martes, 18 de septiembre de 2012

Día 4

La leche aquí está de muerte. No sé si son paranoias mías o simplemente que aquí las vacas polacas las alimentan bien, pero es lo mejor que hay para tomar en el desayuno. Hoy compartí mesa con polacos y alemanes. Mucha gente viene a este hostal al día. Hice cálculos: si una noche son 10 euros, y viniera sólo una persona por noche, ganarían al mes 300 euros aproximadamente. Con ese dinero se puede alquilar un piso al mes bastante decente... y vienen muchas personas al día. A ésta gente no le debe faltar de nada.

No todo es así de bonito. Nuestro nivel de vida es parecido al de ellos, y hay trabajos realmente duros. Un polaco que trabaja en un restaurante de comida rápida cobra 1 euro la hora... ser residente del país tiene sus desventajas, aunque con el suelo mínimo de 600 euros que tenemos en España, aquí podríamos vivir y darnos más de un capricho.

Ingerí la última tostada con mermelada mientras recordaba la madrugada del día anterior. Otro italiano llegó a las 5 de la mañana, y le tocó la litera encima de mi cama. El susto fue monumental. Luego ya apenas pude dormir. El tío no paraba de moverse y hacer ruidos raros con las sábanas... yo sólo quería que fuera ya de día, y se había cumplido mi deseo. Me vestí, cogí el pasaporte y los papeles importantes, y salí con los demás.

Afuera nos esperaba la mentora de mis compañeros de hostal, Agata. Una polaca muy simpática de mi edad: rubia, blanca de piel, de mi estatura y con gafas. Es también una de l@s coordinador@s jefe del programa de mentores Erasmus. De mi edad y teniendo tantas responsabilidades, por no hablar de que vive sola. ¿Qué demonios estoy haciendo con mi vida?.

Como ángel venido del cielo, vino para ayudarnos a resolver nuestros problemas. Si alguna vez tenéis la suerte de venir hasta Cracovia de Erasmus, no lo dudéis y solicitad un mentor, os aseguro que no os arrepentiréis.

Fuimos a un banco de ING polaco. Necesitaba abrirme una cuenta en uno si quería ahorrarme las comisiones a la hora de sacar dinero de los cajeros. Me temía lo peor, teniendo en cuenta mis anteriores experiencias con polacos gruñones, pero esta vez tuvimos suerte, y nos tocó una señora muy simpática y con una gran paciencia. "Hahahahaha!", reían ambas señoritas, dependienta y mentora, al contemplar mi flamante ortografía. He de confesar que escribo como un niño de 5 años. A pesar de ello, no esperaba que mi firma causara tal sensación. Me avergoncé por no practicar una buena firma en su momento. Aunque me alivia saber que del grupo, no soy el único con parkinson en la mano a la hora de escribir.

Nos quedábamos sin tiempo, así que aligeramos el paso al estilo polaco (fuera coñas, parece que todos aquí tienen prisa) y nos dirigimos a nuestro siguiente destino: un piso cerca de la facultad. Mis tres compañeros contrataron una agencia para que les buscara piso, pues ninguno tenía plaza en la residencia como yo. Dos chicas de la agencia se nos acercaron: Milena y otra chica cuyo nombre no puedo acordarme, ya que estaba centrado en otros asuntos. Las seguimos hasta el piso en cuestión. Qué casa: tres dormitorios enormes, cocina enorme, con su baño y un balcón precioso. El sitio ideal para pasar el año con dos amigos y a lo loco. Envidia me dio estar fuera de dicho paraíso, pero bajo mis condiciones económicas, tengo suerte de estar aquí. De no ser por el apoyo de mi familia, me comería los mocos ahora mismo. Me mantuve al margen de la decisión que tomaran esos tres, pero la paciencia había tornado en desesperación, y la decisión de pillar el apartamento era evidente. Después de llorar al saber el precio, quedaron con las chicas para reunirse más tarde y terminar por fin con este asunto.

