a las 11 PM. Como miembros del recién nombrado "Pachorra Team", salimos de casa a las 12 PM. No nos esperaba nadie esta vez, así que la demora no me disturbó. Nuestro destino era el Afera: una discoteca situada en las cercanías del Carpe Diem 2.
El ambiente del lugar no podía ser mejor. Las fiestas Erasmus están llenas de eso, Erasmus. Y más del tercio de ellos son españoles. Esa noche quería algo diferente a lo que ya conocía. Y vamos si lo conseguí.
No sabría como describir la arquitectura del lugar. La discoteca tendrá como 4 habitaciones. Sitios para pedir copas, sentarse y una gran pista de baile. Sobra decir que pasé la mayor parte de mi tiempo bailando.
La gente se divertía como nunca. Respecto a la música, puedo afirmar que es la primera discoteca que no me ha disgustado ninguna canción. Una tras otra, bailaba y reía. Era jodidamente feliz. Hasta olvidé la gran bolsa del pie que no me dejaba apenas caminar.
Aquello estaba lleno de mujeres preciosas. Aún no soy consciente de mi condición de Erasmus. Se supone que tengo que desinhibirme aquí, soltarme y ser yo mismo. O no serlo, según se mire. Aún así, bailar se sentía diferente. Uno estaba acostumbrado a bailar con su gente. Estar rodeado de caras conocidas y pasarlo en grande. En Las Palmas, sólo te hundías entre la multitud si estabas borracho, y completamente ajeno a tu alrededor. Las marchas en Polonia son todo lo contrario. Puedes estar entre la gente y no sentir tal cosa. Estaba a gusto, rodeado de desconocidos que me sonreían. Era una sensación increíble. Ni el hecho de ser perreado por un tío me descolocó. La gente lo pasaba bien, y lo demostraba arrimando cebolleta a otros hombres... o eso quiero pensar.
La noche seguía su curso, y mi compañero y yo no parábamos de bailar. Nos pusimos al lado del DJ, donde teníamos una vista completa del resto de la pista. Unas chicas muy simpáticas nos acompañaron bastante tiempo durante la noche. Simpáticas del tipo acariciar mi pelo. Revolverlo, mas bien. Simpáticas del tipo que te quitan la ropa. Literal.
No puedo decir que me no sintiera incómodo mientras me desabrochaban la camisa, pero eh, estaba en Polonia. Que cojones.
Cuatro sublimes Cheeseburguers nos acompañaron a mi colega y a mi de camino a casa. Una sonrisa de oreja a oreja y una gran sensación de satisfacción. Y así, amigos míos, es cómo se supera una depresión.
Embajonado, fui a casa de mis colegas. Mi refugio. Un día sin verlos y ya los echaba de menos. La falta de gente conocida con la que desahogarte hace mella, y esos chicos se han convertido en mis parientes más cercanos aquí.
Un culo y unas cervezas. No puedo decir que la cosa me animara mucho, pero agradecía de verdad la distracción... y bueno, la cerveza ayudó, desde luego
El plan era salir de marcha a las 11 PM. Como miembros del recién nombrado "Pachorra Team", salimos de casa a las 12 PM. No nos esperaba nadie esta vez, así que la demora no me disturbó. Nuestro destino era el Afera: una discoteca situada en las cercanías del Carpe Diem 2.
El ambiente del lugar no podía ser mejor. Las fiestas Erasmus están llenas de eso, Erasmus. Y más del tercio de ellos son españoles. Esa noche quería algo diferente a lo que ya conocía. Y vamos si lo conseguí.
No sabría como describir la arquitectura del lugar. La discoteca tendrá como 4 habitaciones. Sitios para pedir copas, sentarse y una gran pista de baile. Sobra decir que pasé la mayor parte de mi tiempo bailando.
La gente se divertía como nunca. Respecto a la música, puedo afirmar que es la primera discoteca que no me ha disgustado ninguna canción. Una tras otra, bailaba y reía. Era jodidamente feliz. Hasta olvidé la gran bolsa del pie que no me dejaba apenas caminar.
Aquello estaba lleno de mujeres preciosas. Aún no soy consciente de mi condición de Erasmus. Se supone que tengo que desinhibirme aquí, soltarme y ser yo mismo. O no serlo, según se mire. Aún así, bailar se sentía diferente. Uno estaba acostumbrado a bailar con su gente. Estar rodeado de caras conocidas y pasarlo en grande. En Las Palmas, sólo te hundías entre la multitud si estabas borracho, y completamente ajeno a tu alrededor. Las marchas en Polonia son todo lo contrario. Puedes estar entre la gente y no sentir tal cosa. Estaba a gusto, rodeado de desconocidos que me sonreían. Era una sensación increíble. Ni el hecho de ser perreado por un tío me descolocó. La gente lo pasaba bien, y lo demostraba arrimando cebolleta a otros hombres... o eso quiero pensar.
La noche seguía su curso, y mi compañero y yo no parábamos de bailar. Nos pusimos al lado del DJ, donde teníamos una vista completa del resto de la pista. Unas chicas muy simpáticas nos acompañaron bastante tiempo durante la noche. Simpáticas del tipo acariciar mi pelo. Revolverlo, mas bien. Simpáticas del tipo que te quitan la ropa. Literal.
No puedo decir que me no sintiera incómodo mientras me desabrochaban la camisa, pero eh, estaba en Polonia. Que cojones.
Cuatro sublimes Cheeseburguers nos acompañaron a mi colega y a mi de camino a casa. Una sonrisa de oreja a oreja y una gran sensación de satisfacción. Y así, amigos míos, es cómo se supera una depresión.
jueves, 27 de septiembre de 2012
Día 13
Abrí los ojos. Bastian, mi compañero de cuarto, estaba sentado en frente de su escritorio, leyendo libro. Se levantó muy temprano, al contrario que yo. Yo volví de madrugada, después de una marcha. Esperaba levantarme a las 2 PM como siempre que salgo de marcha, pero es imposible no madrugar aquí.
Ya me había acostumbrado a vivir aquí. La residencia tiene un rollito especial. Muy buen ambiente con Erasmus de todos los países. Es una gran experiencia.
Dani y yo almorzamos macarrones con atún. Nos costó la vida hacerlos. La cocina es extraña. Es eléctrica. Enciendes el fogón que quieres usar y luego tienes que apretar un botón en la pared para que la electricidad pase. Jodidamente raro. Un sistema de seguridad para que no se malgaste energía, supongo. Nada intuitivo de usar.
Las comidas son un despiporre. Ocho personas mínimo, cocinando, hablando y riendo. Ese día nos tocó lidiar con muchos españoles. Hablábamos de nuestra procedencia, nuestros estudios y demás. Si en la tercera planta hay 30 personas, una tercera parte son españoles fijo.
Después de comer, decidí hacer un poco de turismo por los alrededores. Empecé por las afueras de la residencia: canchas de baloncesto, fútbol y voleibol, barbacoas para hacer asaderos, estudiantes yendo y viniendo... muy bonito todo. El calor estaba presente ese día. Casi no podía creerme las historias del frío invernal que he oído sobre Polonia. Ya me tocará creerlas.
Yendo a las afueras, descubrí lo que sería mi futuro gimnasio. Tenía horario programado con muchas actividades, clases de salsa incluidas. No veo la hora de sacarme el carnet de estudiante.
Caminando más allá, encontré algo inesperado: una antigua pista de aterrizaje. La residencia se construyó al lado de un antiguo aeropuerto. De locos. Unas ruinas algo modernas en medio del campo. La curiosidad me pudo, así que seguí andando.
Larguísima la pista. Creo que caminé diez minutos y aún no llegaba a ver el final. Estaba rodeado por asfalto y verde campo. Extraña y fascinante combinación.
Aún más allá, encontré un camino entre la hierba que llevaba al museo aéreo. Me encontré a mucha gente montando en bici, paseando a sus perros o sentados y hablando cómodamente. El sitio era ideal para hacer un picnic.
Llegué a las puertas del museo. Estaba cerrado, pero pude ver todo tipo de aviones. "Interesante", pensé. Me di la vuelta y volví a mi dormitorio.
"¿Vamos?", dijo Dani. Habíamos quedado con una amiga suya en el centro. A dar una vuelta y tomarnos unas cervezas. Perfecto.
