domingo, 30 de septiembre de 2012

Día 16

"¡Asadero, asadero!", dijeron mis compañeros de residencia. No podían ser más inoportunos. Yo me encontraba en la cocina, haciéndome unos espaguetis. Más tarde lo agradecí, ya que me salieron horribles.

En un abrir y cerrar de ojos, salieron de compras. No me había ni duchado, así que no me sumé al grupo de la compra. Suerte que justo el día anterior había comprado unas salchichas. Pude aportar a medias.

Hacía un día espléndido. La residencia universitaria empezaba a llenarse de gente, y de vida. Los cabritos del tercer piso de Balon aparecimos con todo el tinglado: carnes, chorizos, verduras, bebida, carbón... los seguritas no tardaron en avisarnos sobre la norma que nos impedía beber alcohol. "Homeless beer", dijo mi amigo Dani, mientras bebía de su cerveza en una bolsa.

Después de recoger algo de yesca de los alrededores, encendimos el fuego. Entre todos parece que conseguimos avivar las llamas sin problemas. "¿Tenemos limones?", preguntaron. Resulta que es normal limpiar la barbacoa con limones. Primera vez que lo veía. De toda la vida, las primeras chuletas limpian la barbacoa. Me ofrecí a comerlas, pero no coló.

Pollos, hamburguesas, chuletas, solomillo, chorizos, una costillaca enorme... se lo sabían montar, desde luego. "Tú no te vas a escapar", dijo Dani, mientras me traía un chorizo y una rebanada de pan. Cómo estaba, dios. Riquísimo. Con sus especias y la salsa. Adoro a ese tío.

Podía ver cómo mis amigos se preparaban platos de gourmet. Llegué a ver un filetazo con verduras de todo tipo. Acabamos reventados de tanta comida. Casi al anochecer, recogimos las cosas y volvimos a los dormitorios.

"¿Salimos de marcha?", me dijeron mis colegas de siempre por Facebook. ¿Otra vez?. ¿En serio?. Llevaba cinco días saliendo. No tenía dinero ni para la guagua. Tenía para ir, pero no para volver. No sabía que era peor. "Venga tío, yo te lo pago", insistieron. "Correcto", pensé. Un poco de colonia y para la parada.

Llegué a la guarida de los chicos. "Me falta alguien aquí...", pensé. Sólo estaban dos de ellos en el piso. El tercero había quedado... con una chica. "Me estás vacilando", dije. No daba crédito a mis oídos. Una gran noticia.

Cuando llegó al piso, lo acribillamos a preguntas. Parecíamos marujas. Realmente me alegraba por él, y al mismo tiempo, maldecía mi condición en la residencia. Si algún día triunfaba, no podría llevar a la piba a ningún lado. Maldita sea mi estampa.

Cuando llegó Ángel, llegó el despiporre. Nos gastamos una botella de vodka a chupitos. El zumo aquí es algo peligroso. Da igual que la bebida alcohólica tenga 50º o sea alcohol de farmacia. El zumo amortiguará el golpe. Te tomas diez chupitos y te crees Dios. Estás bien la primera hora. Después, los elefantes rosas aparecen.

Entramos de nuevo en el Coco. Mi experiencia allí no fue muy buena. Esa noche no mejoró mi opinión sobre el lugar. Lo que sí me sorprendió fue la actuación de una polaca que se marcaba unos solos de saxofón. Jodidamente mágico.

A partir de ahí, nuestro tour por los distintos pubs y discotecas fue eterno. Desde el Afera hasta el Carpe... a las 4 menos algo corrí hacia la parada de guagua. Me cerraron la puerta en las narices. Se ve que el tema del horario son muy estrictos. Cerdos.

Una hora tuve que esperar para que saliera la siguiente. Una putada. No obstante, mis compañeros de residencia llegaron para salvar la noche. Cagarme en el señor podía esperar. Ya tenía gente con la que sufrir el viaje de madrugada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario