El móvil sonó. Cagarse en el señor era poco. La noche anterior la había pasado canutas. Muchas cervezas y muchos vodka cherrys. Decir que tenía resaca era poco.
"Tío, que tenemos la reunión de nuestra facultad a las doce", me dijo uno de mis colegas. Las palabras no me salían. Estaba medio afónico. Tenía una hora para espabilarme y dirigirme al centro. Cuando me dijeron que los polacos improvisaban con calma, no exageraban. Que te avisen por correo electrónico que en dos horas tienes una reunión muy importante es de mala leche. Eso no se hace.
"Eso no se hace loco", le dije a Carlos, un compañero de residencia y facultad. El viaje en guagua se me hizo eterno. Estaba mareado y con un dolor de cabeza horrible. Era difícil encontrar las palabras adecuadas para mantener una simple conversación. No podía ni con mi alma.
Nuestra reunión de facultad fue de lo más informal. A las 12 AM, el coordinador nos llevó a una esquina del pasillo para explicarnos todos los detalles. Qué debíamos hacer respecto a nuestras asignaturas y demás. Para mí, él solamente movía los labios de forma incontrolada. En un perfecto inglés, claro estaba, pero sonaba a chino a mis oídos. No me había recuperado aún del todo de la marcha del día anterior.
La cosa terminó rápido. Chiquito día de día de bienvenida estaba teniendo. Lo siguiente sería tomarme un café con mis futuros compañeros de facultad. Éramos todos españoles en su mayoría. Parecía que el inglés se iba a hacer de rogar ese año.
Amazing people. Era lo único que podía afirmar en ese momento, dado mi estado anímico. A las 4 PM de esa misma tarde teníamos la reunión con la ESN, el comité de estudiantes Erasmus. Se encargaban básicamente de organizar viajes y fiestas para alumnos Erasmus. Nos sacaban el dinero, vamos.
El Pachorra Team hizo acto de presencia a deshora, of course. Un poco más y no llegábamos a la sede de la ESN. Cientos de personas escuchaban la explicación del mentor de turno. Nos explicaban amablemente cómo nos carían el dinero de nuestros bolsillos. Qué gente tan maja.
Me senté en el piso, en un hueco que encontré al fondo. A pesar de entender completamente el inglés del polaco que nos explicaba toda la movida, yo sólo podía pensar en mi cama. Mi cómoda y calentita cama. Qué sola estaría sin mi esperando. La había abandonado a su suerte. Fría e inerte en Polonia. Es no se hace.
La reunión terminó antes de lo que yo creía. En aquella sala, una cuarta parte o más éramos españoles. Es increíble la cantidad de gente de mi país que viene hasta acá. Mi inglés se resentía por dos.
Mi periplo por encontrar una bebida fue algo accidentado. El lugar no era como para perderse. Yo desde luego, estaba ahí para ser la excepción a la regla. Sólo quería una Pepsi y acabar con mi agonía. ¿Así iba a ser toda mi estancia del Erasmus?.
De ahí, tiré a la residencia. No podía más con mi alma. La tarde y noche restante la pasé o en cama, o en frente del ordenador. Mantuve una agradable conversación con mis compañeros Erasmus de Alemania y con gente de Las Palmas. Jugando a juegos de miedo y pasando un buen rato. Tenía huevos la cosa. La cama me llamaba una y otra vez, reclamando mi presencia. Supongo que la amistad ganaba al sueño. Pero mejor no hacer esperar a éste último.
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