"¿Sólo 4 zlotys?", pensé. El Carpe Diem 1 era igual de genial que el 2. Cerveza barata y buen ambiente. Idolatro ese maldito pub. A las 8 y media ya estábamos contentillos. La cerveza polaca es sublime. Y más barata que el agua. Este país te invita a beber.
Dani, Elisa y yo estuvimos todo el rato hablando y riendo.. hasta que nos entró hambre. Zapiekanka en el barrio judío se dijo. Tardamos, pero encontramos el lugar. El siguiente paso sería salir de marcha.
El Frantic es un sitio curioso. La fiesta estaba organizada por MyErasmus.pl, así que esperaba encontrar a muchos Erasmus ahí abajo. Efectivamente, mucha gente bailando, mujeres sobre todo. No sabría decir si eran de aquí o no, pero me dio igual. Bailé como si no hubiera mañana.
A partir de la 1 AM, la música pasó a hacer algo repetitiva. Me la comió a muerte, así que decidí salir con Elisa a buscar algo de agua. Esa mujer es muy simpática. Sabía que la vería en muchas marchas de aquí al resto del año. Sólo el tiempo lo diría.
Fuimos a buscar algo de beber... ¡AL AQQ HOSTEL!. No había pasado ni dos días y ya estaba volviendo a ese horrible lugar. Infinita casualidad que ella también se hospedara allí.
Pasamos el rato hasta que Dani llegó. Ya era hora de irnos, así que fuimos a la parada de guagua. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que me habían cambiado el horario... y la guagua que tenía que coger. Sin avisar y sin vaselina. No puedo despistarme ni un día.
Nos encontramos a un compañero de la residencia, Marco, durmiendo medio borracho en la parada. No lo parecía cuando llegamos, pero el colega estaba hecho pizco. "Hey, the bus is here, let's go", le dije al colega. "Yes", me dijo. Se quedó en el sitio y siguió durmiendo. No sabía que hacer. Dani y yo nos quedamos en plan "loco, si te dijo que sí, ¿por qué no se mueve?". No había confianza para estar agarrándolo y llevándolo a cuestas. Una situación nueva e incómoda.
Después de barajar situaciones, como abandonarlo, decidimos insistir hasta que reaccionó y montó en la guagua. Llegamos todos sanos y salvos a nuestro hogar común. Espero que mi próxima marcha sea con esta gente. Me ofrecerán una historia que contar.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
El bus de los borrachos
Tyskie. La mejor cerveza de Polonia. La diferencia que tiene de alcohol comparada con una cerveza española es del 1%. Diréis que es poco, pero se nota. Eh, se nota.
Acababa de pasar un día de lo más curioso en la residencia. Conocí a mucha gente de muchos países. Sin ir más lejos, mi compañero de cuarto, Bastian, es de Francia. Estudia Ingeniería Civil y éste es su último año de estudios. Muchos estudiantes usan su último año para dedicarlo al Erasmus. Yo no me encontraba entre esos estudiantes.
Cogí la guagua dirección a la Galeria Krakowska. Tenía ganas de pasar un rato con mis colegas. Echar un parchís y beber unas cuantas cervezas.
Así que ahí estaba yo. Con 16 cervezas, caminando hacia el piso de los chicos. Me había metido dos bebidas energéticas en el cuerpo, y estaba como una moto. La tarde transcurrió entre risas y cerveza.
Es una putada ser el único que vive fuera del centro. Tener que esperar la guagua para irte a descansar es odioso. He maldecido mi suerte respecto a este tema desde que llegué aquí. Pero uno siempre se lleva sorpresas.
De madrugada, la única guagua que te lleva a Okulikiego es la 608. Sólo sale de madrugada, y las 5 AM deja de salir. La he bautizado cariñosamente como el bus de los borrachos.
Las marchas en Polonia acaban pronto. Si a las 3 AM no estás dentro de una discoteca, olvídate de entrar a ninguna otra. Sentado en la parada puedes ver decenas de jóvenes tambaleándose. Viejos trajeados que no pueden ni con su alma. Chicas hechas polvo en busca de un taxi. La cosa no pintaba bien para un extranjero como yo, pero no dejaba de resultarme gracioso.
A las 2 y media llegó la guagua. Éramos muchos esperándola. El panorama no podía ser más cómico.
En su marcha, la gente perdía el equilibrio a cada curva. Nunca había visto a un tío darse una ostia y no inmutarse. Se levantó y salió. Ni gesticuló. Yo sólo podía evitar soltar una carcajada.
Chicas juntas y acarameladas. Recordé las palabras de mi viejo amigo, Miguel, el italiano más loco que he conocido: "Qué.. ¿qué es eso?. ¡Uooooooh!. ¡SON LESBIANAS!. ¡Mira, mira, mira!. ¡Se están besando!. Que guarrillas, ¿no?". Todo un personaje.
Éramos tantos los jóvenes en el bus de los borrachos, que pensaba que todos nos bajaríamos en la residencia a armarla. Los más tranquilos, unas tres personas, incluyéndome a mi, fuimos los que nos bajamos. El centro es un lugar increíble para salir de marcha. Vale la pena la media hora de viaje de vuelta a casa, al menos para ésta gente. Creo que me va a empezar a gustar ser el único que use el transporte público.
Acababa de pasar un día de lo más curioso en la residencia. Conocí a mucha gente de muchos países. Sin ir más lejos, mi compañero de cuarto, Bastian, es de Francia. Estudia Ingeniería Civil y éste es su último año de estudios. Muchos estudiantes usan su último año para dedicarlo al Erasmus. Yo no me encontraba entre esos estudiantes.
Cogí la guagua dirección a la Galeria Krakowska. Tenía ganas de pasar un rato con mis colegas. Echar un parchís y beber unas cuantas cervezas.
Así que ahí estaba yo. Con 16 cervezas, caminando hacia el piso de los chicos. Me había metido dos bebidas energéticas en el cuerpo, y estaba como una moto. La tarde transcurrió entre risas y cerveza.
Es una putada ser el único que vive fuera del centro. Tener que esperar la guagua para irte a descansar es odioso. He maldecido mi suerte respecto a este tema desde que llegué aquí. Pero uno siempre se lleva sorpresas.
De madrugada, la única guagua que te lleva a Okulikiego es la 608. Sólo sale de madrugada, y las 5 AM deja de salir. La he bautizado cariñosamente como el bus de los borrachos.
Las marchas en Polonia acaban pronto. Si a las 3 AM no estás dentro de una discoteca, olvídate de entrar a ninguna otra. Sentado en la parada puedes ver decenas de jóvenes tambaleándose. Viejos trajeados que no pueden ni con su alma. Chicas hechas polvo en busca de un taxi. La cosa no pintaba bien para un extranjero como yo, pero no dejaba de resultarme gracioso.
A las 2 y media llegó la guagua. Éramos muchos esperándola. El panorama no podía ser más cómico.
En su marcha, la gente perdía el equilibrio a cada curva. Nunca había visto a un tío darse una ostia y no inmutarse. Se levantó y salió. Ni gesticuló. Yo sólo podía evitar soltar una carcajada.
Chicas juntas y acarameladas. Recordé las palabras de mi viejo amigo, Miguel, el italiano más loco que he conocido: "Qué.. ¿qué es eso?. ¡Uooooooh!. ¡SON LESBIANAS!. ¡Mira, mira, mira!. ¡Se están besando!. Que guarrillas, ¿no?". Todo un personaje.
Éramos tantos los jóvenes en el bus de los borrachos, que pensaba que todos nos bajaríamos en la residencia a armarla. Los más tranquilos, unas tres personas, incluyéndome a mi, fuimos los que nos bajamos. El centro es un lugar increíble para salir de marcha. Vale la pena la media hora de viaje de vuelta a casa, al menos para ésta gente. Creo que me va a empezar a gustar ser el único que use el transporte público.
martes, 25 de septiembre de 2012
Carpe Diem 2
No me gusta llegar tarde a los sitios. Si tengo que llegar media hora antes para asegurarme, lo hago con gusto. A mis compañeros, sin embargo, el tema de la puntualidad es algo que llevan mal.
