domingo, 30 de septiembre de 2012

Día 16

"¡Asadero, asadero!", dijeron mis compañeros de residencia. No podían ser más inoportunos. Yo me encontraba en la cocina, haciéndome unos espaguetis. Más tarde lo agradecí, ya que me salieron horribles.

En un abrir y cerrar de ojos, salieron de compras. No me había ni duchado, así que no me sumé al grupo de la compra. Suerte que justo el día anterior había comprado unas salchichas. Pude aportar a medias.

Hacía un día espléndido. La residencia universitaria empezaba a llenarse de gente, y de vida. Los cabritos del tercer piso de Balon aparecimos con todo el tinglado: carnes, chorizos, verduras, bebida, carbón... los seguritas no tardaron en avisarnos sobre la norma que nos impedía beber alcohol. "Homeless beer", dijo mi amigo Dani, mientras bebía de su cerveza en una bolsa.

Después de recoger algo de yesca de los alrededores, encendimos el fuego. Entre todos parece que conseguimos avivar las llamas sin problemas. "¿Tenemos limones?", preguntaron. Resulta que es normal limpiar la barbacoa con limones. Primera vez que lo veía. De toda la vida, las primeras chuletas limpian la barbacoa. Me ofrecí a comerlas, pero no coló.

Pollos, hamburguesas, chuletas, solomillo, chorizos, una costillaca enorme... se lo sabían montar, desde luego. "Tú no te vas a escapar", dijo Dani, mientras me traía un chorizo y una rebanada de pan. Cómo estaba, dios. Riquísimo. Con sus especias y la salsa. Adoro a ese tío.

Podía ver cómo mis amigos se preparaban platos de gourmet. Llegué a ver un filetazo con verduras de todo tipo. Acabamos reventados de tanta comida. Casi al anochecer, recogimos las cosas y volvimos a los dormitorios.

"¿Salimos de marcha?", me dijeron mis colegas de siempre por Facebook. ¿Otra vez?. ¿En serio?. Llevaba cinco días saliendo. No tenía dinero ni para la guagua. Tenía para ir, pero no para volver. No sabía que era peor. "Venga tío, yo te lo pago", insistieron. "Correcto", pensé. Un poco de colonia y para la parada.

Llegué a la guarida de los chicos. "Me falta alguien aquí...", pensé. Sólo estaban dos de ellos en el piso. El tercero había quedado... con una chica. "Me estás vacilando", dije. No daba crédito a mis oídos. Una gran noticia.

Cuando llegó al piso, lo acribillamos a preguntas. Parecíamos marujas. Realmente me alegraba por él, y al mismo tiempo, maldecía mi condición en la residencia. Si algún día triunfaba, no podría llevar a la piba a ningún lado. Maldita sea mi estampa.

Cuando llegó Ángel, llegó el despiporre. Nos gastamos una botella de vodka a chupitos. El zumo aquí es algo peligroso. Da igual que la bebida alcohólica tenga 50º o sea alcohol de farmacia. El zumo amortiguará el golpe. Te tomas diez chupitos y te crees Dios. Estás bien la primera hora. Después, los elefantes rosas aparecen.

Entramos de nuevo en el Coco. Mi experiencia allí no fue muy buena. Esa noche no mejoró mi opinión sobre el lugar. Lo que sí me sorprendió fue la actuación de una polaca que se marcaba unos solos de saxofón. Jodidamente mágico.

A partir de ahí, nuestro tour por los distintos pubs y discotecas fue eterno. Desde el Afera hasta el Carpe... a las 4 menos algo corrí hacia la parada de guagua. Me cerraron la puerta en las narices. Se ve que el tema del horario son muy estrictos. Cerdos.

Una hora tuve que esperar para que saliera la siguiente. Una putada. No obstante, mis compañeros de residencia llegaron para salvar la noche. Cagarme en el señor podía esperar. Ya tenía gente con la que sufrir el viaje de madrugada.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Día 15

Se estaba convirtiendo en costumbre eso de levantarme solo. Parece que mi compañero de cuarto siempre tiene algo que hacer. Me parece curioso, simplemente.

Me pasé la mañana aprovechando que el portátil seguía viviendo para conectarme a Internet. El pobre estaba muy machacado, y le empezaba a fallar el ventilador. Sin éste, mi HP no se molestaba ni en llegar al inicio de sesión. Otro bache en mi camino.

Dani y su compañero de cuarto, Eduardo, estaban almorzando en la cocina. Sus platos se veían deliciosos. Yo me disponía a hacer arroz con atún y un huevo frito... otra vez. No recuerdo cuántos huevos debía comerse uno por semana, pero yo desde luego había rebasado el límite.

"¿Qué cojones?", dije al abrir la nevera. La garrafa de agua que había puesto hará un par de días se había congelado. Congelado en la parte donde se conserva la comida, no donde se congela. "Las neveritas que este año están en los dormitorios lo petan", pensé. Dicho suceso, y el hecho de comer por tercera vez arroz, me hizo darme cuenta de que me urgía una pequeña compra.

El Leviatán es un supermercado que se encuentra no muy lejos de la residencia. Ideal para los estudiantes. Tiene lo justo para llevar una modesta compra a tu casa y vivir semana a semana.

Espaguetis, arroz, aceite, tomate... comida para un soltero que no sabe cocinar aún. "¡Pierogi!", exclamé al ver el paquete. Lo metí en la cesta sin dudarlo. Esa noche cenaría como un rey.

Maquinillas de afeitar, algunas chorradas más y a la caja. Debía darme prisa y prepararme para la noche, pues el plan de entonces era algo especial.

Después de sangrar medio litro sangre por culpa de la calidad de las hojillas de afeitar, me dirigí a la cocina. La gente de Balon estaba de lo más animada: cervezas, vodka, zumo por un tubo... y también leche. Timo, un chico turco de lo más singular, me ofreció un chupito de vodka con miel y leche. Exquisito. Te quema la garganta, pero que bebida no lo hace. Se hicieron las 12 PM entre risas y fiestas.

"Come on guys!, let's go!", dijo nuestra mentora polaca, que acababa de llegar. Nuestro objetivo era ir todos al centro de marcha. Destino: Base club.

Estoy harto de comprar billetes que no me van a revisar. Podría haberme ahorrado mucho dinero viajando de morro en la guagua. Supongo que así es como la gente baja la guardia.

Había una gran cola en la puerta del Base club. Polacos y Erasmus por doquier. Por mi condición de Erasmus, pude entrar gratis. Ventajas de ser extranjero, supongo. El ocio aquí está tirado.

La mejor discoteca que he pisado hasta ahora. Y si no, la segunda. Enorme. Lleno de gente. Full of people. Nos sacaron los ojos por tres chupitos de vodka puro, pero no nos importó. El ambiente era increíble, y la compañía no estaba nada mal. Hasta mis amigos, los de siempre, entraron en el Base con nosotros. "¿Te lo dije o no te lo dije?", me dijo Ángel, recordándome lo increíbles que son las marchas aquí. Sí que me lo dijiste socio. Y tenías razón.

Ya costaba aprenderse todos los nombres de los españoles que residíamos en Balon. Recordar el nombre de los del resto de países se me antojaba imposible. Muchas chicas y chicos increíbles, todos bailando y pasándolo bien. Bailé con tres chicas esa noche. La cosa mejoraba por momentos. Podía notar ese sentimiento de libertad. Esa sensación que te obligaba a cometer locuras, respetando, claro está, las normas cívicas más básicas. El miedo se perdía, y el valor te llevaba de su mano, directo hacia el centro de la pista de baile.

Al final de la noche, tuvimos que correr un gran trecho para no perder la guagua. Parece que todos mis días terminan conmigo cogiendo la guagua después de una marcha. Recordé las palabras que Marlon me dedicó al saber de mis aventuras: "Bueno loco, de momento parece ser que no te acuestas pensando ``vaya mierda de día´´ ". Con una sonrisa, me subí al autobús de los borrachos.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Afera

El día no había empezado muy bien. Nada grave. Fue un cúmulo de cosas que se iban amontonando una a una: no tenía teléfono, no podía hacer transferencia de mi banco al polaco, mi pésimo inglés dificulta el tener conversaciones normales, me tuvieron que ayudar a encender la cocina... la cosa llegó hasta el final del vaso, pero sin rebasarlo

Embajonado, fui a casa de mis colegas. Mi refugio. Un día sin verlos y ya los echaba de menos. La falta de gente conocida con la que desahogarte hace mella, y esos chicos se han convertido en mis parientes más cercanos aquí.

Un culo y unas cervezas. No puedo decir que la cosa me animara mucho, pero agradecía de verdad la distracción... y bueno, la cerveza ayudó, desde luego

El plan era salir de marcha a las 11 PM. Como miembros del recién nombrado "Pachorra Team", salimos de casa a las 12 PM. No nos esperaba nadie esta vez, así que la demora no me disturbó. Nuestro destino era el Afera: una discoteca situada en las cercanías del Carpe Diem 2.

El ambiente del lugar no podía ser mejor. Las fiestas Erasmus están llenas de eso, Erasmus. Y más del tercio de ellos son españoles. Esa noche quería algo diferente a lo que ya conocía. Y vamos si lo conseguí.

No sabría como describir la arquitectura del lugar. La discoteca tendrá como 4 habitaciones. Sitios para pedir copas, sentarse y una gran pista de baile. Sobra decir que pasé la mayor parte de mi tiempo bailando.

La gente se divertía como nunca. Respecto a la música, puedo afirmar que es la primera discoteca que no me ha disgustado ninguna canción. Una tras otra, bailaba y reía. Era jodidamente feliz. Hasta olvidé la gran bolsa del pie que no me dejaba apenas caminar.

