jueves, 20 de septiembre de 2012

Día 6


"Lo siento chicos, me equivoqué", dice Ángel, mientras nos bajamos del tranvía. No se le puede pedir más a nuestro guía particular. A pesar de pasar un año como mínimo en esta ciudad, es muy fácil perderse. Es más, el colega sigue encontrando sitios nuevos a día de hoy. Enorme ciudad e infinitas posibilidades.

Los transportes públicos de Cracovia son el tren, el tranvía y el autobús. Me he montado en dos de tres. No sé qué movida se trae el tren, pero puedo hacerme una idea de cómo es el resto: los tickets van por minutos. En Las Palmas pagas el viaje. Desde donde te montes hasta donde te bajes. Aquí pagas por minutos. 50 céntimos por 15 minutos de viaje. Hay personas dentro de los vehículos que hacen controles cada cierto tiempo. Si tu billete no es válido, te llevas una multa del carajo. Desde luego, para mí, viajar en transporte público se me hace raro de cojones, pero lo haré constantemente cuando obtenga mi habitación de la residencia.

Cogimos el verdadero tranvía que nos llevaba al barrio judío. Un barrio lleno de historia. Los que han visto la película "La lista de Schindler" saben a lo que me refiero. Lo poco que sé de los judíos es que saben mucho de matemáticas. Ni siquiera sé si esto es verdad. Supongo que será un tópico del tipo "todos los españoles aman las corridas de toros". Cuando me introduzco a alguien, procuro decir "I'm Jesua from Spain, OLÉ!", en honor al tópico español.

El barrio judío es bastante bonito: candelabros típicos, todo iluminado, donde se realiza la sinagoga tan característica y famosa que la plaza le precede. Repito que para la historia soy nulo. Lo demostramos yo y mis compañeros de bachillerato al pasar olímpicamente de nuestra profesora de historia. La pobre lo intentaba, pero no lo suficiente. Como si quisiera darle una patada al pasado, lo único que se me quedó en la memoria es la comida: el Zapiekanka. Imaginaos un pan pizza de tamaño de vuestro brazo. Que descomunal, que delicioso. Mi estómago se resiente un día más en este país de lujuria culinaria.

Creo que pasamos más tiempo comiendo que aprendiendo la cultura del lugar. Somos escoria que va a lo que le interesa. Menos mal que el capitalismo se alimenta de esa escoria, si no, viviríamos debajo de un puente.

Con ganas de repetir, volvimos al bar inglés, ésta vez accesible, a ver el partido del Barça VS Sparta. Tengo que reconocer que este partido lo gocé más que el del día anterior. Crecí en una familia que apoyaba al Barça, y muchos de mis amigos también eran del mismo equipo, así que era normal que me sintiera más cómodo apoyándolo. Cada gol que marcaba resonaba por todo el bar, celebrando con júbilo su inminente victoria. La cerveza ayudó a avivar dicha euforia.

Éramos los cuatro de siempre, Ángel, un canario más llamado Yarilo y dos polacas muy simpáticas, amigas de estos dos últimos. Cuando terminó el partido, fuimos a un pub donde la cerveza estaba barata. 40 cl a un euro. Os podéis imaginar las conversaciones y risas que nos echamos bebiendo. Incluso intentamos que las polacas se dieran un pico al estilo American Pie 2... la cosa acabó con un compañero y yo dándonos un beso de 5 segundos y no obteniendo respuesta de las señoritas. Hasta en ésto lo estafan a uno en Polonia.

Estando la mayoría contentillos, salimos del pub y separamos nuestros caminos, trabajadores y estudiantes Erasmus, fijando el objetivo de estos últimos en una discoteca: el Coco Club. Me habían llenado de expectativas, las cosas como son: "Las marchas en Polonia son la ostia", "Las chicas son unas golfas", "El Coco está increíble"... lo admito, fue entrar a la sala de baile, escuchar la canción más motivante de la película Project X: Heads will Roll, y pensar que la noche sólo podría seguir hacia arriba.

El sitio está increíble. El ambiente no está nada mal... Pero no fue nada que no haya visto antes. Puede que haya sido los diez minutos que me dejaron esperando fuera para poder entrar o que la música no fuera nada trascendental, pero lo cierto es que me desmotivé enseguida.

Volvimos a separar nuestros caminos. Yo formaba parte del grupo que volvía a casa a descansar. Supongo que no soy de esos Erasmus que lo petan nada más llegar. Supongo que soy de esos que sólo quieren encontrar algo diferente, pero que no saben de que se trata. Ahora mismo sólo quiero dormir y descansar.

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