Lo curioso es que no son todos a la vez. Siempre es uno el que se retrasa por algún motivo. Nunca he entendido a la gente que llega tarde siempre. Uno puede retrasarse de vez en cuando, no es algo que se lleve a raja tabla. Pero bueno, son costumbres mías.
Encontramos a Juanda tomándose una cervecita en el Carpe Diem 2. Sentadito y viendo el partido. Llegábamos media hora tarde, y me sentía mal al respecto. "Sí tío, cómo os atrevéis a dejarme aquí media hora esperando, sentado en un sillón, viendo un partido de fútbol, con mi cervecita en la mano...", dijo con ironía. Una gran paciencia que tiene el colega, y una bonita forma de ver la vida.
Las cervezas los lunes costaban 3,5 zlotys, que al cambio son unos 80 y tantos céntimos. Vasos de medio litro por ese dinero. Era Carlsberg, no la maravillosa cerveza polaca que nos tenía a todos enganchados, pero por ese precio no íbamos a quejarnos.
El Carpe Diem 2 lo había definido como un club de carretera. No tiene otra definición un sitio dónde hay una moto encima de una mesa. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que me adentraba en una bodega pirata. Sí, piratas. La parte de atrás del Carpe era como estar en el interior de un barco pirata. ¿Qué clase de combinación es esa, motos y piratas?. Temo volver y encontrarme otra sala con una temática distinta.
Al principio de la noche ponían todo tipo de música: desde Calle 8 de Pitbull hasta Soul Sister de Train. Incluso hubo canciones por la cara, como la de los Cazafantasmas. La parte buena de la noche fue cuando pusieron rock del bueno: I love rock and roll, Sweet Child of Mine... la noche me recordó a mis 19 años. Esos fines de semana en el Paraninfo. Los fosos, la locura que te invadía escuchar System of a Down, Rammstein o Bon Jovi. Fue una noche Para en toda regla.
El futbolín fue mi frustración esa noche. Cada partida que me echaba, 5 canciones increíbles sonaban en la pista de baile. "Será posible loco, ¿qué hago aquí?, farfullaba mientras intentaba meter un gol.
El momento surrealista esa noche llegó a manos de unos extranjeros que jugaron con nosotros. Dos chicos de procedencia desconocida para mí, contra Juanda y una chica, amiga de sus rivales. Juanda se los llevó al campo y les dio un buen repaso. Ángel y los demás vitoreábamos el nombre de Juanda al ritmo de las canciones que sonaban de fondo. El portero rival estaba hasta nervioso, incapaz de parar los tiros que le venían. Después de ganar, la chica recompensó a nuestro amigo con halagos y un beso en la mejilla. Le debió gustar ganar por una vez.
Los siguientes extranjeros que vinieron nos regalaron una frase épica: "It's not table for us". No podían competir con nosotros, y se fueron dejándonos de regalo esa maravillosa frase. ¿No es mesa para nosotros?. ¿En serio?. ¿No tenían la crema de manos adecuada o qué?. Ya teníamos coña para el resto de la noche.
Noche de Carpe. A veces los planes sencillos suelen ser los mejores. Tengo ganas de echar un parchís.
Lo curioso es que no son todos a la vez. Siempre es uno el que se retrasa por algún motivo. Nunca he entendido a la gente que llega tarde siempre. Uno puede retrasarse de vez en cuando, no es algo que se lleve a raja tabla. Pero bueno, son costumbres mías.
Encontramos a Juanda tomándose una cervecita en el Carpe Diem 2. Sentadito y viendo el partido. Llegábamos media hora tarde, y me sentía mal al respecto. "Sí tío, cómo os atrevéis a dejarme aquí media hora esperando, sentado en un sillón, viendo un partido de fútbol, con mi cervecita en la mano...", dijo con ironía. Una gran paciencia que tiene el colega, y una bonita forma de ver la vida.
Las cervezas los lunes costaban 3,5 zlotys, que al cambio son unos 80 y tantos céntimos. Vasos de medio litro por ese dinero. Era Carlsberg, no la maravillosa cerveza polaca que nos tenía a todos enganchados, pero por ese precio no íbamos a quejarnos.
El Carpe Diem 2 lo había definido como un club de carretera. No tiene otra definición un sitio dónde hay una moto encima de una mesa. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que me adentraba en una bodega pirata. Sí, piratas. La parte de atrás del Carpe era como estar en el interior de un barco pirata. ¿Qué clase de combinación es esa, motos y piratas?. Temo volver y encontrarme otra sala con una temática distinta.
Al principio de la noche ponían todo tipo de música: desde Calle 8 de Pitbull hasta Soul Sister de Train. Incluso hubo canciones por la cara, como la de los Cazafantasmas. La parte buena de la noche fue cuando pusieron rock del bueno: I love rock and roll, Sweet Child of Mine... la noche me recordó a mis 19 años. Esos fines de semana en el Paraninfo. Los fosos, la locura que te invadía escuchar System of a Down, Rammstein o Bon Jovi. Fue una noche Para en toda regla.
El futbolín fue mi frustración esa noche. Cada partida que me echaba, 5 canciones increíbles sonaban en la pista de baile. "Será posible loco, ¿qué hago aquí?, farfullaba mientras intentaba meter un gol.
El momento surrealista esa noche llegó a manos de unos extranjeros que jugaron con nosotros. Dos chicos de procedencia desconocida para mí, contra Juanda y una chica, amiga de sus rivales. Juanda se los llevó al campo y les dio un buen repaso. Ángel y los demás vitoreábamos el nombre de Juanda al ritmo de las canciones que sonaban de fondo. El portero rival estaba hasta nervioso, incapaz de parar los tiros que le venían. Después de ganar, la chica recompensó a nuestro amigo con halagos y un beso en la mejilla. Le debió gustar ganar por una vez.
Los siguientes extranjeros que vinieron nos regalaron una frase épica: "It's not table for us". No podían competir con nosotros, y se fueron dejándonos de regalo esa maravillosa frase. ¿No es mesa para nosotros?. ¿En serio?. ¿No tenían la crema de manos adecuada o qué?. Ya teníamos coña para el resto de la noche.
Noche de Carpe. A veces los planes sencillos suelen ser los mejores. Tengo ganas de echar un parchís.
lunes, 24 de septiembre de 2012
304
Mi último desayuno en el hostal fue un fiasco. Un sandwich de tomate, jamon, queso y mantequilla. Tenía pensado hincharme, pero el pan estaba malísimo. Me da pena tirar la comida, pero no quería permanecer ni un minuto más en ese lugar. Me duché, empaqué como pude la ropa en la maleta y devolví las llaves al recepcionista. En perspectiva, mi estancia en el AQQ Hostel no ha sido mala. Volvería de tener que volver en un futuro a Cracovia.
Tenía dinero y un camino a seguir. No me hacía ninguna gracia tener que cargar de nuevo con la maleta a cuestas. No es nada cómoda, y se tambalea cada dos por tres. A duras penas, logré llegar a la estación de guaguas.
En la página web lo ponía claro: si vienes del aeropuerto, la 292 a la estación y de ahí la 129 a la residencia. Mentira cochina. La 129 no sale de la estación. Me costó un tiempo asumir que no estaba en el sitio indicado. De repente, recordé lo que me dijo Ángel sobre la residencia: "Hay una estación de guagua en frente de la politécnica que te lleva a la residencia". Qué sería de mí sin ese hombre.
Volví sobre mis pasos dirección a la Politécnica de Cracovia. Nada más llegar cogí la guagua. Todo parecía ir bien... hasta que me dejó en frente de la Galeria Krakowska. "No puede ser que me haya equivocado", pensé. Efectivamente, me equivoqué. Lo supe por la mirada asesina que me echó el chófer. Un billete malgastado, maldita sea. Luego de volver a la politécnica vi la verdadera parada en frente de la otra. ¿Cómo demonios iba a saberlo?. En fin.
Coger las guaguas aquí es una gozada. Un panel te dice todas las paradas que la guagua recorre, en orden de llegada. Llegas a la primera, ves el nombre, y ya sabes cuántas te quedan para llegar a tu destino. Jodidamente cómodo y útil.
"¡Ahí está el Aqua Park!", dije. Un recinto cerrado enorme. Aún me cuesta hacerme a la idea. Un parque acuático en Polonia. Juanda y Ángel van muy a menudo. Ya debe ser divertido.