Aquello estaba lleno de mujeres preciosas. Aún no soy consciente de mi condición de Erasmus. Se supone que tengo que desinhibirme aquí, soltarme y ser yo mismo. O no serlo, según se mire. Aún así, bailar se sentía diferente. Uno estaba acostumbrado a bailar con su gente. Estar rodeado de caras conocidas y pasarlo en grande. En Las Palmas, sólo te hundías entre la multitud si estabas borracho, y completamente ajeno a tu alrededor. Las marchas en Polonia son todo lo contrario. Puedes estar entre la gente y no sentir tal cosa. Estaba a gusto,  rodeado de desconocidos que me sonreían. Era una sensación increíble. Ni el hecho de ser perreado por un tío me descolocó. La gente lo pasaba bien, y lo demostraba arrimando cebolleta a otros hombres... o eso quiero pensar.

La noche seguía su curso, y mi compañero y yo no parábamos de bailar. Nos pusimos al lado del DJ, donde teníamos una vista completa del resto de la pista. Unas chicas muy simpáticas nos acompañaron bastante tiempo durante la noche. Simpáticas del tipo acariciar mi pelo. Revolverlo, mas bien. Simpáticas del tipo que te quitan la ropa. Literal.

No puedo decir que me no sintiera incómodo mientras me desabrochaban la camisa, pero eh, estaba en Polonia. Que cojones.

Cuatro sublimes Cheeseburguers nos acompañaron a mi colega y a mi de camino a casa. Una sonrisa de oreja a oreja y una gran sensación de satisfacción. Y así, amigos míos, es cómo se supera una depresión.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Día 13

Abrí los ojos. Bastian, mi compañero de cuarto, estaba sentado en frente de su escritorio, leyendo libro. Se levantó muy temprano, al contrario que yo. Yo volví de madrugada, después de una marcha.  Esperaba levantarme a las 2 PM como siempre que salgo de marcha, pero es imposible no madrugar aquí.

Ya me había acostumbrado a vivir aquí. La residencia tiene un rollito especial. Muy buen ambiente con Erasmus de todos los países. Es una gran experiencia.

Dani y yo almorzamos macarrones con atún. Nos costó la vida hacerlos. La cocina es extraña. Es eléctrica. Enciendes el fogón que quieres usar y luego tienes que apretar un botón en la pared para que la electricidad pase. Jodidamente raro. Un sistema de seguridad para que no se malgaste energía, supongo. Nada intuitivo de usar.

Las comidas son un despiporre. Ocho personas mínimo, cocinando, hablando y riendo. Ese día nos tocó lidiar con muchos españoles. Hablábamos de nuestra procedencia, nuestros estudios y demás. Si en la tercera planta hay 30 personas, una tercera parte son españoles fijo.

Después de comer, decidí hacer un poco de turismo por los alrededores. Empecé por las afueras de la residencia: canchas de baloncesto, fútbol y voleibol, barbacoas para hacer asaderos, estudiantes yendo y viniendo... muy bonito todo. El calor estaba presente ese día. Casi no podía creerme las historias del frío invernal que he oído sobre Polonia. Ya me tocará creerlas.

Yendo a las afueras, descubrí lo que sería mi futuro gimnasio. Tenía horario programado con muchas actividades, clases de salsa incluidas. No veo la hora de sacarme el carnet de estudiante.

Caminando más allá, encontré algo inesperado: una antigua pista de aterrizaje. La residencia se construyó al lado de un antiguo aeropuerto. De locos. Unas ruinas algo modernas en medio del campo. La curiosidad me pudo, así que seguí andando.

Larguísima la pista. Creo que caminé diez minutos y aún no llegaba a ver el final. Estaba rodeado por asfalto y verde campo. Extraña y fascinante combinación.

Aún más allá, encontré un camino entre la hierba que llevaba al museo aéreo. Me encontré a mucha gente montando en bici, paseando a sus perros o sentados y hablando cómodamente. El sitio era ideal para hacer un picnic. 

Llegué a las puertas del museo. Estaba cerrado, pero pude ver todo tipo de aviones. "Interesante", pensé. Me di la vuelta y volví a mi dormitorio.

"¿Vamos?", dijo Dani. Habíamos quedado con una amiga suya en el centro. A dar una vuelta y tomarnos unas cervezas. Perfecto.

"¿Sólo 4 zlotys?", pensé. El Carpe Diem 1 era igual de genial que el 2. Cerveza barata y buen ambiente. Idolatro ese maldito pub. A las 8 y media ya estábamos contentillos. La cerveza polaca es sublime. Y más barata que el agua. Este país te invita a beber. 

Dani, Elisa y yo estuvimos todo el rato hablando y riendo.. hasta que nos entró hambre. Zapiekanka en el barrio judío se dijo. Tardamos, pero encontramos el lugar. El siguiente paso sería salir de marcha.

El Frantic es un sitio curioso. La fiesta estaba organizada por MyErasmus.pl, así que esperaba encontrar a muchos Erasmus ahí abajo. Efectivamente, mucha gente bailando, mujeres sobre todo. No sabría decir si eran de aquí o no, pero me dio igual. Bailé como si no hubiera mañana.

A partir de la 1 AM, la música pasó a hacer algo repetitiva. Me la comió a muerte, así que decidí salir con Elisa a buscar algo de agua. Esa mujer es muy simpática. Sabía que la vería en muchas marchas de aquí al resto del año. Sólo el tiempo lo diría.

Fuimos a buscar algo de beber... ¡AL AQQ HOSTEL!. No había pasado ni dos días y ya estaba volviendo a ese horrible lugar. Infinita casualidad que ella también se hospedara allí. 

Pasamos el rato hasta que Dani llegó. Ya era hora de irnos, así que fuimos a la parada de guagua. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que me habían cambiado el horario... y la guagua que tenía que coger. Sin avisar y sin vaselina. No puedo despistarme ni un día.

Nos encontramos a un compañero de la residencia, Marco, durmiendo medio borracho en la parada. No lo parecía cuando llegamos, pero el colega estaba hecho pizco. "Hey, the bus is here, let's go", le dije al colega. "Yes", me dijo. Se quedó en el sitio y siguió durmiendo. No sabía que hacer. Dani y yo nos quedamos en plan "loco, si te dijo que sí, ¿por qué no se mueve?". No había confianza para estar agarrándolo y llevándolo a cuestas. Una situación nueva e incómoda.

Después de barajar situaciones, como abandonarlo, decidimos insistir hasta que reaccionó y montó en la guagua. Llegamos todos sanos y salvos a nuestro hogar común. Espero que mi próxima marcha sea con esta gente. Me ofrecerán una historia que contar.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

El bus de los borrachos

Tyskie. La mejor cerveza de Polonia. La diferencia que tiene de alcohol comparada con una cerveza española es del 1%. Diréis que es poco, pero se nota. Eh, se nota.

Acababa de pasar un día de lo más curioso en la residencia. Conocí a mucha gente de muchos países. Sin ir más lejos, mi compañero de cuarto, Bastian, es de Francia. Estudia Ingeniería Civil y éste es su último año de estudios. Muchos estudiantes usan su último año para dedicarlo al Erasmus. Yo no me encontraba entre esos estudiantes.

Cogí la guagua dirección a la Galeria Krakowska. Tenía ganas de pasar un rato con mis colegas. Echar un parchís y beber unas cuantas cervezas.

Así que ahí estaba yo. Con 16 cervezas, caminando hacia el piso de los chicos. Me había metido dos bebidas energéticas en el cuerpo, y estaba como una moto. La tarde transcurrió entre risas y cerveza.

Es una putada ser el único que vive fuera del centro. Tener que esperar la guagua para irte a descansar es odioso. He maldecido mi suerte respecto a este tema desde que llegué aquí. Pero uno siempre se lleva sorpresas.

De madrugada, la única guagua que te lleva a Okulikiego es la 608. Sólo sale de madrugada, y las 5 AM deja de salir. La he bautizado cariñosamente como el bus de los borrachos.

Las marchas en Polonia acaban pronto. Si a las 3 AM no estás dentro de una discoteca, olvídate de entrar a ninguna otra. Sentado en la parada puedes ver decenas de jóvenes tambaleándose. Viejos trajeados que no pueden ni con su alma. Chicas hechas polvo en busca de un taxi. La cosa no pintaba bien para un extranjero como yo, pero no dejaba de resultarme gracioso.

A las 2 y media llegó la guagua. Éramos muchos esperándola. El panorama no podía ser más cómico.

En su marcha, la gente perdía el equilibrio a cada curva. Nunca había visto a un tío darse una ostia y no inmutarse. Se levantó y salió. Ni gesticuló. Yo sólo podía evitar soltar una carcajada.

Chicas juntas y acarameladas. Recordé las palabras de mi viejo amigo, Miguel, el italiano más loco que he conocido: "Qué.. ¿qué es eso?. ¡Uooooooh!. ¡SON LESBIANAS!. ¡Mira, mira, mira!. ¡Se están besando!. Que guarrillas, ¿no?". Todo un personaje.

Éramos tantos los jóvenes en el bus de los borrachos, que pensaba que todos nos bajaríamos en la residencia a armarla. Los más tranquilos, unas tres personas, incluyéndome a mi, fuimos los que nos bajamos. El centro es un lugar increíble para salir de marcha. Vale la pena la media hora de viaje de vuelta a casa, al menos para ésta gente. Creo que me va a empezar a gustar ser el único que use el transporte público.

martes, 25 de septiembre de 2012

Carpe Diem 2

No me gusta llegar tarde a los sitios. Si tengo que llegar media hora antes para asegurarme, lo hago con gusto. A mis compañeros, sin embargo, el tema de la puntualidad es algo que llevan mal.