Seguimos nuestra ruta. Teníamos que ir a la politécnica a firma el certificado de llegada. Sin ese papel me quedo sin beca, así que es prioritario. Ahí estaba: Politechnika Krakowska, mi centro de estudios en los próximos 9 meses. Agata nos llevó a la administración, a lo que yo creo que era la secretaría de relaciones internacionales. Debería preguntar más hacia dónde estoy yendo. "What is your presents?", dijo Agata. Resulta que había firmado y salido de la oficina sin que me dieran unos regalos que tenían para mi, como bienvenida a la facultad. "MY PARTNERS TOLD ME YOU HAVE SOMETHING FOR ME?¿?¿?", dije. Entre alguna que otra risa, recibí una taza y una camisa de la politécnica. Que monos, pensé.

Después de separarnos de Agata, que tenía que hacer unas diligencias, de comer en la Galaeria Krakowska,   y volvernos a encontrar con ella, llegó el momento de mi segundo round con el que polaco antipático del PLAY. Ahora que tenía ayuda polaca, no me iba a ir del centro comercial sin mi preciada tarjeta SIM.

Estábamos frente a frente. La frase "¿?¿Qué pasó mi colega?¿?" rondaba mi mente. Palabras indescifrables salían disparadas de la boca de Agata. El polaco gruñón no se inmutaba, y se las devolvía una a una. La cosa estaba caliente cuando de repente... resulta que no le quedaban tarjetas. Será primo. Ya podría habernos ahorrado 10 minutos preciosos de nuestro tiempo. Por la cara de Agata, sabía que no eran paranoias mías, y que ese hombre le faltaba una o dos pizcas de saber comportarse con el prójimo.

Pero bueno, la historia tiene un final feliz, y dos tiendas más allá conseguí mi preciada tarjeta para el móvil. Con perseverancia y una buena mano amiga, las cosas salen a pedir de boca.

Volvimos al hostal hechos polvo, no podíamos más... aunque mis compañeros aún tenían que firmar el contrato para obtener el piso. Así a las 19:00 salieron. Solo me hallo entre los muros de mi habitación, con algún que otro extranjero (a parte mí) entrando y saliendo por la puerta. En uno de esos ires y venires, uno de mis compañeros de cuarto entró para ofrecerme un vaso de vino. "¿Qué cojones?", pensé. Pero oye, escribir unas líneas en mi blog mientras bebo un vasito de vino es lo mas bohemio que he hecho nunca, así que, ¿por qué no?.

"¿Ahora?. Ahora a follar, si cuadra...", respondieron mis colegas al volver de su nuevo piso, ya que yo les estaba guardando sus maletas. La moral de mis colegas estaba por los suelos. Se habían dejado todo el dinero pagando el piso, y los que le quedaba era lo justo para malvivir. Lo siguiente sería aguantar hasta la próxima paga familiar que entrara en sus arcas.

Salimos al 24 a comprar algo que comer en el piso. Una semana de comida basura les había pasado factura, y también querían estrenar su nueva cocina. Arroz, ketchup y una docena de huevos, por 4 euros. No nos gastamos más, ya que había aceite y sal en el piso. A pesar de tener casa estaban algo desanimados por temas económicos, pero encontramos la forma de verle el lado positivo a todo el asunto.

La noche acabó estrenándome por primera vez como cocinero. Lo mejor que me salió fueron los huevos fritos y las tortillas francesas... como si fuera un misterio de la cocina, pensaba mientras zarandeaba la sartén. "El arroz sabe raro loco", decíamos mientras nos reíamos. Nuestra primera cena medio decente en Cracovia. Parece que la cosa iba a mejor, y éramos felices.

Salí del piso, de vuelta al hostal. A medida que caminaba y sentía el frío en mi cara, me daba cuenta de que volvía para dormir solo. Las calles parecían más solitarias y tenebrosas que antes, pero no tenía miedo. Tarareé una canción y seguí andando.

4 comentarios:

  1. Ya tiene que ser bueno el piso para quedarse casi sin dinero. Vas a volver hecho un hombre, estoy orgulloso de ti (lágrima en ojo).

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    Receta del arroz (la que yo utilizo): Calentar un poco de aceite (muy poco) con un ajo, vertir una taza de arroz, remover un poco para que se dore el grano, un puñadito de sal y acto seguido echar dos tazas de agua. Lo remueves de nuevo un poco, dejas que pase veinte minutos hasta que este bien hecho y listo.

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