Okulikiego, mi parada. Me bajé en plena autopista. "No puede ser que me haya equivocado", pensé de nuevo. Dos cagadas en un día eran suficientes para mi. Por suerte, el universo estaba de acuerdo conmigo al respecto. Nada más bajar una cuesta, divisé el camino hacia la residencia.
Es enorme. Como un campus universitario, pero de residencias. Pude ver unas canchas de baloncesto y tenis, un puesto de kebab... no sé por qué me extrañé. Más allá de los edificios, al sur, había un terreno bastante rural. Campo. Verde y más verde.
Y ahi estaba: Balon. Mi nuevo hogar en los próximos meses.
Las conserjes son algo ancianas. Anciano = habla polaco. No se siempre se da, pero la mayoría de las veces sí. Me mandó a la administración, habitación nº1. No tardé ni diez minutos y ya tenía mi carnet de residente. Me dieron mis llaves, unas sábanas que parecían cartón y me despacharon.
Salí del ascensor, tercera planta. Los pasillos parecían los de un hospital. Nada de color ni vida. Alguna que otra puerta tenía pintadas hechas con un permanente. Algún recuerdo de un Erasmus del pasado. Dos pasos al frente, giro a la derecha, cinco pasos al frente, giro a la izquierda.
304. Dormitorio 304. Abrí la puerta muy despacio. Entré en lo que parecía ser el recibidor. A mi derecha, dos armarios y una nevera. A mi izquierda, un perchero y la puerta del baño. Y al frente, mi habitación. Las dos mitades de la misma eran idénticas: dos camas, dos escritorios y dos estanterías. Una habitación muy modesta, pero me gustaba. Abrí la ventana y miré el paisaje. "Bienvenido a casa", pensé.
No tardé ni 5 minutos en quitarme la ropa y empezar a colocar la ropa de mi maleta. Estaba harto de ella y quise quitármelo de encima lo antes posible.
El baño es compartido con el dormitorio 303. Seremos dos personas por dormitorio, cuatro personas por baño. Sólo tendré que soportar a uno de ellos, así que sí, se está mucho mejor que en el hostal. Mientras colocaba mi toalla robada del hostal, apareció mi nuevo vecino: Daniel. Me habló en inglés, pero noté enseguida que era español. Y de Canarias, ni más ni menos, aunque hasta ese momento estudiaba en la península.
Mientras terminaba de asentarme en la habitación, pasé tiempo a hablar con él. Es agradable tener a alguien nuevo con quien hablar.
"No hay papel higiénico", dije. Algo tan fundamental no podía falta en nuestro baño. Salimos en busca de un supermercado a por provisiones. No tuvimos éxito encontrando uno, solamente un pequeño estanco con comestibles y papel higiénico. Suficiente. Agüita y papel del culo. No necesitaba más.
Había sido un día muy aparatoso. Lo único que quería era acostarme hasta el día siguiente... pero recordé que tenía que buscar mi portátil a casa de mis colegas. De repente no me pareció tan buena idea eso de llevar el equipaje poco a poco. Volví a la parada, pagué mi billete, me senté y me perdí en la distancia.
Tenía dinero y un camino a seguir. No me hacía ninguna gracia tener que cargar de nuevo con la maleta a cuestas. No es nada cómoda, y se tambalea cada dos por tres. A duras penas, logré llegar a la estación de guaguas.
En la página web lo ponía claro: si vienes del aeropuerto, la 292 a la estación y de ahí la 129 a la residencia. Mentira cochina. La 129 no sale de la estación. Me costó un tiempo asumir que no estaba en el sitio indicado. De repente, recordé lo que me dijo Ángel sobre la residencia: "Hay una estación de guagua en frente de la politécnica que te lleva a la residencia". Qué sería de mí sin ese hombre.
Volví sobre mis pasos dirección a la Politécnica de Cracovia. Nada más llegar cogí la guagua. Todo parecía ir bien... hasta que me dejó en frente de la Galeria Krakowska. "No puede ser que me haya equivocado", pensé. Efectivamente, me equivoqué. Lo supe por la mirada asesina que me echó el chófer. Un billete malgastado, maldita sea. Luego de volver a la politécnica vi la verdadera parada en frente de la otra. ¿Cómo demonios iba a saberlo?. En fin.
Coger las guaguas aquí es una gozada. Un panel te dice todas las paradas que la guagua recorre, en orden de llegada. Llegas a la primera, ves el nombre, y ya sabes cuántas te quedan para llegar a tu destino. Jodidamente cómodo y útil.
"¡Ahí está el Aqua Park!", dije. Un recinto cerrado enorme. Aún me cuesta hacerme a la idea. Un parque acuático en Polonia. Juanda y Ángel van muy a menudo. Ya debe ser divertido.
Okulikiego, mi parada. Me bajé en plena autopista. "No puede ser que me haya equivocado", pensé de nuevo. Dos cagadas en un día eran suficientes para mi. Por suerte, el universo estaba de acuerdo conmigo al respecto. Nada más bajar una cuesta, divisé el camino hacia la residencia.
Es enorme. Como un campus universitario, pero de residencias. Pude ver unas canchas de baloncesto y tenis, un puesto de kebab... no sé por qué me extrañé. Más allá de los edificios, al sur, había un terreno bastante rural. Campo. Verde y más verde.
Y ahi estaba: Balon. Mi nuevo hogar en los próximos meses.
Las conserjes son algo ancianas. Anciano = habla polaco. No se siempre se da, pero la mayoría de las veces sí. Me mandó a la administración, habitación nº1. No tardé ni diez minutos y ya tenía mi carnet de residente. Me dieron mis llaves, unas sábanas que parecían cartón y me despacharon.
Salí del ascensor, tercera planta. Los pasillos parecían los de un hospital. Nada de color ni vida. Alguna que otra puerta tenía pintadas hechas con un permanente. Algún recuerdo de un Erasmus del pasado. Dos pasos al frente, giro a la derecha, cinco pasos al frente, giro a la izquierda.
304. Dormitorio 304. Abrí la puerta muy despacio. Entré en lo que parecía ser el recibidor. A mi derecha, dos armarios y una nevera. A mi izquierda, un perchero y la puerta del baño. Y al frente, mi habitación. Las dos mitades de la misma eran idénticas: dos camas, dos escritorios y dos estanterías. Una habitación muy modesta, pero me gustaba. Abrí la ventana y miré el paisaje. "Bienvenido a casa", pensé.
No tardé ni 5 minutos en quitarme la ropa y empezar a colocar la ropa de mi maleta. Estaba harto de ella y quise quitármelo de encima lo antes posible.
El baño es compartido con el dormitorio 303. Seremos dos personas por dormitorio, cuatro personas por baño. Sólo tendré que soportar a uno de ellos, así que sí, se está mucho mejor que en el hostal. Mientras colocaba mi toalla robada del hostal, apareció mi nuevo vecino: Daniel. Me habló en inglés, pero noté enseguida que era español. Y de Canarias, ni más ni menos, aunque hasta ese momento estudiaba en la península.
Mientras terminaba de asentarme en la habitación, pasé tiempo a hablar con él. Es agradable tener a alguien nuevo con quien hablar.
"No hay papel higiénico", dije. Algo tan fundamental no podía falta en nuestro baño. Salimos en busca de un supermercado a por provisiones. No tuvimos éxito encontrando uno, solamente un pequeño estanco con comestibles y papel higiénico. Suficiente. Agüita y papel del culo. No necesitaba más.
Había sido un día muy aparatoso. Lo único que quería era acostarme hasta el día siguiente... pero recordé que tenía que buscar mi portátil a casa de mis colegas. De repente no me pareció tan buena idea eso de llevar el equipaje poco a poco. Volví a la parada, pagué mi billete, me senté y me perdí en la distancia.
domingo, 23 de septiembre de 2012
Día 10
Me perdí el desayuno. Sin tiempo a pensar demasiado, me di una vuelta por las calles en busca del banco ING. En esta ciudad las tiendas abren todos los días de la semana, así que pensé que la dinámica de los bancos sería parecida. Recordé las palabras de Ángel: "Cómo se nota que aquí no hay crisis". España podría aprender mucho de este país.
Para mi desgracia, los bancos no trabajaban igual. Volví a hostal para preparar las cosas y tirar para el apartamento de los chicos.