Lo curioso es que no son todos a la vez. Siempre es uno el que se retrasa por algún motivo. Nunca he entendido a la gente que llega tarde siempre. Uno puede retrasarse de vez en cuando, no es algo que se lleve a raja tabla. Pero bueno, son costumbres mías.

Encontramos a Juanda tomándose una cervecita en el Carpe Diem 2. Sentadito y viendo el partido. Llegábamos media hora tarde, y me sentía mal al respecto. "Sí tío, cómo os atrevéis a dejarme aquí media hora esperando, sentado en un sillón, viendo un partido de fútbol, con mi cervecita en la mano...", dijo con ironía. Una gran paciencia que tiene el colega, y una bonita forma de ver la vida.

Las cervezas los lunes costaban 3,5 zlotys, que al cambio son unos 80 y tantos céntimos. Vasos de medio litro por ese dinero. Era Carlsberg, no la maravillosa cerveza polaca que nos tenía a todos enganchados, pero por ese precio no íbamos a quejarnos.

El Carpe Diem 2 lo había definido como un club de carretera. No tiene otra definición un sitio dónde hay una moto encima de una mesa. Cuál fue mi sorpresa al descubrir que me adentraba en una bodega pirata. Sí, piratas. La parte de atrás del Carpe era como estar en el interior de un barco pirata. ¿Qué clase de combinación es esa, motos y piratas?. Temo volver y encontrarme otra sala con una temática distinta.

Al principio de la noche ponían todo tipo de música: desde Calle 8 de Pitbull hasta Soul Sister de Train. Incluso hubo canciones por la cara, como la de los Cazafantasmas. La parte buena de la noche fue cuando pusieron rock del bueno: I love rock and roll, Sweet Child of Mine... la noche me recordó a mis 19 años. Esos fines de semana en el Paraninfo. Los fosos, la locura que te invadía escuchar System of a Down, Rammstein o Bon Jovi. Fue una noche Para en toda regla.

El futbolín fue mi frustración esa noche. Cada partida que me echaba, 5 canciones increíbles sonaban en la pista de baile. "Será posible loco, ¿qué hago aquí?, farfullaba mientras intentaba meter un gol.

El momento surrealista esa noche llegó a manos de unos extranjeros que jugaron con nosotros. Dos chicos de procedencia desconocida para mí, contra Juanda y una chica, amiga de sus rivales. Juanda se los llevó al campo y les dio un buen repaso. Ángel y los demás vitoreábamos el nombre de Juanda al ritmo de las canciones que sonaban de fondo. El portero rival estaba hasta nervioso, incapaz de parar los tiros que le venían. Después de ganar, la chica recompensó a nuestro amigo con halagos y un beso en la mejilla. Le debió gustar ganar por una vez.

Los siguientes extranjeros que vinieron nos regalaron una frase épica: "It's not table for us". No podían competir con nosotros, y se fueron dejándonos de regalo esa maravillosa frase. ¿No es mesa para nosotros?. ¿En serio?. ¿No tenían la crema de manos adecuada o qué?. Ya teníamos coña para el resto de la noche.

Noche de Carpe. A veces los planes sencillos suelen ser los mejores. Tengo ganas de echar un parchís.

lunes, 24 de septiembre de 2012

304

Mi último desayuno en el hostal fue un fiasco. Un sandwich de tomate, jamon, queso y mantequilla. Tenía pensado hincharme, pero el pan estaba malísimo. Me da pena tirar la comida, pero no quería permanecer ni un minuto más en ese lugar. Me duché, empaqué como pude la ropa en la maleta y devolví las llaves al recepcionista. En perspectiva, mi estancia en el AQQ Hostel no ha sido mala. Volvería de tener que volver en un futuro a Cracovia.

Tenía dinero y un camino a seguir. No me hacía ninguna gracia tener que cargar de nuevo con la maleta a cuestas. No es nada cómoda, y se tambalea cada dos por tres. A duras penas, logré llegar a la estación de guaguas.

En la página web lo ponía claro: si vienes del aeropuerto, la 292 a la estación y de ahí la 129 a la residencia. Mentira cochina. La 129 no sale de la estación. Me costó un tiempo asumir que no estaba en el sitio indicado. De repente, recordé lo que me dijo Ángel sobre la residencia: "Hay una estación de guagua en frente de la politécnica que te lleva a la residencia". Qué sería de mí sin ese hombre.

Volví sobre mis pasos dirección a la Politécnica de Cracovia. Nada más llegar cogí la guagua. Todo parecía ir bien... hasta que me dejó en frente de la Galeria Krakowska. "No puede ser que me haya equivocado", pensé. Efectivamente, me equivoqué. Lo supe por la mirada asesina que me echó el chófer. Un billete malgastado, maldita sea. Luego de volver a la politécnica vi la verdadera parada en frente de la otra. ¿Cómo demonios iba a saberlo?. En fin.

Coger las guaguas aquí es una gozada. Un panel te dice todas las paradas que la guagua recorre, en orden de llegada. Llegas a la primera, ves el nombre, y ya sabes cuántas te quedan para llegar a tu destino. Jodidamente cómodo y útil.

"¡Ahí está el Aqua Park!", dije. Un recinto cerrado enorme. Aún me cuesta hacerme a la idea. Un parque acuático en Polonia. Juanda y Ángel van muy a menudo. Ya debe ser divertido.

Okulikiego, mi parada. Me bajé en plena autopista. "No puede ser que me haya equivocado", pensé de nuevo. Dos cagadas en un día eran suficientes para mi. Por suerte, el universo estaba de acuerdo conmigo al respecto. Nada más bajar una cuesta, divisé el camino hacia la residencia.

Es enorme. Como un campus universitario, pero de residencias. Pude ver unas canchas de baloncesto y tenis, un puesto de kebab... no sé por qué me extrañé. Más allá de los edificios, al sur, había un terreno bastante rural. Campo. Verde y más verde.

Y ahi estaba: Balon. Mi nuevo hogar en los próximos meses.

Las conserjes son algo ancianas. Anciano = habla polaco. No se siempre se da, pero la mayoría de las veces sí. Me mandó a la administración, habitación nº1. No tardé ni diez minutos y ya tenía mi carnet de residente. Me dieron mis llaves, unas sábanas que parecían cartón y me despacharon.

Salí del ascensor, tercera planta. Los pasillos parecían los de un hospital. Nada de color ni vida. Alguna que otra puerta tenía pintadas hechas con un permanente. Algún recuerdo de un Erasmus del pasado. Dos pasos al frente, giro a la derecha, cinco pasos al frente, giro a la izquierda.

304. Dormitorio 304. Abrí la puerta muy despacio. Entré en lo que parecía ser el recibidor. A mi derecha, dos armarios y una nevera. A mi izquierda, un perchero y la puerta del baño. Y al frente, mi habitación. Las dos mitades de la misma eran idénticas: dos camas, dos escritorios y dos estanterías. Una habitación muy modesta, pero me gustaba. Abrí la ventana y miré el paisaje. "Bienvenido a casa", pensé.

No tardé ni 5 minutos en quitarme la ropa y empezar a colocar la ropa de mi maleta. Estaba harto de ella y quise quitármelo de encima lo antes posible.

El baño es compartido con el dormitorio 303. Seremos dos personas por dormitorio, cuatro personas por baño. Sólo tendré que soportar a uno de ellos, así que sí, se está mucho mejor que en el hostal. Mientras colocaba mi toalla robada del hostal, apareció mi nuevo vecino: Daniel. Me habló en inglés, pero noté enseguida que era español. Y de Canarias, ni más ni menos, aunque hasta ese momento estudiaba en la península.

Mientras terminaba de asentarme en la habitación, pasé tiempo a hablar con él. Es agradable tener a alguien nuevo con quien hablar.

"No hay papel higiénico", dije. Algo tan fundamental no podía falta en nuestro baño. Salimos en busca de un supermercado a por provisiones. No tuvimos éxito encontrando uno, solamente un pequeño estanco con comestibles y papel higiénico. Suficiente. Agüita y papel del culo. No necesitaba más.

Había sido un día muy aparatoso. Lo único que quería era acostarme hasta el día siguiente... pero recordé que tenía que buscar mi portátil a casa de mis colegas. De repente no me pareció tan buena idea eso de llevar el equipaje poco a poco. Volví a la parada, pagué mi billete, me senté y me perdí en la distancia.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Día 10

Me perdí el desayuno. Sin tiempo a pensar demasiado, me di una vuelta por las calles en busca del banco ING. En esta ciudad las tiendas abren todos los días de la semana, así que pensé que la dinámica de los bancos sería parecida. Recordé las palabras de Ángel: "Cómo se nota que aquí no hay crisis". España podría aprender mucho de este país.

Para mi desgracia, los bancos no trabajaban igual. Volví a hostal para preparar las cosas y tirar para el apartamento de los chicos.

"¿No bendecimos la mesa?", pregunté irónicamente. Nuestras conversaciones eran puras pullas y comentarios sarcásticos. Lo pasábamos bien. "Yo sólo me acuerdo de Dios cuando me cago en él", dijo mi compañero mientra me reía a carcajadas. He de reconocerle el ingenio, pero no nos convendría hacer ese tipo de bromas en la calle. Los polacos son gente muy religiosa, y basta con que te toque uno chungo que sepa español para saber que ese día volverás a casa con algún hueso roto. Os sorprendería ver la cantidad de gente de aquí que sabe español. Me avergüenzo de no chapurrear decentemente el inglés.

