miércoles, 19 de septiembre de 2012

Día 5

Pérdida total de la dignidad. Caminar por las calles de Cracovia, solo y en pijama, en busca de algo de gel y champú. Mis compañeros se llevaron los productos de ducha, ya que eran suyos, claro está. Maldita sea, iba tan guarrete que me daba grima estar en mi propio cuerpo. Tuve que saltarme el desayuno e ir directamente a buscar provisiones. A la vuelta, recordaba el momento en que vi a un tío disfrazado de caballero feudal, cerca del hostal. Me señaló con su espada, y me dijo "I want your head!". Me encantó, pero me alejé por si acaso usara esa espada extrañamente realista para pedir dinero.

Aquí los mendigos son honestos. En sus carteles pone claramente "I want money for beer". Dignos de admiración, si señor.

Mientras me duchaba con algo menos que un croissant relleno de chocolate en mi estómago, pensaba en el plan de hoy: ir al piso de mis colegas, de ahí a la universidad a entregar más papeleo y luego al Carrefour a hacer la primera compra de los chicos. Es una tarea jodida, y no era mi responsabilidad hacerla con ellos (hasta les hice la cena anoche), pero lo peor que puedes hacer aquí es apalancarte y quedarte todo el día en cama, aunque ganas no me faltaban. Recordé las palabras de Ángel: "Tu actitud debe ser ésta: me la suda todo. ¿Qué no tienes ganar de salir?, da un paseo. ¿Qué estas cansado?, sal de marcha". No le faltaba razón. Voy a estar todo un año viviendo una vida nueva, siendo otra persona a la que solía ser. Soltarse debe ser lo primero que debo hacer.

A eso de las 12:10, mis compañeros aún no estaban listos para salir. La pachorra les corroe, con o sin piso propio. "¿Apuntaste el papel del culo en la lista de la compra?", dije mientras esperábamos a que todos estuviesen listos. Habían varias cosas apuntadas, de las cuales luego no compraríamos ni la mitad. Con unos cuántos empujones y prisas, salimos hacia la universidad.

Es muy bonito aquello: un recinto con las facultades próximas unas a otras, árboles bien repartidos, una cafetería en medio... nada que ver al rollo isleño al que estoy acostumbrado. En la oficina, mis compañeros dejaron la dirección de su actual piso, resolvieron algunas dudas, y partimos al supermercado. Son pequeños quehaceres que tienen que resolverse día a día... y siempre hay algo que hacer.

Bezgazowana. Sin gas. Agua sin gas. Pronunciado vendría a ser bezgasobana. Mientras hacíamos la compra, no podía parar de repetir la frase mítica de la noche que hicimos el arroz: "¿Hacemos arroz a la gasobana?". Me río de cualquier tontería.

Era desesperante comprar viendo cada tipo de salsa de tomate a ver cual pesa más y vale menos, que paquete de espagueti traía más, qué estaba de oferta y qué no... a saber cómo se dice oferta en polaco. Lo único que me interesaba era nuestro almuerzo: paquetes de 3 pizzas y una bebida energética de un litro que vale menos de 50 céntimos. Aún la tengo en mi mano, a las 18:00, después de haberla usado para el almuerzo. Los Monsters valen menos de 1 euro. Mi hígado ya me va dando señales de que voy a morir, y que él se va a bajar del barco.

Mi segundo día de cocina también resultó satisfactorio. Pizzas al horno. En eso sí tengo experiencia, por suerte. La casera de mis compañeros les estaba resolviendo dudas mientras yo me ocupaba del horno: como encender la lavadora, las luces y el gas, el por qué de la lentitud de la conexión a Internet... las únicas palabras que me dirigió esa simpática señora fueron "be careful" y "Mr. Cooker Man!", cariñoso apodo que me puso entre ella y mis colegas, al no saber ninguno de nosotros como se decía cocinero.

Hemos tenido unos días muy duros y estresantes, y algunos están hartos de pasarlo mal. Así que decidimos salir a ver el partido del Madrid contra el Manchester. Mi primera noche en un bar de fútbol, en Cracovia, al menos. Estoy abrumado por tantas primeras cosas.

Nos reunimos los 3 mosqueteros y Dartañan, acompañados de nuestro guía y amigo Ángel, y tiramos para el centro. Aquí en Polonia los partidos de fútbol son casi sagrados, y están muy bien organizados. Los bares tienen su propio calendario con los partidos que echan día a día, para que puedas ver el partido que estés interesado. Una vez echaron un Las Palmas-Tenerife. Un descojone. En los partidos importantes no puedes ni pasar por la puerta. La magia del fútbol, cuyo poder aún desconozco.

El primer lugar al que visitamos, un bar de deportes llamado English Football Club, estaba hasta los topes. Lo único que valió la pena de esa visita fue recoger una tarjeta de descuento para fiestas Erasmus, del grupo Kakao Krakow. Descuentos por doquier. "It's free!!", dijo mi compañero de Valsequillo. El segundo destino era una pizzería, la cuál suele poner partidos de fútbol. Menos hoy. Ésta vez les dio por el boxeo. Nuestro tercer y último destino fue el bar irlandés. Un interior rocoso, enorme, con tres pisos, barra y televisores en cada uno. Podías encontrarte dos o tres partidos retransmitiéndose al mismo tiempo, es acojonante.

Birras de medio litro a 2.25 euros (y es de las caras), un trozo de pared y a disfrutar del partido. Se ve que había mucha gente del Madrid en el lugar, aunque no sabría decir si todos eran españoles. Pasamos el rato disfrutando del juego, hablando y riendo. Fue lo más normal y a su vez más gratificante del mundo.

Cuándo sales con Ángel, siempre estás descubriendo sitios nuevos: pubs, restaurantes, monumentos... demasiada información para asumir y almacenar. Nos llevó a cenar a un restaurante, pequeño y barato, donde comimos un plato de pasta exquisito: pierogi. Son como raviolis rellenos de carne (o queso en mi caso), pero más grandes. Me llené con 2 euros. Este país es mi ruina. De tres horas de conversación, dos horas y media la pasamos hablando de comida. Horrible.

Salimos todos los días. No paramos de movernos. Podemos estar felices, tristes, agotados, eufóricos o desganados, pero seguimos caminando... y no me gusta caminar. Éste va a ser el año al revés.

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