"¿No bendecimos la mesa?", pregunté irónicamente. Nuestras conversaciones eran puras pullas y comentarios sarcásticos. Lo pasábamos bien. "Yo sólo me acuerdo de Dios cuando me cago en él", dijo mi compañero mientra me reía a carcajadas. He de reconocerle el ingenio, pero no nos convendría hacer ese tipo de bromas en la calle. Los polacos son gente muy religiosa, y basta con que te toque uno chungo que sepa español para saber que ese día volverás a casa con algún hueso roto. Os sorprendería ver la cantidad de gente de aquí que sabe español. Me avergüenzo de no chapurrear decentemente el inglés.
¿Sabéis que es lo que más echo de menos?. Los váteres. Es bien conocido que tengo facilidad para hacer mis necesidades en casi cualquier lugar, pero los váteres polacos... cómo decirlo, son una caca. ¿No os sentíais a gusto cuando salía el pino tan tranquilo y escuchabais el sonido limpio y celestial que emitía al entrar en el agua?. Los váteres polacos, por dentro, son como cascadas: horizontales hasta llegar al fondo del abismo. Maldita sea, que se queda pegado en la porcelana. Es una agonía y un suplicio levantarte y ver cómo te saluda tu nuevo amiguito. Parece que el agua no se lo va a llevar, horrible. "Tienes que despedirte de él y todo cuando tiras de la cadena", comenta mi compañero mientras debatíamos este tema. Echo de menos hasta que el asunto te salpique. Te sientes sucio cuando acabas.
Compramos provisiones en el Carrefour: pierogi para el almuerzo de mañana, agua, atún, refresco... yo volví a la sección de golosinas a informarme mejor del sabor de los chocolates. Ojo al dato: chocolate con chili, chocolate con wasabi, chocolate con sal marina... no sé cuál me repugna más. Cuando tenga dinero, los compro todos y hago un experimento culinario. Mi paladar maldecirá mi curiosidad.
Salimos a cenar al KFC. Yo no tenía un puto duro, pero me invitaron a un par de deliciosos Long Chickens. Intenté negarme, pero cuesta decir que no cuando te ponen la comida en la cara. La gente que me da de comer no la olvido nunca, y mis compañeros se estaban ganando mi respeto.
El plan para el domingo noche era algo tranquilito: ver el partido del Madrid contra el Rayo. No nos habíamos bebido ni la mitad de la cerveza cuando supimos que el partido se había suspendido. Las bromas acerca de que el Madrid boicoteó el partido para evitar descender eran nuestro consuelo por un intento fallido de pasar el tiempo con los colegas... pero aquí siempre hay un plan b.
El Carpe Diem 2 tiene karaoke los domingos, y cervezas baratas. Escuchar Mad World mientras jugábamos al futbolín fue increíble. Uno no puede evitar ponerse en plan peliculero, como si protagonizara un videoclip, y la canción sonara por y para mí. Me ayudó a evadir el hecho de que me estaba llevando una paliza al futbolín. Mi zurda no es muy buena. Pero bueno, con un poco de práctica, pude ganar un partido de cuatro.
Han sido unos días muy duros, pero todo iba a cambiar nuevamente. Mi última noche en el hostal. Adiós a las habitaciones abarrotadas de gente. Adiós a los desayunos perdidos. No veía la hora de que fuera de día y empezar a conocer lo que sería mi hogar en los próximos meses... mierda, tengo que aprenderme los horarios de la guagua. Deberes nocturnos, genial.
Para mi desgracia, los bancos no trabajaban igual. Volví a hostal para preparar las cosas y tirar para el apartamento de los chicos.
"¿No bendecimos la mesa?", pregunté irónicamente. Nuestras conversaciones eran puras pullas y comentarios sarcásticos. Lo pasábamos bien. "Yo sólo me acuerdo de Dios cuando me cago en él", dijo mi compañero mientra me reía a carcajadas. He de reconocerle el ingenio, pero no nos convendría hacer ese tipo de bromas en la calle. Los polacos son gente muy religiosa, y basta con que te toque uno chungo que sepa español para saber que ese día volverás a casa con algún hueso roto. Os sorprendería ver la cantidad de gente de aquí que sabe español. Me avergüenzo de no chapurrear decentemente el inglés.
¿Sabéis que es lo que más echo de menos?. Los váteres. Es bien conocido que tengo facilidad para hacer mis necesidades en casi cualquier lugar, pero los váteres polacos... cómo decirlo, son una caca. ¿No os sentíais a gusto cuando salía el pino tan tranquilo y escuchabais el sonido limpio y celestial que emitía al entrar en el agua?. Los váteres polacos, por dentro, son como cascadas: horizontales hasta llegar al fondo del abismo. Maldita sea, que se queda pegado en la porcelana. Es una agonía y un suplicio levantarte y ver cómo te saluda tu nuevo amiguito. Parece que el agua no se lo va a llevar, horrible. "Tienes que despedirte de él y todo cuando tiras de la cadena", comenta mi compañero mientras debatíamos este tema. Echo de menos hasta que el asunto te salpique. Te sientes sucio cuando acabas.
Compramos provisiones en el Carrefour: pierogi para el almuerzo de mañana, agua, atún, refresco... yo volví a la sección de golosinas a informarme mejor del sabor de los chocolates. Ojo al dato: chocolate con chili, chocolate con wasabi, chocolate con sal marina... no sé cuál me repugna más. Cuando tenga dinero, los compro todos y hago un experimento culinario. Mi paladar maldecirá mi curiosidad.
Salimos a cenar al KFC. Yo no tenía un puto duro, pero me invitaron a un par de deliciosos Long Chickens. Intenté negarme, pero cuesta decir que no cuando te ponen la comida en la cara. La gente que me da de comer no la olvido nunca, y mis compañeros se estaban ganando mi respeto.
El plan para el domingo noche era algo tranquilito: ver el partido del Madrid contra el Rayo. No nos habíamos bebido ni la mitad de la cerveza cuando supimos que el partido se había suspendido. Las bromas acerca de que el Madrid boicoteó el partido para evitar descender eran nuestro consuelo por un intento fallido de pasar el tiempo con los colegas... pero aquí siempre hay un plan b.
El Carpe Diem 2 tiene karaoke los domingos, y cervezas baratas. Escuchar Mad World mientras jugábamos al futbolín fue increíble. Uno no puede evitar ponerse en plan peliculero, como si protagonizara un videoclip, y la canción sonara por y para mí. Me ayudó a evadir el hecho de que me estaba llevando una paliza al futbolín. Mi zurda no es muy buena. Pero bueno, con un poco de práctica, pude ganar un partido de cuatro.
Han sido unos días muy duros, pero todo iba a cambiar nuevamente. Mi última noche en el hostal. Adiós a las habitaciones abarrotadas de gente. Adiós a los desayunos perdidos. No veía la hora de que fuera de día y empezar a conocer lo que sería mi hogar en los próximos meses... mierda, tengo que aprenderme los horarios de la guagua. Deberes nocturnos, genial.
Día 9
"Sólo diré que quien se anime a ver a la UD Las Palmas esta tarde que tire para mi casa", nos dijo Ángel por Facebook. De mis colegas, yo era el único despierto tan temprano. Los demás estaban muertos en sus casas. El partido empezaba a las 19:00, pero Ángel nos invito también a comer un restaurante polaco muy muy barato. Estaba animado, así que acepté sin dudarlo, a pesar de ir con 5 euros en la cartera.
Mapa en mano, y el Sol en lo alto, caminé. Disfruté una vez más de las vistas que ofrecía esta maravillosa ciudad. Parece que sólo me la recorría de noche, así ver las calles tan vivas de día resultó ser muy satisfactoria. Recuerdo cuando pasé debajo de las vías del tren. Mi iPod no pudo cubrir los estruendosos gritos que emitía la marcha del tren. Esa parte de la ciudad era desconocida aún para mi. El mapa resultó ser de gran ayuda.
La casa de Ángel es hermosa. Vive en un chalet de dos plantas, pero él sólo usa el primer piso. En el segundo reside una abuelita muy simpática. Me imagino que será su casera, no lo llegué a preguntar. Un modesto jardín te daba la bienvenida, custodiada por el pastor alemán más grande del mundo. Sólo tiene dos añitos, pero ese animal es descomunal. Lástima que mi cámara no tuviera batería en ese momento.