¿Sabéis que es lo que más echo de menos?. Los váteres. Es bien conocido que tengo facilidad para hacer mis necesidades en casi cualquier lugar, pero los váteres polacos... cómo decirlo, son una caca. ¿No os sentíais a gusto cuando salía el pino tan tranquilo y escuchabais el sonido limpio y celestial que emitía al entrar en el agua?. Los váteres polacos, por dentro, son como cascadas: horizontales hasta llegar al fondo del abismo. Maldita sea, que se queda pegado en la porcelana. Es una agonía y un suplicio levantarte y ver cómo te saluda tu nuevo amiguito. Parece que el agua no se lo va a llevar, horrible. "Tienes que despedirte de él y todo cuando tiras de la cadena", comenta mi compañero mientras debatíamos este tema. Echo de menos hasta que el asunto te salpique. Te sientes sucio cuando acabas.

Compramos provisiones en el Carrefour: pierogi para el almuerzo de mañana, agua, atún, refresco... yo volví a la sección de golosinas a informarme mejor del sabor de los chocolates. Ojo al dato: chocolate con chili, chocolate con wasabi, chocolate con sal marina... no sé cuál me repugna más. Cuando tenga dinero, los compro todos y hago un experimento culinario. Mi paladar maldecirá mi curiosidad.

Salimos a cenar al KFC. Yo no tenía un puto duro, pero me invitaron a un par de deliciosos Long Chickens. Intenté negarme, pero cuesta decir que no cuando te ponen la comida en la cara. La gente que me da de comer no la olvido nunca, y mis compañeros se estaban ganando mi respeto.

El plan para el domingo noche era algo tranquilito: ver el partido del Madrid contra el Rayo. No nos habíamos bebido ni la mitad de la cerveza cuando supimos que el partido se había suspendido. Las bromas acerca de que el Madrid boicoteó el partido para evitar descender eran nuestro consuelo por un intento fallido de pasar el tiempo con los colegas... pero aquí siempre hay un plan b.

El Carpe Diem 2 tiene karaoke los domingos, y cervezas baratas. Escuchar Mad World mientras jugábamos al futbolín fue increíble. Uno no puede evitar ponerse en plan peliculero, como si protagonizara un videoclip, y la canción sonara por y para mí. Me ayudó a evadir el hecho de que me estaba llevando una paliza al futbolín. Mi zurda no es muy buena. Pero bueno, con un poco de práctica, pude ganar un partido de cuatro.

Han sido unos días muy duros, pero todo iba a cambiar nuevamente. Mi última noche en el hostal. Adiós a las habitaciones abarrotadas de gente. Adiós a los desayunos perdidos. No veía la hora de que fuera de día y empezar a conocer lo que sería mi hogar en los próximos meses... mierda, tengo que aprenderme los horarios de la guagua. Deberes nocturnos, genial.

Día 9

"Sólo diré que quien se anime a ver a la UD Las Palmas esta tarde que tire para mi casa", nos dijo Ángel por Facebook. De mis colegas, yo era el único despierto tan temprano. Los demás estaban muertos en sus casas. El partido empezaba a las 19:00, pero Ángel nos invito también a comer un restaurante polaco muy muy barato. Estaba animado, así que acepté sin dudarlo, a pesar de ir con 5 euros en la cartera.

Mapa en mano, y el Sol en lo alto, caminé. Disfruté una vez más de las vistas que ofrecía esta maravillosa ciudad. Parece que sólo me la recorría de noche, así ver las calles tan vivas de día resultó ser muy satisfactoria. Recuerdo cuando pasé debajo de las vías del tren. Mi iPod no pudo cubrir los estruendosos gritos que emitía la marcha del tren. Esa parte de la ciudad era desconocida aún para mi. El mapa resultó ser de gran ayuda.

La casa de Ángel es hermosa. Vive en un chalet de dos plantas, pero él sólo usa el primer piso. En el segundo reside una abuelita muy simpática. Me imagino que será su casera, no lo llegué a preguntar. Un modesto jardín te daba la bienvenida, custodiada por el pastor alemán más grande del mundo. Sólo tiene dos añitos, pero ese animal es descomunal. Lástima que mi cámara no tuviera batería en ese momento.

El interior de la casa también era algo sencillo: par de habitaciones, un baño y una cocina-comedor. Pero oye, no tenía nada que envidiar a otros pisos. El tío vive un sueño llamado Cracovia. Tengo un gran respeto por cómo se está ganando la vida.

Llegamos al restaurante. Creo recordar que se llamaba algo parecido a la Leche, pero no estoy seguro. Como siempre, mi falta de curiosidad y atención me pasan factura. Eramos Juan Daniel, Ángel, una polaca compañera de piso de este último, Magdalena y yo. Sublime mujer. Muy simpática y muy habladora. Todas las mujeres polacas lo son. Simpáticas, no habladoras.

Os recuerdo el dinero que tenía, 5 euros. Por dos euros comí una sopa polaca muy buena, Zurek, y un plato de pierogi. Me hinché, me gustó y me chupé los dedos. Cuando me dicen que algo es barato, lo es, y no es coña. Me encanta.

Pasó el tiempo hasta que todos estábamos en casa de Ángel visualizando el partido. No recuerdo haber visto un partidazo de Las Palmas como el de ese día. Lástima que empatara. El resto de la tarde la pasamos viendo fotos de la marcha y reconstruyendo los hechos de esa noche. "¿En qué momento nos separamos?. No me cuadra", dijo Ángel en un intento desesperado por recordar la noche anterior. Los croquis que dibujaba en su libreta no hacían mas que confundirnos. Acabamos por dejarlo y decidimos salir de nuevo de marcha. Nos preparamos, y partimos.

Volvimos a ir al barrio judío, esta vez para cenar. Comimos de nuevo zapikanka, pero con salchichas y cebolla frita esta vez. Gordo que soy. Y os vuelvo a recordar que tenía 3 euros. Me sobró para echarme una cerveza en un bar cercano. Barato todo, coño.

Pisamos pubs y discotecas de todo tipo. En extrañas localizaciones y de pinta oscura y siniestra. Pero incluso en la más tenebrosa de ellas, había algo de ambiente. Siempre hay un lugar aquí en el que estar.

"Todos los días pasa algo raro", dijo Ángel. Y es cierto: el caballero feudal que pedía mi cabeza, los borrachos pidiéndome de forma educada dinero para su vicio... la rareza de entonces tuvo lugar en el pub Zakaski i Wódka. Lo bautizamos como momento papopero, debido a la canción tan por la cara que pusieron cuyo estribillo era el papopero. Ese pub ponía canciones extrañísimas. Viejas de cojones y algún que otro éxito que lo petaba en su momento. Todos los residentes del lugar cantaban, bailaban, reían... hasta las camareras. Las polacas más ancianas y simpáticas que he visto por ahora. "Aquí la gente viene a pasarlo bien", dijo Ángel mientras tarareábamos canciones de Al Bano o Stand by me. Casi nos dio pena irnos de marcha al centro.

Estábamos llegando al Revolution cuándo decidí que había tenido suficiente por hoy. No me quedaba dinero y aún estaba hecho polvo por levantarme temprano después de una marcha. Mis compañeros salieron a la aventura mientra yo desfilaba por Florianska, hacia mi querido y a la vez odiado hostal. Sólo me quedan dos noches aquí. Me pregunto si mañana me levantaré para el desayuno. Todo parece indicar que no.


sábado, 22 de septiembre de 2012

Mi primera marcha

No hay nada peor que narrar una noche que apenas recuerdas. Ésto me pasaba mucho en Las Palmas. No recordar ni qué canciones ponían en las discotecas era algo normal para mí, pero esta salida se merece un poco más de esfuerzo por mi parte.

La casa de Juan Daniel era algo modesta, pero se lo tenía bien montado: comida por doquier, zumito polaco, vodka polaco, como no... al ver las papas con mojo en la mesa, quise llorar. Si hay algo que se echa de menos aquí a parte de a tus seres queridos, es la comida canaria. Se echa en falta, de veras.

Éramos muchos canarios en su piso. En serio, Polonia es el refugio de muchos de nosotros. Habré visto 2 o 3 peninsulares... canarios por el mundo, si señor.

"Notarán que cuando vayan a una fiesta, siempre habrán más polacas que polacos", dijo nuestro anfitrión. Correcto, dijimos todos. Esa fiesta era un ejemplo de ello. Era gracioso ver cómo una de ellas ponía canciones de Shakira en el portátil, o alguna que otra canción de reggaeton. No podía estar más a gusto en ese lugar.

"Tienes que pillar un bloc de notas o algo, y apuntar las frases que digáis éste año", dijo Ángel. Maldita sea, tenía razón. ¿Cómo no se me ocurrió antes?. No os imagináis la cantidad de perlas que soltamos. Y soy incapaz de recordarlas todas.

Bailamos, bebimos, comimos... y no pasaban las 10 de la noche. Aquí las marchas empiezan y acaban antes, pero se disfrutan el triple que en Canarias. Será el rollo Erasmus, pero se disfruta de veras. "Porque tengan un Erasmus mejor que el mío", dijo Ángel. Brindamos por ello, y salimos a la calle.

Nuestro primer destino: discoteca Revolution. Todos los recintos en Cracovia parecen estar bajo tierra. Escaleras infinitas al infierno. Pero el infierno de los buenos. La música era increíble, y el ambiente insuperable. En las discotecas polacas puedes soltarte sin mosca. Nadie está pendiente por ver lo que haces. Y si lo están, es que les caes bien o quieren bailar contigo.

