Me perdí el desayuno. Sin tiempo a pensar demasiado, me di una vuelta por las calles en busca del banco ING. En esta ciudad las tiendas abren todos los días de la semana, así que pensé que la dinámica de los bancos sería parecida. Recordé las palabras de Ángel: "Cómo se nota que aquí no hay crisis". España podría aprender mucho de este país.
Para mi desgracia, los bancos no trabajaban igual. Volví a hostal para preparar las cosas y tirar para el apartamento de los chicos.
"¿No bendecimos la mesa?", pregunté irónicamente. Nuestras conversaciones eran puras pullas y comentarios sarcásticos. Lo pasábamos bien. "Yo sólo me acuerdo de Dios cuando me cago en él", dijo mi compañero mientra me reía a carcajadas. He de reconocerle el ingenio, pero no nos convendría hacer ese tipo de bromas en la calle. Los polacos son gente muy religiosa, y basta con que te toque uno chungo que sepa español para saber que ese día volverás a casa con algún hueso roto. Os sorprendería ver la cantidad de gente de aquí que sabe español. Me avergüenzo de no chapurrear decentemente el inglés.
¿Sabéis que es lo que más echo de menos?. Los váteres. Es bien conocido que tengo facilidad para hacer mis necesidades en casi cualquier lugar, pero los váteres polacos... cómo decirlo, son una caca. ¿No os sentíais a gusto cuando salía el pino tan tranquilo y escuchabais el sonido limpio y celestial que emitía al entrar en el agua?. Los váteres polacos, por dentro, son como cascadas: horizontales hasta llegar al fondo del abismo. Maldita sea, que se queda pegado en la porcelana. Es una agonía y un suplicio levantarte y ver cómo te saluda tu nuevo amiguito. Parece que el agua no se lo va a llevar, horrible. "Tienes que despedirte de él y todo cuando tiras de la cadena", comenta mi compañero mientras debatíamos este tema. Echo de menos hasta que el asunto te salpique. Te sientes sucio cuando acabas.
Compramos provisiones en el Carrefour: pierogi para el almuerzo de mañana, agua, atún, refresco... yo volví a la sección de golosinas a informarme mejor del sabor de los chocolates. Ojo al dato: chocolate con chili, chocolate con wasabi, chocolate con sal marina... no sé cuál me repugna más. Cuando tenga dinero, los compro todos y hago un experimento culinario. Mi paladar maldecirá mi curiosidad.
Salimos a cenar al KFC. Yo no tenía un puto duro, pero me invitaron a un par de deliciosos Long Chickens. Intenté negarme, pero cuesta decir que no cuando te ponen la comida en la cara. La gente que me da de comer no la olvido nunca, y mis compañeros se estaban ganando mi respeto.
El plan para el domingo noche era algo tranquilito: ver el partido del Madrid contra el Rayo. No nos habíamos bebido ni la mitad de la cerveza cuando supimos que el partido se había suspendido. Las bromas acerca de que el Madrid boicoteó el partido para evitar descender eran nuestro consuelo por un intento fallido de pasar el tiempo con los colegas... pero aquí siempre hay un plan b.
El Carpe Diem 2 tiene karaoke los domingos, y cervezas baratas. Escuchar Mad World mientras jugábamos al futbolín fue increíble. Uno no puede evitar ponerse en plan peliculero, como si protagonizara un videoclip, y la canción sonara por y para mí. Me ayudó a evadir el hecho de que me estaba llevando una paliza al futbolín. Mi zurda no es muy buena. Pero bueno, con un poco de práctica, pude ganar un partido de cuatro.
Han sido unos días muy duros, pero todo iba a cambiar nuevamente. Mi última noche en el hostal. Adiós a las habitaciones abarrotadas de gente. Adiós a los desayunos perdidos. No veía la hora de que fuera de día y empezar a conocer lo que sería mi hogar en los próximos meses... mierda, tengo que aprenderme los horarios de la guagua. Deberes nocturnos, genial.
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