El interior de la casa también era algo sencillo: par de habitaciones, un baño y una cocina-comedor. Pero oye, no tenía nada que envidiar a otros pisos. El tío vive un sueño llamado Cracovia. Tengo un gran respeto por cómo se está ganando la vida.
Llegamos al restaurante. Creo recordar que se llamaba algo parecido a la Leche, pero no estoy seguro. Como siempre, mi falta de curiosidad y atención me pasan factura. Eramos Juan Daniel, Ángel, una polaca compañera de piso de este último, Magdalena y yo. Sublime mujer. Muy simpática y muy habladora. Todas las mujeres polacas lo son. Simpáticas, no habladoras.
Os recuerdo el dinero que tenía, 5 euros. Por dos euros comí una sopa polaca muy buena, Zurek, y un plato de pierogi. Me hinché, me gustó y me chupé los dedos. Cuando me dicen que algo es barato, lo es, y no es coña. Me encanta.
Pasó el tiempo hasta que todos estábamos en casa de Ángel visualizando el partido. No recuerdo haber visto un partidazo de Las Palmas como el de ese día. Lástima que empatara. El resto de la tarde la pasamos viendo fotos de la marcha y reconstruyendo los hechos de esa noche. "¿En qué momento nos separamos?. No me cuadra", dijo Ángel en un intento desesperado por recordar la noche anterior. Los croquis que dibujaba en su libreta no hacían mas que confundirnos. Acabamos por dejarlo y decidimos salir de nuevo de marcha. Nos preparamos, y partimos.
Volvimos a ir al barrio judío, esta vez para cenar. Comimos de nuevo zapikanka, pero con salchichas y cebolla frita esta vez. Gordo que soy. Y os vuelvo a recordar que tenía 3 euros. Me sobró para echarme una cerveza en un bar cercano. Barato todo, coño.
Pisamos pubs y discotecas de todo tipo. En extrañas localizaciones y de pinta oscura y siniestra. Pero incluso en la más tenebrosa de ellas, había algo de ambiente. Siempre hay un lugar aquí en el que estar.
"Todos los días pasa algo raro", dijo Ángel. Y es cierto: el caballero feudal que pedía mi cabeza, los borrachos pidiéndome de forma educada dinero para su vicio... la rareza de entonces tuvo lugar en el pub Zakaski i Wódka. Lo bautizamos como momento papopero, debido a la canción tan por la cara que pusieron cuyo estribillo era el papopero. Ese pub ponía canciones extrañísimas. Viejas de cojones y algún que otro éxito que lo petaba en su momento. Todos los residentes del lugar cantaban, bailaban, reían... hasta las camareras. Las polacas más ancianas y simpáticas que he visto por ahora. "Aquí la gente viene a pasarlo bien", dijo Ángel mientras tarareábamos canciones de Al Bano o Stand by me. Casi nos dio pena irnos de marcha al centro.
Estábamos llegando al Revolution cuándo decidí que había tenido suficiente por hoy. No me quedaba dinero y aún estaba hecho polvo por levantarme temprano después de una marcha. Mis compañeros salieron a la aventura mientra yo desfilaba por Florianska, hacia mi querido y a la vez odiado hostal. Sólo me quedan dos noches aquí. Me pregunto si mañana me levantaré para el desayuno. Todo parece indicar que no.
sábado, 22 de septiembre de 2012
Mi primera marcha
No hay nada peor que narrar una noche que apenas recuerdas. Ésto me pasaba mucho en Las Palmas. No recordar ni qué canciones ponían en las discotecas era algo normal para mí, pero esta salida se merece un poco más de esfuerzo por mi parte.
La casa de Juan Daniel era algo modesta, pero se lo tenía bien montado: comida por doquier, zumito polaco, vodka polaco, como no... al ver las papas con mojo en la mesa, quise llorar. Si hay algo que se echa de menos aquí a parte de a tus seres queridos, es la comida canaria. Se echa en falta, de veras.
Éramos muchos canarios en su piso. En serio, Polonia es el refugio de muchos de nosotros. Habré visto 2 o 3 peninsulares... canarios por el mundo, si señor.
"Notarán que cuando vayan a una fiesta, siempre habrán más polacas que polacos", dijo nuestro anfitrión. Correcto, dijimos todos. Esa fiesta era un ejemplo de ello. Era gracioso ver cómo una de ellas ponía canciones de Shakira en el portátil, o alguna que otra canción de reggaeton. No podía estar más a gusto en ese lugar.
"Tienes que pillar un bloc de notas o algo, y apuntar las frases que digáis éste año", dijo Ángel. Maldita sea, tenía razón. ¿Cómo no se me ocurrió antes?. No os imagináis la cantidad de perlas que soltamos. Y soy incapaz de recordarlas todas.
Bailamos, bebimos, comimos... y no pasaban las 10 de la noche. Aquí las marchas empiezan y acaban antes, pero se disfrutan el triple que en Canarias. Será el rollo Erasmus, pero se disfruta de veras. "Porque tengan un Erasmus mejor que el mío", dijo Ángel. Brindamos por ello, y salimos a la calle.
Nuestro primer destino: discoteca Revolution. Todos los recintos en Cracovia parecen estar bajo tierra. Escaleras infinitas al infierno. Pero el infierno de los buenos. La música era increíble, y el ambiente insuperable. En las discotecas polacas puedes soltarte sin mosca. Nadie está pendiente por ver lo que haces. Y si lo están, es que les caes bien o quieren bailar contigo.
Yo ya no sé ni dónde me encontraba, y mucho menos donde se encontraban mis compañeros. Es más, fue ver a uno de ellos, me dio 10 cachetones, y se largó. "Por la cara, ¿no?", dije. Juan Daniel petándolo por otro lado... que locura.
La tropa polaca y cuatro de los canarios que conseguimos salir del sitio proseguimos hacia nuestro siguiente destino. Dios, ¿cómo se llamaba?. Suerte que lo apunté en el móvil para no olvidarme: el Diva.
Curiosidad: todos estos sitios están a un paso de mi hostal. ¿Cómo es que no los diviso durante el día?.
Increíble. Polacas bailando en las barras. Tienes que pedir una copa entre sus piernas. Tres salas, musicones por todos los lados... puto paraíso. Te subías en los sillones y bailabas. Hasta reventar. En Cracovia, para ir al cielo, hay que bajar unas escaleras hacia el sótano.
Bailar el Gangnam Style con los polacos fue lo mejor, hasta creo recordar haber escuchado un tema de los Backstreet Boys. Fue una noche increíble.
No sé qué hora era cuando llegué al hostal, ni que fue de toda la gente, si se fueron antes que yo o siguieron gozando. Yo sólo deseaba dormir y ver que me deparaba mañana el destino. Esa noche había empezado de verdad mi Erasmus.
La casa de Juan Daniel era algo modesta, pero se lo tenía bien montado: comida por doquier, zumito polaco, vodka polaco, como no... al ver las papas con mojo en la mesa, quise llorar. Si hay algo que se echa de menos aquí a parte de a tus seres queridos, es la comida canaria. Se echa en falta, de veras.
Éramos muchos canarios en su piso. En serio, Polonia es el refugio de muchos de nosotros. Habré visto 2 o 3 peninsulares... canarios por el mundo, si señor.
"Notarán que cuando vayan a una fiesta, siempre habrán más polacas que polacos", dijo nuestro anfitrión. Correcto, dijimos todos. Esa fiesta era un ejemplo de ello. Era gracioso ver cómo una de ellas ponía canciones de Shakira en el portátil, o alguna que otra canción de reggaeton. No podía estar más a gusto en ese lugar.
"Tienes que pillar un bloc de notas o algo, y apuntar las frases que digáis éste año", dijo Ángel. Maldita sea, tenía razón. ¿Cómo no se me ocurrió antes?. No os imagináis la cantidad de perlas que soltamos. Y soy incapaz de recordarlas todas.
Bailamos, bebimos, comimos... y no pasaban las 10 de la noche. Aquí las marchas empiezan y acaban antes, pero se disfrutan el triple que en Canarias. Será el rollo Erasmus, pero se disfruta de veras. "Porque tengan un Erasmus mejor que el mío", dijo Ángel. Brindamos por ello, y salimos a la calle.
Nuestro primer destino: discoteca Revolution. Todos los recintos en Cracovia parecen estar bajo tierra. Escaleras infinitas al infierno. Pero el infierno de los buenos. La música era increíble, y el ambiente insuperable. En las discotecas polacas puedes soltarte sin mosca. Nadie está pendiente por ver lo que haces. Y si lo están, es que les caes bien o quieren bailar contigo.
Yo ya no sé ni dónde me encontraba, y mucho menos donde se encontraban mis compañeros. Es más, fue ver a uno de ellos, me dio 10 cachetones, y se largó. "Por la cara, ¿no?", dije. Juan Daniel petándolo por otro lado... que locura.
La tropa polaca y cuatro de los canarios que conseguimos salir del sitio proseguimos hacia nuestro siguiente destino. Dios, ¿cómo se llamaba?. Suerte que lo apunté en el móvil para no olvidarme: el Diva.
Curiosidad: todos estos sitios están a un paso de mi hostal. ¿Cómo es que no los diviso durante el día?.
Increíble. Polacas bailando en las barras. Tienes que pedir una copa entre sus piernas. Tres salas, musicones por todos los lados... puto paraíso. Te subías en los sillones y bailabas. Hasta reventar. En Cracovia, para ir al cielo, hay que bajar unas escaleras hacia el sótano.
Bailar el Gangnam Style con los polacos fue lo mejor, hasta creo recordar haber escuchado un tema de los Backstreet Boys. Fue una noche increíble.
No sé qué hora era cuando llegué al hostal, ni que fue de toda la gente, si se fueron antes que yo o siguieron gozando. Yo sólo deseaba dormir y ver que me deparaba mañana el destino. Esa noche había empezado de verdad mi Erasmus.
Día 8
Nunca había tenido que hacer cola para ducharme. Y si encima ves sólo mujeres en la cola, sabes que vas a tardar en ducharte.
¿Sabéis ese momento estúpido que ocurre cuando estás haciendo cola, sólo tienes a una persona delante, y de repente te acuerdas de que te olvidaste algo?. ¿Cómo demonios se me pudo olvidar la toalla para ir a la ducha?. La toalla. Manda cojones. Estaba tan adormilado que el inglés no me salía, sólo podía balbucear. Busqué la toalla y vuelta a empezar.
De camino a la Galeria, descubrimos un mercadillo. Era enorme, y vendía de todo: prendas, toallas, comida, mantas... y no llegamos a ir al fondo del todo. Unos polacos disfrazados con ropas típicas tocaban el acordeón y demás instrumentos mientras seguían una ruta. El sitio es parecido al mercadillo de San Mateo, pero con los puestos mas juntos. De haber tenido dinero, había salido de allí con más de un artículo.
Hoy se celebró un pase de modelos en la Galeria Krakowska. Mujeres que nos sacaban dos cabezas y hombres apolíneos llevando prendas y exhibiéndolas. Todas las mujeres tenían la raya del pelo de color plateado. Raro. Los hombres eran hasta guapos. Parece para encontrar a un polaco guapo tiene que ser modelo. Fue un evento interesante, aunque a mi me la acabó comiendo un poco.
Para almorzar tuvimos pechuga, papas y unos rollitos que parecían croquetas. Cortar la pechuga es muy chungo. De cuatro pechugas que teníamos, sólo saqué 5 filetes buenos. Un desastre, pero igualmente se pudo comer. Y estuvo delicioso, además. Parece que estamos empezando a ponernos serios con la comida, y dejamos de comer basura fuera. Pero basura de la buena, todo sea dicho. Si mi alma de gordo se desatara, no haría más que comer deliciosa comida polaca. "Zapikanka, zapikanka!!", grita uno de mis compañeros, deseoso de volver al barrio judío a probar dicho manjar.
A pesar de estar a 18º, el frío se hace presente. Nos pasamos el día descansando en el piso. Haciendo tiempo y hablando. A las 8 y media quedamos con Ángel. El plan era ir a casa de Juan Daniel, que daba una fiesta en su casa. Conoceríamos a muchos polacos que nos querrían emborrachar. La cosa no podía pintar mejor... pero decidí no volver a hacerme ilusiones, ni crearme expectativas muy altas. Vamos a casa de un colega a pasar el rato. Planazo mejor, imposible.
De camino a la Galeria, descubrimos un mercadillo. Era enorme, y vendía de todo: prendas, toallas, comida, mantas... y no llegamos a ir al fondo del todo. Unos polacos disfrazados con ropas típicas tocaban el acordeón y demás instrumentos mientras seguían una ruta. El sitio es parecido al mercadillo de San Mateo, pero con los puestos mas juntos. De haber tenido dinero, había salido de allí con más de un artículo.
Hoy se celebró un pase de modelos en la Galeria Krakowska. Mujeres que nos sacaban dos cabezas y hombres apolíneos llevando prendas y exhibiéndolas. Todas las mujeres tenían la raya del pelo de color plateado. Raro. Los hombres eran hasta guapos. Parece para encontrar a un polaco guapo tiene que ser modelo. Fue un evento interesante, aunque a mi me la acabó comiendo un poco.
Para almorzar tuvimos pechuga, papas y unos rollitos que parecían croquetas. Cortar la pechuga es muy chungo. De cuatro pechugas que teníamos, sólo saqué 5 filetes buenos. Un desastre, pero igualmente se pudo comer. Y estuvo delicioso, además. Parece que estamos empezando a ponernos serios con la comida, y dejamos de comer basura fuera. Pero basura de la buena, todo sea dicho. Si mi alma de gordo se desatara, no haría más que comer deliciosa comida polaca. "Zapikanka, zapikanka!!", grita uno de mis compañeros, deseoso de volver al barrio judío a probar dicho manjar.
A pesar de estar a 18º, el frío se hace presente. Nos pasamos el día descansando en el piso. Haciendo tiempo y hablando. A las 8 y media quedamos con Ángel. El plan era ir a casa de Juan Daniel, que daba una fiesta en su casa. Conoceríamos a muchos polacos que nos querrían emborrachar. La cosa no podía pintar mejor... pero decidí no volver a hacerme ilusiones, ni crearme expectativas muy altas. Vamos a casa de un colega a pasar el rato. Planazo mejor, imposible.
viernes, 21 de septiembre de 2012
Día 7
7 días aquí. Una semana. Parece que ha pasado mucho más tiempo. He hecho mucho y a la vez no he hecho nada. Hoy es uno de esos días en los que necesitas sentarte y pensar en todo. Descansar un poco y evitar salir a dar un paseo. Caminar implica tener hambre. Tener hambre implica gastarme el dinero y ponerme como un cerdo. Creo que puedo tener un día de relax aquí.
Es mi segundo día con frío en Cracovia. El tiempo aquí es muy impredecible. Pasa de 22º a 15º en cinco minutos, es una pasada. Cuando terminas de quitarte el abrigo del calor que hace, ya te está entrando un frío de muerte. Verano es la época más lluviosa aquí. Estoy deseando que llegue el Otoño para estar a gusto.
Eran las 10 AM. La cabeza me dolía horrores. Recordé todas esas veces que bajaba a almorzar en mi casa después de salir de marcha. Mi madre me tenía preparado siempre una pastilla de ibuprofeno. Casi se vuelve una tradición los domingos. Con nostalgia, busqué en mi neceser unas pastillas de ése fármaco que mi madre me preparó para estos casos. Doy gracias por su infinita sabiduría.
Me quedé en la cama un par de horas más hasta que me recuperé. No parecía que ese día fuera a pasar nada interesante, así que no me di prisas. Después de una ducha bien rica, me dirigí al apartamento de los chicos.
Las costumbres polacas son aún extrañas para mí. Yo me helaba del frío, pero yo sólo veía mujeres en falda y enseñando las piernas. Los polacos no toleran más el frío que nosotros, ni por asomo. Es más, creo que nosotros tenemos más resistencia. Lo que pasa es que en ésta época del año aún pueden permitirse vestirse decentemente guapos, antes de la gran nevada. Recordé las palabras de uno de mis compañeros: "¿Ves cómo camina esa tía?. Va a esa velocidad por el frío, cortando el viento. Velocidad polaca hermano". No le faltaba razón. Después de ver caminar a los madrileños, no pensé que encontraría a gente con tanta prisa como ellos.