Yo ya no sé ni dónde me encontraba, y mucho menos donde se encontraban mis compañeros. Es más, fue ver a uno de ellos, me dio 10 cachetones, y se largó. "Por la cara, ¿no?", dije. Juan Daniel petándolo por otro lado... que locura.

La tropa polaca y cuatro de los canarios que conseguimos salir del sitio proseguimos hacia nuestro siguiente destino. Dios, ¿cómo se llamaba?. Suerte que lo apunté en el móvil para no olvidarme: el Diva.

Curiosidad: todos estos sitios están a un paso de mi hostal. ¿Cómo es que no los diviso durante el día?.

Increíble. Polacas bailando en las barras. Tienes que pedir una copa entre sus piernas. Tres salas, musicones por todos los lados... puto paraíso. Te subías en los sillones y bailabas. Hasta reventar. En Cracovia, para ir al cielo, hay que bajar unas escaleras hacia el sótano.

Bailar el Gangnam Style con los polacos fue lo mejor, hasta creo recordar haber escuchado un tema de los Backstreet Boys. Fue una noche increíble.

No sé qué hora era cuando llegué al hostal, ni que fue de toda la gente, si se fueron antes que yo o siguieron gozando. Yo sólo deseaba dormir y ver que me deparaba mañana el destino. Esa noche había empezado de verdad mi Erasmus.

Día 8

Nunca había tenido que hacer cola para ducharme. Y si encima ves sólo mujeres en la cola, sabes que vas a tardar en ducharte.

¿Sabéis ese momento estúpido que ocurre cuando estás haciendo cola, sólo tienes a una persona delante, y de repente te acuerdas de que te olvidaste algo?. ¿Cómo demonios se me pudo olvidar la toalla para ir a la ducha?. La toalla. Manda cojones. Estaba tan adormilado que el inglés no me salía, sólo podía balbucear. Busqué la toalla y vuelta a empezar.

De camino a la Galeria, descubrimos un mercadillo. Era enorme, y vendía de todo: prendas, toallas, comida, mantas... y no llegamos a ir al fondo del todo. Unos polacos disfrazados con ropas típicas tocaban el acordeón y demás instrumentos mientras seguían una ruta. El sitio es parecido al mercadillo de San Mateo, pero con los puestos mas juntos. De haber tenido dinero, había salido de allí con más de un artículo.

Hoy se celebró un pase de modelos en la Galeria Krakowska. Mujeres que nos sacaban dos cabezas y hombres apolíneos llevando prendas y exhibiéndolas. Todas las mujeres tenían la raya del pelo de color plateado. Raro. Los hombres eran hasta guapos. Parece para encontrar a un polaco guapo tiene que ser modelo. Fue un evento interesante, aunque a mi me la acabó comiendo un poco.

Para almorzar tuvimos pechuga, papas y unos rollitos que parecían croquetas. Cortar la pechuga es muy chungo. De cuatro pechugas que teníamos, sólo saqué 5 filetes buenos. Un desastre, pero igualmente se pudo comer. Y estuvo delicioso, además. Parece que estamos empezando a ponernos serios con la comida, y dejamos de comer basura fuera. Pero basura de la buena, todo sea dicho. Si mi alma de gordo se desatara, no haría más que comer deliciosa comida polaca. "Zapikanka, zapikanka!!", grita uno de mis compañeros, deseoso de volver al barrio judío a probar dicho manjar.

A pesar de estar a 18º, el frío se hace presente. Nos pasamos el día descansando en el piso. Haciendo tiempo y hablando. A las 8 y media quedamos con Ángel. El plan era ir a casa de Juan Daniel, que daba una fiesta en su casa. Conoceríamos a muchos polacos que nos querrían emborrachar. La cosa no podía pintar mejor... pero decidí no volver a hacerme ilusiones, ni crearme expectativas muy altas. Vamos a casa de un colega a pasar el rato. Planazo mejor, imposible.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Día 7

7 días aquí. Una semana. Parece que ha pasado mucho más tiempo. He hecho mucho y a la vez no he hecho nada. Hoy es uno de esos días en los que necesitas sentarte y pensar en todo. Descansar un poco y evitar salir a dar un paseo. Caminar implica tener hambre. Tener hambre implica gastarme el dinero y ponerme como un cerdo. Creo que puedo tener un día de relax aquí.

Es mi segundo día con frío en Cracovia. El tiempo aquí es muy impredecible. Pasa de 22º a 15º en cinco minutos, es una pasada. Cuando terminas de quitarte el abrigo del calor que hace, ya te está entrando un frío de muerte. Verano es la época más lluviosa aquí. Estoy deseando que llegue el Otoño para estar a gusto.

Eran las 10 AM. La cabeza me dolía horrores. Recordé todas esas veces que bajaba a almorzar en mi casa después de salir de marcha. Mi madre me tenía preparado siempre una pastilla de ibuprofeno. Casi se vuelve una tradición los domingos. Con nostalgia, busqué en mi neceser unas pastillas de ése fármaco que mi madre me preparó para estos casos. Doy gracias por su infinita sabiduría.

Me quedé en la cama un par de horas más hasta que me recuperé. No parecía que ese día fuera a pasar nada interesante, así que no me di prisas. Después de una ducha bien rica, me dirigí al apartamento de los chicos.

Las costumbres polacas son aún extrañas para mí. Yo me helaba del frío, pero yo sólo veía mujeres en falda y enseñando las piernas. Los polacos no toleran más el frío que nosotros, ni por asomo. Es más, creo que nosotros tenemos más resistencia. Lo que pasa es que en ésta época del año aún pueden permitirse vestirse decentemente guapos, antes de la gran nevada. Recordé las palabras de uno de mis compañeros: "¿Ves cómo camina esa tía?. Va a esa velocidad por el frío, cortando el viento. Velocidad polaca hermano". No le faltaba razón. Después de ver caminar a los madrileños, no pensé que encontraría a gente con tanta prisa como ellos.

Hoy tocó hacer más compras en el super. Productos de limpieza. Iban a usar por primera vez la lavadora, y estaban algo entusiasmados. Yo cómo soy muy distraído, no le presté mucha atención a la compra en sí, y fui a la zona de chucherías. El Carrefour polaco no tendrá sección de ropa, ni venderá toallas, pero en comidas raras nadie le gana: papas sabor kebab, chocolate picante, chocolate con wasabi... el picante es muy normal en tierras polacas. 2 de cada 3 comidas que compramos sin saber qué son, pican. Una jodida locura. No me extrañaría que mojaran las papas fritas en el refresco.

Yo me quedé con el chocolate Milka relleno de yogur de fresa. Joder, con perdón. Un chocolate que no es de éste mundo.

La cerveza Tyskie es una marca muy famosa en Polonia. También está exquista. Una lata de 0.5 L cuesta 60 céntimos. Increíblemente barato. En Las Palmas, algo de ese precio siempre suele ser una basura. Pero como es barato, no te quejas. Después de par de vueltas más, ya estábamos listos para volver a casa y almorzar... a las 5 de la tarde. Maldita sea la pachorra de esta gente. Aunque uno ya se va acostumbrando.

Esta vez tocaron espaguetis. Deliciosos, si señor. La salsa de tomate con trocitos que compramos fue todo un acierto. Y con su atún. Para chuparse los dedos. El día estaba yendo increíblemente tranquilo y normal. Justo como yo lo había querido.

Más costumbres polacas: cuando conoces a una mujer, le das la mano, no dos besos ni uno. Me parece sublime ésto. ¿No es muy incómodo conocer a una mujer y tener que estar dándote dos besos?. Siempre me ha parecido extraño. Dar la mano mola. Quedas bien y es más natural. Los besos son un invento de los españoles calientes y de cachetes fríos.

"Loco, el jamón este no va a durar mucho más...", dijo uno de mis compañeros. Resulta que habían comprado medio kilo de jamón en la última compra, y estaba intacto. No iba a durar mucho más, así que nos hicimos muchos sándwiches de jamón y queso para la cena. Nos hartamos a más no poder. Es una de esas cosas normales que le alegran a un el día, el vaciar la despensa.

La noche acabó con todos jugando al Monopoly en el iPad de uno de ellos. Muy cómodo. La de tiempo que te ahorras en colocar billetes y fichas... el inventazo del futuro, si señor. El día salió a pedir de boca. Sólo lo empañó el hecho de recordar que al día siguiente tenía que levantarme temprano.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Día 6


"Lo siento chicos, me equivoqué", dice Ángel, mientras nos bajamos del tranvía. No se le puede pedir más a nuestro guía particular. A pesar de pasar un año como mínimo en esta ciudad, es muy fácil perderse. Es más, el colega sigue encontrando sitios nuevos a día de hoy. Enorme ciudad e infinitas posibilidades.

Los transportes públicos de Cracovia son el tren, el tranvía y el autobús. Me he montado en dos de tres. No sé qué movida se trae el tren, pero puedo hacerme una idea de cómo es el resto: los tickets van por minutos. En Las Palmas pagas el viaje. Desde donde te montes hasta donde te bajes. Aquí pagas por minutos. 50 céntimos por 15 minutos de viaje. Hay personas dentro de los vehículos que hacen controles cada cierto tiempo. Si tu billete no es válido, te llevas una multa del carajo. Desde luego, para mí, viajar en transporte público se me hace raro de cojones, pero lo haré constantemente cuando obtenga mi habitación de la residencia.

