jueves, 27 de septiembre de 2012

Día 13

Abrí los ojos. Bastian, mi compañero de cuarto, estaba sentado en frente de su escritorio, leyendo libro. Se levantó muy temprano, al contrario que yo. Yo volví de madrugada, después de una marcha.  Esperaba levantarme a las 2 PM como siempre que salgo de marcha, pero es imposible no madrugar aquí.

Ya me había acostumbrado a vivir aquí. La residencia tiene un rollito especial. Muy buen ambiente con Erasmus de todos los países. Es una gran experiencia.

Dani y yo almorzamos macarrones con atún. Nos costó la vida hacerlos. La cocina es extraña. Es eléctrica. Enciendes el fogón que quieres usar y luego tienes que apretar un botón en la pared para que la electricidad pase. Jodidamente raro. Un sistema de seguridad para que no se malgaste energía, supongo. Nada intuitivo de usar.

Las comidas son un despiporre. Ocho personas mínimo, cocinando, hablando y riendo. Ese día nos tocó lidiar con muchos españoles. Hablábamos de nuestra procedencia, nuestros estudios y demás. Si en la tercera planta hay 30 personas, una tercera parte son españoles fijo.

Después de comer, decidí hacer un poco de turismo por los alrededores. Empecé por las afueras de la residencia: canchas de baloncesto, fútbol y voleibol, barbacoas para hacer asaderos, estudiantes yendo y viniendo... muy bonito todo. El calor estaba presente ese día. Casi no podía creerme las historias del frío invernal que he oído sobre Polonia. Ya me tocará creerlas.

Yendo a las afueras, descubrí lo que sería mi futuro gimnasio. Tenía horario programado con muchas actividades, clases de salsa incluidas. No veo la hora de sacarme el carnet de estudiante.

Caminando más allá, encontré algo inesperado: una antigua pista de aterrizaje. La residencia se construyó al lado de un antiguo aeropuerto. De locos. Unas ruinas algo modernas en medio del campo. La curiosidad me pudo, así que seguí andando.

Larguísima la pista. Creo que caminé diez minutos y aún no llegaba a ver el final. Estaba rodeado por asfalto y verde campo. Extraña y fascinante combinación.

Aún más allá, encontré un camino entre la hierba que llevaba al museo aéreo. Me encontré a mucha gente montando en bici, paseando a sus perros o sentados y hablando cómodamente. El sitio era ideal para hacer un picnic. 

Llegué a las puertas del museo. Estaba cerrado, pero pude ver todo tipo de aviones. "Interesante", pensé. Me di la vuelta y volví a mi dormitorio.

"¿Vamos?", dijo Dani. Habíamos quedado con una amiga suya en el centro. A dar una vuelta y tomarnos unas cervezas. Perfecto.

"¿Sólo 4 zlotys?", pensé. El Carpe Diem 1 era igual de genial que el 2. Cerveza barata y buen ambiente. Idolatro ese maldito pub. A las 8 y media ya estábamos contentillos. La cerveza polaca es sublime. Y más barata que el agua. Este país te invita a beber. 

Dani, Elisa y yo estuvimos todo el rato hablando y riendo.. hasta que nos entró hambre. Zapiekanka en el barrio judío se dijo. Tardamos, pero encontramos el lugar. El siguiente paso sería salir de marcha.

El Frantic es un sitio curioso. La fiesta estaba organizada por MyErasmus.pl, así que esperaba encontrar a muchos Erasmus ahí abajo. Efectivamente, mucha gente bailando, mujeres sobre todo. No sabría decir si eran de aquí o no, pero me dio igual. Bailé como si no hubiera mañana.

A partir de la 1 AM, la música pasó a hacer algo repetitiva. Me la comió a muerte, así que decidí salir con Elisa a buscar algo de agua. Esa mujer es muy simpática. Sabía que la vería en muchas marchas de aquí al resto del año. Sólo el tiempo lo diría.

Fuimos a buscar algo de beber... ¡AL AQQ HOSTEL!. No había pasado ni dos días y ya estaba volviendo a ese horrible lugar. Infinita casualidad que ella también se hospedara allí. 

Pasamos el rato hasta que Dani llegó. Ya era hora de irnos, así que fuimos a la parada de guagua. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que me habían cambiado el horario... y la guagua que tenía que coger. Sin avisar y sin vaselina. No puedo despistarme ni un día.

Nos encontramos a un compañero de la residencia, Marco, durmiendo medio borracho en la parada. No lo parecía cuando llegamos, pero el colega estaba hecho pizco. "Hey, the bus is here, let's go", le dije al colega. "Yes", me dijo. Se quedó en el sitio y siguió durmiendo. No sabía que hacer. Dani y yo nos quedamos en plan "loco, si te dijo que sí, ¿por qué no se mueve?". No había confianza para estar agarrándolo y llevándolo a cuestas. Una situación nueva e incómoda.

Después de barajar situaciones, como abandonarlo, decidimos insistir hasta que reaccionó y montó en la guagua. Llegamos todos sanos y salvos a nuestro hogar común. Espero que mi próxima marcha sea con esta gente. Me ofrecerán una historia que contar.

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