Hoy tocó hacer más compras en el super. Productos de limpieza. Iban a usar por primera vez la lavadora, y estaban algo entusiasmados. Yo cómo soy muy distraído, no le presté mucha atención a la compra en sí, y fui a la zona de chucherías. El Carrefour polaco no tendrá sección de ropa, ni venderá toallas, pero en comidas raras nadie le gana: papas sabor kebab, chocolate picante, chocolate con wasabi... el picante es muy normal en tierras polacas. 2 de cada 3 comidas que compramos sin saber qué son, pican. Una jodida locura. No me extrañaría que mojaran las papas fritas en el refresco.
Yo me quedé con el chocolate Milka relleno de yogur de fresa. Joder, con perdón. Un chocolate que no es de éste mundo.
La cerveza Tyskie es una marca muy famosa en Polonia. También está exquista. Una lata de 0.5 L cuesta 60 céntimos. Increíblemente barato. En Las Palmas, algo de ese precio siempre suele ser una basura. Pero como es barato, no te quejas. Después de par de vueltas más, ya estábamos listos para volver a casa y almorzar... a las 5 de la tarde. Maldita sea la pachorra de esta gente. Aunque uno ya se va acostumbrando.
Esta vez tocaron espaguetis. Deliciosos, si señor. La salsa de tomate con trocitos que compramos fue todo un acierto. Y con su atún. Para chuparse los dedos. El día estaba yendo increíblemente tranquilo y normal. Justo como yo lo había querido.
Más costumbres polacas: cuando conoces a una mujer, le das la mano, no dos besos ni uno. Me parece sublime ésto. ¿No es muy incómodo conocer a una mujer y tener que estar dándote dos besos?. Siempre me ha parecido extraño. Dar la mano mola. Quedas bien y es más natural. Los besos son un invento de los españoles calientes y de cachetes fríos.
"Loco, el jamón este no va a durar mucho más...", dijo uno de mis compañeros. Resulta que habían comprado medio kilo de jamón en la última compra, y estaba intacto. No iba a durar mucho más, así que nos hicimos muchos sándwiches de jamón y queso para la cena. Nos hartamos a más no poder. Es una de esas cosas normales que le alegran a un el día, el vaciar la despensa.
La noche acabó con todos jugando al Monopoly en el iPad de uno de ellos. Muy cómodo. La de tiempo que te ahorras en colocar billetes y fichas... el inventazo del futuro, si señor. El día salió a pedir de boca. Sólo lo empañó el hecho de recordar que al día siguiente tenía que levantarme temprano.
Más costumbres polacas: cuando conoces a una mujer, le das la mano, no dos besos ni uno. Me parece sublime ésto. ¿No es muy incómodo conocer a una mujer y tener que estar dándote dos besos?. Siempre me ha parecido extraño. Dar la mano mola. Quedas bien y es más natural. Los besos son un invento de los españoles calientes y de cachetes fríos.
"Loco, el jamón este no va a durar mucho más...", dijo uno de mis compañeros. Resulta que habían comprado medio kilo de jamón en la última compra, y estaba intacto. No iba a durar mucho más, así que nos hicimos muchos sándwiches de jamón y queso para la cena. Nos hartamos a más no poder. Es una de esas cosas normales que le alegran a un el día, el vaciar la despensa.
La noche acabó con todos jugando al Monopoly en el iPad de uno de ellos. Muy cómodo. La de tiempo que te ahorras en colocar billetes y fichas... el inventazo del futuro, si señor. El día salió a pedir de boca. Sólo lo empañó el hecho de recordar que al día siguiente tenía que levantarme temprano.
jueves, 20 de septiembre de 2012
Día 6
"Lo siento chicos, me equivoqué", dice Ángel, mientras nos bajamos del tranvía. No se le puede pedir más a nuestro guía particular. A pesar de pasar un año como mínimo en esta ciudad, es muy fácil perderse. Es más, el colega sigue encontrando sitios nuevos a día de hoy. Enorme ciudad e infinitas posibilidades.
Los transportes públicos de Cracovia son el tren, el tranvía y el autobús. Me he montado en dos de tres. No sé qué movida se trae el tren, pero puedo hacerme una idea de cómo es el resto: los tickets van por minutos. En Las Palmas pagas el viaje. Desde donde te montes hasta donde te bajes. Aquí pagas por minutos. 50 céntimos por 15 minutos de viaje. Hay personas dentro de los vehículos que hacen controles cada cierto tiempo. Si tu billete no es válido, te llevas una multa del carajo. Desde luego, para mí, viajar en transporte público se me hace raro de cojones, pero lo haré constantemente cuando obtenga mi habitación de la residencia.
Cogimos el verdadero tranvía que nos llevaba al barrio judío. Un barrio lleno de historia. Los que han visto la película "La lista de Schindler" saben a lo que me refiero. Lo poco que sé de los judíos es que saben mucho de matemáticas. Ni siquiera sé si esto es verdad. Supongo que será un tópico del tipo "todos los españoles aman las corridas de toros". Cuando me introduzco a alguien, procuro decir "I'm Jesua from Spain, OLÉ!", en honor al tópico español.
El barrio judío es bastante bonito: candelabros típicos, todo iluminado, donde se realiza la sinagoga tan característica y famosa que la plaza le precede. Repito que para la historia soy nulo. Lo demostramos yo y mis compañeros de bachillerato al pasar olímpicamente de nuestra profesora de historia. La pobre lo intentaba, pero no lo suficiente. Como si quisiera darle una patada al pasado, lo único que se me quedó en la memoria es la comida: el Zapiekanka. Imaginaos un pan pizza de tamaño de vuestro brazo. Que descomunal, que delicioso. Mi estómago se resiente un día más en este país de lujuria culinaria.
Creo que pasamos más tiempo comiendo que aprendiendo la cultura del lugar. Somos escoria que va a lo que le interesa. Menos mal que el capitalismo se alimenta de esa escoria, si no, viviríamos debajo de un puente.
Con ganas de repetir, volvimos al bar inglés, ésta vez accesible, a ver el partido del Barça VS Sparta. Tengo que reconocer que este partido lo gocé más que el del día anterior. Crecí en una familia que apoyaba al Barça, y muchos de mis amigos también eran del mismo equipo, así que era normal que me sintiera más cómodo apoyándolo. Cada gol que marcaba resonaba por todo el bar, celebrando con júbilo su inminente victoria. La cerveza ayudó a avivar dicha euforia.
Éramos los cuatro de siempre, Ángel, un canario más llamado Yarilo y dos polacas muy simpáticas, amigas de estos dos últimos. Cuando terminó el partido, fuimos a un pub donde la cerveza estaba barata. 40 cl a un euro. Os podéis imaginar las conversaciones y risas que nos echamos bebiendo. Incluso intentamos que las polacas se dieran un pico al estilo American Pie 2... la cosa acabó con un compañero y yo dándonos un beso de 5 segundos y no obteniendo respuesta de las señoritas. Hasta en ésto lo estafan a uno en Polonia.
Estando la mayoría contentillos, salimos del pub y separamos nuestros caminos, trabajadores y estudiantes Erasmus, fijando el objetivo de estos últimos en una discoteca: el Coco Club. Me habían llenado de expectativas, las cosas como son: "Las marchas en Polonia son la ostia", "Las chicas son unas golfas", "El Coco está increíble"... lo admito, fue entrar a la sala de baile, escuchar la canción más motivante de la película Project X: Heads will Roll, y pensar que la noche sólo podría seguir hacia arriba.
El sitio está increíble. El ambiente no está nada mal... Pero no fue nada que no haya visto antes. Puede que haya sido los diez minutos que me dejaron esperando fuera para poder entrar o que la música no fuera nada trascendental, pero lo cierto es que me desmotivé enseguida.
Volvimos a separar nuestros caminos. Yo formaba parte del grupo que volvía a casa a descansar. Supongo que no soy de esos Erasmus que lo petan nada más llegar. Supongo que soy de esos que sólo quieren encontrar algo diferente, pero que no saben de que se trata. Ahora mismo sólo quiero dormir y descansar.
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