Cogimos el verdadero tranvía que nos llevaba al barrio judío. Un barrio lleno de historia. Los que han visto la película "La lista de Schindler" saben a lo que me refiero. Lo poco que sé de los judíos es que saben mucho de matemáticas. Ni siquiera sé si esto es verdad. Supongo que será un tópico del tipo "todos los españoles aman las corridas de toros". Cuando me introduzco a alguien, procuro decir "I'm Jesua from Spain, OLÉ!", en honor al tópico español.

El barrio judío es bastante bonito: candelabros típicos, todo iluminado, donde se realiza la sinagoga tan característica y famosa que la plaza le precede. Repito que para la historia soy nulo. Lo demostramos yo y mis compañeros de bachillerato al pasar olímpicamente de nuestra profesora de historia. La pobre lo intentaba, pero no lo suficiente. Como si quisiera darle una patada al pasado, lo único que se me quedó en la memoria es la comida: el Zapiekanka. Imaginaos un pan pizza de tamaño de vuestro brazo. Que descomunal, que delicioso. Mi estómago se resiente un día más en este país de lujuria culinaria.

Creo que pasamos más tiempo comiendo que aprendiendo la cultura del lugar. Somos escoria que va a lo que le interesa. Menos mal que el capitalismo se alimenta de esa escoria, si no, viviríamos debajo de un puente.

Con ganas de repetir, volvimos al bar inglés, ésta vez accesible, a ver el partido del Barça VS Sparta. Tengo que reconocer que este partido lo gocé más que el del día anterior. Crecí en una familia que apoyaba al Barça, y muchos de mis amigos también eran del mismo equipo, así que era normal que me sintiera más cómodo apoyándolo. Cada gol que marcaba resonaba por todo el bar, celebrando con júbilo su inminente victoria. La cerveza ayudó a avivar dicha euforia.

Éramos los cuatro de siempre, Ángel, un canario más llamado Yarilo y dos polacas muy simpáticas, amigas de estos dos últimos. Cuando terminó el partido, fuimos a un pub donde la cerveza estaba barata. 40 cl a un euro. Os podéis imaginar las conversaciones y risas que nos echamos bebiendo. Incluso intentamos que las polacas se dieran un pico al estilo American Pie 2... la cosa acabó con un compañero y yo dándonos un beso de 5 segundos y no obteniendo respuesta de las señoritas. Hasta en ésto lo estafan a uno en Polonia.

Estando la mayoría contentillos, salimos del pub y separamos nuestros caminos, trabajadores y estudiantes Erasmus, fijando el objetivo de estos últimos en una discoteca: el Coco Club. Me habían llenado de expectativas, las cosas como son: "Las marchas en Polonia son la ostia", "Las chicas son unas golfas", "El Coco está increíble"... lo admito, fue entrar a la sala de baile, escuchar la canción más motivante de la película Project X: Heads will Roll, y pensar que la noche sólo podría seguir hacia arriba.

El sitio está increíble. El ambiente no está nada mal... Pero no fue nada que no haya visto antes. Puede que haya sido los diez minutos que me dejaron esperando fuera para poder entrar o que la música no fuera nada trascendental, pero lo cierto es que me desmotivé enseguida.

Volvimos a separar nuestros caminos. Yo formaba parte del grupo que volvía a casa a descansar. Supongo que no soy de esos Erasmus que lo petan nada más llegar. Supongo que soy de esos que sólo quieren encontrar algo diferente, pero que no saben de que se trata. Ahora mismo sólo quiero dormir y descansar.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Día 5

Pérdida total de la dignidad. Caminar por las calles de Cracovia, solo y en pijama, en busca de algo de gel y champú. Mis compañeros se llevaron los productos de ducha, ya que eran suyos, claro está. Maldita sea, iba tan guarrete que me daba grima estar en mi propio cuerpo. Tuve que saltarme el desayuno e ir directamente a buscar provisiones. A la vuelta, recordaba el momento en que vi a un tío disfrazado de caballero feudal, cerca del hostal. Me señaló con su espada, y me dijo "I want your head!". Me encantó, pero me alejé por si acaso usara esa espada extrañamente realista para pedir dinero.

Aquí los mendigos son honestos. En sus carteles pone claramente "I want money for beer". Dignos de admiración, si señor.

Mientras me duchaba con algo menos que un croissant relleno de chocolate en mi estómago, pensaba en el plan de hoy: ir al piso de mis colegas, de ahí a la universidad a entregar más papeleo y luego al Carrefour a hacer la primera compra de los chicos. Es una tarea jodida, y no era mi responsabilidad hacerla con ellos (hasta les hice la cena anoche), pero lo peor que puedes hacer aquí es apalancarte y quedarte todo el día en cama, aunque ganas no me faltaban. Recordé las palabras de Ángel: "Tu actitud debe ser ésta: me la suda todo. ¿Qué no tienes ganar de salir?, da un paseo. ¿Qué estas cansado?, sal de marcha". No le faltaba razón. Voy a estar todo un año viviendo una vida nueva, siendo otra persona a la que solía ser. Soltarse debe ser lo primero que debo hacer.

A eso de las 12:10, mis compañeros aún no estaban listos para salir. La pachorra les corroe, con o sin piso propio. "¿Apuntaste el papel del culo en la lista de la compra?", dije mientras esperábamos a que todos estuviesen listos. Habían varias cosas apuntadas, de las cuales luego no compraríamos ni la mitad. Con unos cuántos empujones y prisas, salimos hacia la universidad.

Es muy bonito aquello: un recinto con las facultades próximas unas a otras, árboles bien repartidos, una cafetería en medio... nada que ver al rollo isleño al que estoy acostumbrado. En la oficina, mis compañeros dejaron la dirección de su actual piso, resolvieron algunas dudas, y partimos al supermercado. Son pequeños quehaceres que tienen que resolverse día a día... y siempre hay algo que hacer.

Bezgazowana. Sin gas. Agua sin gas. Pronunciado vendría a ser bezgasobana. Mientras hacíamos la compra, no podía parar de repetir la frase mítica de la noche que hicimos el arroz: "¿Hacemos arroz a la gasobana?". Me río de cualquier tontería.

Era desesperante comprar viendo cada tipo de salsa de tomate a ver cual pesa más y vale menos, que paquete de espagueti traía más, qué estaba de oferta y qué no... a saber cómo se dice oferta en polaco. Lo único que me interesaba era nuestro almuerzo: paquetes de 3 pizzas y una bebida energética de un litro que vale menos de 50 céntimos. Aún la tengo en mi mano, a las 18:00, después de haberla usado para el almuerzo. Los Monsters valen menos de 1 euro. Mi hígado ya me va dando señales de que voy a morir, y que él se va a bajar del barco.

Mi segundo día de cocina también resultó satisfactorio. Pizzas al horno. En eso sí tengo experiencia, por suerte. La casera de mis compañeros les estaba resolviendo dudas mientras yo me ocupaba del horno: como encender la lavadora, las luces y el gas, el por qué de la lentitud de la conexión a Internet... las únicas palabras que me dirigió esa simpática señora fueron "be careful" y "Mr. Cooker Man!", cariñoso apodo que me puso entre ella y mis colegas, al no saber ninguno de nosotros como se decía cocinero.

Hemos tenido unos días muy duros y estresantes, y algunos están hartos de pasarlo mal. Así que decidimos salir a ver el partido del Madrid contra el Manchester. Mi primera noche en un bar de fútbol, en Cracovia, al menos. Estoy abrumado por tantas primeras cosas.

Nos reunimos los 3 mosqueteros y Dartañan, acompañados de nuestro guía y amigo Ángel, y tiramos para el centro. Aquí en Polonia los partidos de fútbol son casi sagrados, y están muy bien organizados. Los bares tienen su propio calendario con los partidos que echan día a día, para que puedas ver el partido que estés interesado. Una vez echaron un Las Palmas-Tenerife. Un descojone. En los partidos importantes no puedes ni pasar por la puerta. La magia del fútbol, cuyo poder aún desconozco.

El primer lugar al que visitamos, un bar de deportes llamado English Football Club, estaba hasta los topes. Lo único que valió la pena de esa visita fue recoger una tarjeta de descuento para fiestas Erasmus, del grupo Kakao Krakow. Descuentos por doquier. "It's free!!", dijo mi compañero de Valsequillo. El segundo destino era una pizzería, la cuál suele poner partidos de fútbol. Menos hoy. Ésta vez les dio por el boxeo. Nuestro tercer y último destino fue el bar irlandés. Un interior rocoso, enorme, con tres pisos, barra y televisores en cada uno. Podías encontrarte dos o tres partidos retransmitiéndose al mismo tiempo, es acojonante.

Birras de medio litro a 2.25 euros (y es de las caras), un trozo de pared y a disfrutar del partido. Se ve que había mucha gente del Madrid en el lugar, aunque no sabría decir si todos eran españoles. Pasamos el rato disfrutando del juego, hablando y riendo. Fue lo más normal y a su vez más gratificante del mundo.

Cuándo sales con Ángel, siempre estás descubriendo sitios nuevos: pubs, restaurantes, monumentos... demasiada información para asumir y almacenar. Nos llevó a cenar a un restaurante, pequeño y barato, donde comimos un plato de pasta exquisito: pierogi. Son como raviolis rellenos de carne (o queso en mi caso), pero más grandes. Me llené con 2 euros. Este país es mi ruina. De tres horas de conversación, dos horas y media la pasamos hablando de comida. Horrible.

Salimos todos los días. No paramos de movernos. Podemos estar felices, tristes, agotados, eufóricos o desganados, pero seguimos caminando... y no me gusta caminar. Éste va a ser el año al revés.

martes, 18 de septiembre de 2012

Día 4

La leche aquí está de muerte. No sé si son paranoias mías o simplemente que aquí las vacas polacas las alimentan bien, pero es lo mejor que hay para tomar en el desayuno. Hoy compartí mesa con polacos y alemanes. Mucha gente viene a este hostal al día. Hice cálculos: si una noche son 10 euros, y viniera sólo una persona por noche, ganarían al mes 300 euros aproximadamente. Con ese dinero se puede alquilar un piso al mes bastante decente... y vienen muchas personas al día. A ésta gente no le debe faltar de nada.

No todo es así de bonito. Nuestro nivel de vida es parecido al de ellos, y hay trabajos realmente duros. Un polaco que trabaja en un restaurante de comida rápida cobra 1 euro la hora... ser residente del país tiene sus desventajas, aunque con el suelo mínimo de 600 euros que tenemos en España, aquí podríamos vivir y darnos más de un capricho.

Ingerí la última tostada con mermelada mientras recordaba la madrugada del día anterior. Otro italiano llegó a las 5 de la mañana, y le tocó la litera encima de mi cama. El susto fue monumental. Luego ya apenas pude dormir. El tío no paraba de moverse y hacer ruidos raros con las sábanas... yo sólo quería que fuera ya de día, y se había cumplido mi deseo. Me vestí, cogí el pasaporte y los papeles importantes, y salí con los demás.

Afuera nos esperaba la mentora de mis compañeros de hostal, Agata. Una polaca muy simpática de mi edad: rubia, blanca de piel, de mi estatura y con gafas. Es también una de l@s coordinador@s jefe del programa de mentores Erasmus. De mi edad y teniendo tantas responsabilidades, por no hablar de que vive sola. ¿Qué demonios estoy haciendo con mi vida?.

Como ángel venido del cielo, vino para ayudarnos a resolver nuestros problemas. Si alguna vez tenéis la suerte de venir hasta Cracovia de Erasmus, no lo dudéis y solicitad un mentor, os aseguro que no os arrepentiréis.

Fuimos a un banco de ING polaco. Necesitaba abrirme una cuenta en uno si quería ahorrarme las comisiones a la hora de sacar dinero de los cajeros. Me temía lo peor, teniendo en cuenta mis anteriores experiencias con polacos gruñones, pero esta vez tuvimos suerte, y nos tocó una señora muy simpática y con una gran paciencia. "Hahahahaha!", reían ambas señoritas, dependienta y mentora, al contemplar mi flamante ortografía. He de confesar que escribo como un niño de 5 años. A pesar de ello, no esperaba que mi firma causara tal sensación. Me avergoncé por no practicar una buena firma en su momento. Aunque me alivia saber que del grupo, no soy el único con parkinson en la mano a la hora de escribir.

Nos quedábamos sin tiempo, así que aligeramos el paso al estilo polaco (fuera coñas, parece que todos aquí tienen prisa) y nos dirigimos a nuestro siguiente destino: un piso cerca de la facultad. Mis tres compañeros contrataron una agencia para que les buscara piso, pues ninguno tenía plaza en la residencia como yo. Dos chicas de la agencia se nos acercaron: Milena y otra chica cuyo nombre no puedo acordarme, ya que estaba centrado en otros asuntos. Las seguimos hasta el piso en cuestión. Qué casa: tres dormitorios enormes, cocina enorme, con su baño y un balcón precioso. El sitio ideal para pasar el año con dos amigos y a lo loco. Envidia me dio estar fuera de dicho paraíso, pero bajo mis condiciones económicas, tengo suerte de estar aquí. De no ser por el apoyo de mi familia, me comería los mocos ahora mismo. Me mantuve al margen de la decisión que tomaran esos tres, pero la paciencia había tornado en desesperación, y la decisión de pillar el apartamento era evidente. Después de llorar al saber el precio, quedaron con las chicas para reunirse más tarde y terminar por fin con este asunto.

Seguimos nuestra ruta. Teníamos que ir a la politécnica a firma el certificado de llegada. Sin ese papel me quedo sin beca, así que es prioritario. Ahí estaba: Politechnika Krakowska, mi centro de estudios en los próximos 9 meses. Agata nos llevó a la administración, a lo que yo creo que era la secretaría de relaciones internacionales. Debería preguntar más hacia dónde estoy yendo. "What is your presents?", dijo Agata. Resulta que había firmado y salido de la oficina sin que me dieran unos regalos que tenían para mi, como bienvenida a la facultad. "MY PARTNERS TOLD ME YOU HAVE SOMETHING FOR ME?¿?¿?", dije. Entre alguna que otra risa, recibí una taza y una camisa de la politécnica. Que monos, pensé.

Después de separarnos de Agata, que tenía que hacer unas diligencias, de comer en la Galaeria Krakowska,   y volvernos a encontrar con ella, llegó el momento de mi segundo round con el que polaco antipático del PLAY. Ahora que tenía ayuda polaca, no me iba a ir del centro comercial sin mi preciada tarjeta SIM.

Estábamos frente a frente. La frase "¿?¿Qué pasó mi colega?¿?" rondaba mi mente. Palabras indescifrables salían disparadas de la boca de Agata. El polaco gruñón no se inmutaba, y se las devolvía una a una. La cosa estaba caliente cuando de repente... resulta que no le quedaban tarjetas. Será primo. Ya podría habernos ahorrado 10 minutos preciosos de nuestro tiempo. Por la cara de Agata, sabía que no eran paranoias mías, y que ese hombre le faltaba una o dos pizcas de saber comportarse con el prójimo.

Pero bueno, la historia tiene un final feliz, y dos tiendas más allá conseguí mi preciada tarjeta para el móvil. Con perseverancia y una buena mano amiga, las cosas salen a pedir de boca.

Volvimos al hostal hechos polvo, no podíamos más... aunque mis compañeros aún tenían que firmar el contrato para obtener el piso. Así a las 19:00 salieron. Solo me hallo entre los muros de mi habitación, con algún que otro extranjero (a parte mí) entrando y saliendo por la puerta. En uno de esos ires y venires, uno de mis compañeros de cuarto entró para ofrecerme un vaso de vino. "¿Qué cojones?", pensé. Pero oye, escribir unas líneas en mi blog mientras bebo un vasito de vino es lo mas bohemio que he hecho nunca, así que, ¿por qué no?.

"¿Ahora?. Ahora a follar, si cuadra...", respondieron mis colegas al volver de su nuevo piso, ya que yo les estaba guardando sus maletas. La moral de mis colegas estaba por los suelos. Se habían dejado todo el dinero pagando el piso, y los que le quedaba era lo justo para malvivir. Lo siguiente sería aguantar hasta la próxima paga familiar que entrara en sus arcas.

Salimos al 24 a comprar algo que comer en el piso. Una semana de comida basura les había pasado factura, y también querían estrenar su nueva cocina. Arroz, ketchup y una docena de huevos, por 4 euros. No nos gastamos más, ya que había aceite y sal en el piso. A pesar de tener casa estaban algo desanimados por temas económicos, pero encontramos la forma de verle el lado positivo a todo el asunto.

La noche acabó estrenándome por primera vez como cocinero. Lo mejor que me salió fueron los huevos fritos y las tortillas francesas... como si fuera un misterio de la cocina, pensaba mientras zarandeaba la sartén. "El arroz sabe raro loco", decíamos mientras nos reíamos. Nuestra primera cena medio decente en Cracovia. Parece que la cosa iba a mejor, y éramos felices.

Salí del piso, de vuelta al hostal. A medida que caminaba y sentía el frío en mi cara, me daba cuenta de que volvía para dormir solo. Las calles parecían más solitarias y tenebrosas que antes, pero no tenía miedo. Tarareé una canción y seguí andando.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Día 3

Abrí los ojos. Ya era de día. Me cuesta mucho dormir en casas ajenas, sobre todo si nunca he estado en ellas antes. Pero este hostal en el que me hospedo, AQQ Hostel, tiene algo especial. Compartes habitación con mucha gente, pero te transmite un ambiente muy hogareño. Me siento muy a gusto aquí, aunque se me baja la tensión al pensar que tengo que permanecer 7 días más aquí.

Desayuné con otros dos inquilinos: pan, queso, pavo, mermelada, leche... un desayuno típico de cualquier país y variado. No había mucho que hacer hasta que mis compañeros se despertaran, así le dediqué unas lineas a este blog.

"Qué  noche colega... la australiana que comparte cuarto conmigo salió de marcha anoche, y se trajo a un amigo. Empezaron a hacerlo en la litera de arriba... joder, ¡no me dejaron dormir!". Mis carcajadas fueron legendarias al escuchar la historia. Muy surrealista, pues hasta hoy sólo creía que esas cosas sólo pasaban en las películas, o mejor, en América. "Y de madrugada tío, el colega se bajó de la litera, sin pantalones, enseñándolo todo, y empezó a mear por la ventana". Lástima perderse tal escenario, pensé.

A mediodía salimos a la Galeria Krakowska a comer. En este país comer basura sale barato, muy barato. Menús del Mcdonalds a 3 euros, KFC por 4 euros y con libertad de rellenar el vaso de refresco las veces que quieras... y me quedo corto. Lo siento mamá, pero hasta que no me asiente en un lugar permanente, es lo que hay, ya que sale incluso más caro comer cosas en casa.

Pasamos la tarde en el hostal jugando a las cartas y riéndonos un rato. Era domingo y nos estábamos apalancando de mala manera. Decidimos animarnos e ir a Starbucks a por un café. No podíamos pasarnos la vida entera encerrados. Salimos y ahí estaba: un polaco tocando el acordeón y cantando a cambio de unas monedas. Que voz. Una voz de ópera. Cuan lejos podría llegar de estar en sitio oportuno, en el momento adecuado.

Llegamos a Starbucks en la compañía de nuestro amigo alemán Christofer. Se iba esa noche del país, así lo invitamos a pasar tiempo con nosotros. Tenía una voz y un acento increíblemente grave. Se hacía muy duro conversar con él, pero hicimos nuestro mayor esfuerzo. Sublime batido helado de chocolate, si señor.

Y por fin, la guinda del día: Ángel y Juan Daniel. Antiguos residentes de la ULPGC, ejercieron el Erasmus en Polonia... y aquí se quedaron. Pasamos el resto de la tarde y parte de la noche con ellos. Nuestras esperanzas e ilusiones mejoraban a cada instante. Qué historias, qué anécdotas... ni American Pie, ni Project X... Cracovia es un lugar increíble. No sólo para desfasar. Siempre tienes algo que hacer aquí, muchos eventos, muchas salidas y conciertos. Definitivamente he acertado.

Después de un tour guiado por parte de nuestros nuevos anfitriones, llegamos al Carpe Diem 2. Nuestro futuro lugar de reunión y marchas, espero. Imaginaos un bar de carretera, rock and roll, cervezas... y cambiad el billar por un futbolín gratis. ¡GRATIS!. Nos pillamos birras de medio litro por menos de 2 euros, y con Ska-P y Linkin Park de fondo, nos pirramos a jugar al futbolín. Una gran noche. No nos hacemos aún a la idea de que la realidad puede superar mil veces a la ficción... y estamos ansiosos por descubrirlo.

Día 2

Nos levantamos a las 11. Primera mañana en el hostal y primera mañana que nos perdemos el desayuno. La noche anterior la pasamos bebiendo cervezas y hablando con gente de todos los países, desde Inglaterra hasta Alemania. Imaginaos a mi intentando entablar una conversación con ellos: puro desastre.

Nos propusimos ir al centro comercial, Galeria Krakowska. Ir al supermercado a comprar agua y el desayuno nos pareció en ese momento la mejor opción. Hay como 10 minutos de caminata desde el hostal, pero es ameno el camino. Puede decirse que va a ser nuestro centro de ocio de aquí a mucho tiempo.

Los polacos tienen fama de ser antipáticos con los extranjeros... yo puedo afirmar que la fama es bien merecida. A menos que su negocio dependa del turismo, no esperéis una sonrisa por parte de nadie. Las palabras que te dirigen después del "¿Hablas polaco?" son cero. Te viran la cara y te ignoran hasta que te vayas. Con gran indignación, me fui sin poder comprar la tarjeta del móvil.

Pensé mucho en ello mientras desayunaba. Uno siempre piensa lo mejor de sí mismo, pero creo que no me equivoco al afirmar que yo al menos fingiría una sonrisa desesperada, impotente por no ayudar al pobre extranjero que va a ayudar en la economía de tu país.

Lo siguiente sería conectarme a Internet y vaciar mi frustración a base de páginas de entretenimiento, películas y series. Pero parece que aún no tenía el día completo: el cargador de mi portátil muere en  circunstancias desconocidas. Bueno no, conocidas. Tenía un cortocircuito en algún lugar. Lástima no tener conocimientos de electrónica, pero poco se me puede pedir a estas alturas.

Volvímos a la Galeria en busca de un cargador universal, en Saturn. Nada me dolió más que pagar 40 euros el segundo día de estancia en Polonia. Como si no tuviera ya suficiente con comer y sobrevivir.

Por suerte para mí, el día no podía más que mejorar.

Miguel es un hombre de treinta años procedente de Italia. Le pregunté en qué trabajaba, pero lo único que saqué en claro fue "válvulas de acero". Un compañero mío me comento más tarde "eso no se lo cree nadie, tiene que ser agente secreto o algo". Sus sospechas se basaban en que ese hombre viaja mucho y sabe mil y un idiomas.

A sus 22 años, hizo un Erasmus en Salamanca, de ahí que supiera hablar tan bien el español. Nos relató todo lo que uno se espera que pase en su propio Erasmus. Es un tío increíble.

La noche cayó, y moríamos del hambre. Después de una cena en el Mcdonalds, nos dispusimos a hacer algo de turismo por las calles del centro de Cracovia. Monumentos enormes y bien iluminados. Gente caminando a toda prisa, con sus kebabs recién hechos en sus manos... en serio, kebabs. Puede que sólo sean paranoias mías, pero los polacos SE HINCHAN a comer kebabs. Casi me da hasta envidia salir a la calle y ver la misma imagen cada dos por tres.

Si tuviera que describir a un polaco sería así: alto, ojos azules, antipático y con un kebab en la mano... la descripción de una polaca me la reservo para mí.

"¡Hola españoles!. Yujuuuu". Me devolvió a la realidad un grupo de señoritas muy simpáticas, sentadas a los pies de una estatua. Nos saludaban mientras seguíamos nuestro sendero turístico. ¿Se notaba tanto que éramos españoles?. ¿Tan característicos somos?. Me vino a la mente las palabras de Miguel: "Ustedes dos tienen pinta de ser españoles, sí sí sí. A las polacas les encanta eso, follaréis fijo". Me sentí más hispano que nunca. Tuve que irme de mi país para pillar tal sentimiento.

El resto de la noche la pasamos fotografiando todo tipo de monumentos y calles del centro de Cracovia. Descubrí mi otra gran pasión: la fotografía. Bueno, más que la fotografía, el hecho de sacar fotos como un loco a todo lo que veía o se moviera. Nunca me sentí atraído por el turismo. "Caminar por caminar", esa era mi definición de ello. Resulta que ahora me apasiona caminar y conocer mundo. Cuan idiota puede ser el ser humano, ¿eh?... o cuan idiota puedo ser a veces.

No se cuánto caminamos antes de llegar al río Vistula. Nunca había visto un río. Era como si un continente se hubiera posado en el horizonte, formando así el río. Fue un día completo, que empezó en fondo de un foso y terminó en el cielo...

... Aunque lejos de terminar la noche, nos encontramos con Miguel. No podíamos terminar tranquila la noche, cómo no. Fuimos a por chupitos de vodka. Enormes chupitos de vodka de 45º. Si alguno de nosotros tuvo frío esa noche, no lo volvería a tener. El pub donde nos encontrábamos resultó ser un karaoke. La música la tocaba una banda bastante buena. Un rato agradable en un karaoke y unas risas con el italiano más loco que he conocido, sin duda el día había llegado hasta arriba.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Día 1

Salimos de Gran Canaria entre risas y lágrimas. Los aeropuertos son un sitio de paso, pero te pasas la mitad de tu vida ahí como no tengas cuidado, horrible.

En el aeropuerto de Madrid estuvimos "de paso" 6 horas, muertos del asco... pero si eres pobre y sólo puedes tener de amigo a Ryanair por serlo, pues te toca aguantar.

No sé en que momento cerré los ojos, saltándome las instrucciones de las azafatas de vuelo, ni en que momento salió el Sol para darnos los buenos días, pero cuando los abrí, nos hallábamos en un mar de nubes.

Nubes. Lo cubrían todo. Era como sobrevolar el mar, pero éste se había tornado en blanco y esponjoso. No tardamos en descender y sumergirnos en ellas... y ahí estaba nuestro destino.

Un paisaje muy rústico. Verde, mucho verde, y de distintas tonalidades. Una visión que sólo ves en películas o te imaginas después de leer un buen cuento. Las casas que divisábamos eran como las de un barrio residencial americano, esos chalets de dos pisos con una valla blanca y una puerta roja. El verde y la visión de estar en el campo hace diferencia a la versión americana que yo tenía, pero no deja de ser hermoso.

El avión bajaba a mucha velocidad, incluso pensé que aterrizaríamos en un campo de hierba "¿los polacos no tienen aeropuertos?", pensé... luego pude ver la pista de aterrizaje.

No soy un experto en viajar, cualquiera que me conoce lo sabe, pero me bastaron 2 veces para conocer la rutina que conlleva viajar en aeropuertos... pero lo nuevo estaba por llegar.

Mil y un polacos con cartelitos, buscando a sus respectivos pupilos. Me llamó la atención que tanta gente se viniera el mismo día que yo, pero no es nada relevante. Una polaca muy simpática se ofreció a llevarme en un taxi, pero no compartíamos el mismo destino.

Después de cambiar algo de dinero, salimos del aeropuerto. La sensación de frío se hizo notar enseguida. Desde fuera el aeropuerto parecía algo pequeño, y podías localizar fácilmente las paradas de autobús. Con algo de ayuda, compramos los billetes para viajar en la 292, con dirección a estación principal.

Media hora después de más campo, llegamos al fin a la ciudad. Si tuviera que compararlo con algo de mi tierra, diría que las calles son como Triana y Vegueta: edificios de ladrillo y tiendas por doquier.

Estábamos y seguimos estando en el centro de Cracovia. Algunos compañeros los llaman el anillo o la pera, por la forma que tiene la zona: tenemos un centro comercial, donde pasamos la mayor parte del tiempo; mil y un edificios a los que observar; pubs, macdonadls, más pubs... y como no, stripers.

No os imagináis la cantidad de veces que nos han ofrecido pasar un buen rato. Ahora entiendo eso que nos advirtieron antes de llegar aquí: "Lo que pasa en Cracovia, se queda en Cracovia".

En definitiva, después de una larga noche en vela y de un arduo viaje, llegamos a nuestro hostal, AQQ Hostel. La recepcionista nos recibió con una sonrisa, y nos acompañó a nuestra actual habitación, en la que os escribo estas palabras. 10 días estaré aquí. Los primeros diez días de mi nueva vida aquí en Cracovia.