martes, 30 de octubre de 2012

Nieve

Eran casi las doce de la noche. Yo estaba tranquilito, chateando un rato en mi portátil y haciendo un poco de ocio por Internet. Las palabras que me dedicó un compañero al entrar a mi habitación cambiarían mi forma de ver éste país: "Jesua, que está nevando". Pensaba que me estaba vacilando. "Que te lo juro tío", repitió. Abrí las ventanas y ahí estaban: copos de nieves cayendo gentilmente desde el cielo. No daba crédito a mis ojos.

No sabría cómo describir mis sentimientos en ese preciso instante. "Así debe sentirse un niño pequeño en Navidad", pensé. Esa ilusión que teníamos todos de pequeños y que ya habíamos perdido al crecer, en unos instantes, la volví a sentir. Era mágico.

Con la excusa de ir a comprar tabaco, acompañé a dos de mis compañeras al 24 horas. Las calles se estaban llenando de montañitas de nieve acumulada. Los coches ya tenían dibujos de artistas anónimos que plasmaban sus nombres o dibujaban obscenidades. Nosotros no íbamos a ser menos.

El 24 horas se encontraba al lado de un parque muy extenso. A la vuelta, pasamos por ese parque. La nieve había caído lo suficiente como para poder coger un puñado y hacer bolas de nieves. Como si fuera nuestra obligación, nos lanzamos numerosas bolas de nieve unos a otros. Lo más divertido que he hecho nunca, sin duda. Salir de marcha y empezar una guerra de bolas de nieve sin venir a cuento sería nuestros pasatiempo favorito en los días venideros. La felicidad puede caer del cielo.

A la mañana siguiente, volví a asomarme por la ventana. El blanco predominaba por todo el paisaje. Blanco y más blanco. Había nevado toda la noche. Saqué los cereales, desayuné rápidamente y vestí mi ropa de invierno lo más rápido que pude. Recluté a un par de colegas de la resi y sin pensarlo dos veces, bajamos.

Ángeles en la nieve, una gran guerra de bolas... podría pasar todo el día jugando con esa esponjosa y helada agua congelada. Nunca había sentido el tacto de la nieve en mis manos. Daban ganas de comérsela... en serio, la tentación era enorme. Antes de hacer alguna estupidez, lancé una bola de nieve a mi próximo objetivo.

No podíamos finalizar el día sin construir un muñeco de nieve. Hacíamos una pequeña bola y luego, la rodábamos por toda la nieve. Era increíble como se adhería la nieve del suelo a la bola pequeña. Conseguimos hacer la base, el cuerpo y la cabeza. Pesaban un quintal, pero el resultado valió la pena: el muñeco de nieve alcohólico llamado Fabioski. Qué de fotos nos sacamos con él... lástima que tuviera una ínfima esperanza de vida. Se inclinaba hacia atrás cada vez más y más hasta que su columna no pudo soportarlo. Descansa en paz Fabioski, te echaremos de menos.

Pasé dos días de entero invierno. A la mañana del tercer día, volvió a salir el Sol, llegando a unas temperaturas de 10º. La nieve se derretía poco a poco, volviendo a ofrecer un paisaje semi-otoñal . Parecía que Cracovia quiso enseñarnos lo que nos depararía los próximos tres meses. "Preparaos, el invierno se acerca...", pensé. 

Me esperaba un duro desafío. Recordé con nostalgia los días de verano en Las Canteras. El Sol tocando mi piel y el agua fría y salada. El perfecto equilibrio entre frío y calor. La felicidad por vivir nuevas experiencias y la tristeza por haber perdido mis viejas costumbres confundían mi estado de ánimo. Seguir adelante y no pensar demasiado. Era lo único que podía hacer.

martes, 23 de octubre de 2012

Día 40

Se acerca el invierno. En Las Palmas, no sabría decir si no existe el invierno o si no existe el otoño. 15º el lo más frío que podemos llegar a pasar. Aquí he podido ver las maravillas del otoño: las hojas caer, días marrones pero no tristes... aun así, no dejar de ser un tiempo muy caprichoso. Te levantas con 6º y sales de clase a mediodía con 30º. Completamente sin sentido.

Mis días habían pasado muy rápidos. En lo que respectaba a las clases, había empezado por fin el curso de polaco. Es un nivel A0, para sobrevivir aquí más o menos. "Hola, ¿cómo estás?" ó "Mi nombre es..." eran algunas de las frases que nos enseñaron para empezar. Todos nos quedamos con la frase "No entiendo polaco", por si en un futuro nos abordaba un polaco perdido. A parte de eso, las clases eran divertidas. Ya me sabía hasta los números (que ya podrían haberme enseñado nada más llegar a este condenado país). El alfabeto era infumable. La C, S y Z sonaban idénticamente iguales a mis oídos, pero se veía que no era así. La W se pronunciaba como una B, la ł, una especie de L con rayita en medio, se usaba para pronuncia la W... un despiporre.

Lo pasaba bien, dentro de mis posibilidades. Tenía comida suficiente para aguantar hasta final de mes, pero mis existencias monetarias eran escasas. Lo justo para sobrevivir. Tener el bono de guagua de verdad que te salvaba la vida en más de una ocasión. Puedo ir a donde se me antoje sin gastar un duro. Podía esperar hasta final de mes para volver a tener dinero en las arcas. Además, mis compañeros de la residencia eran muy majos. Me ayudaban en lo que podían. Nunca estaba apurado por nada.

Por otro lado, las noticias que recibimos respecto al fin de semana próximo eran desconcertantes: nieve. Iba a nevar dentro de muy poco. ¿Me engañaban mis oídos?. ¿Me despertaría el sábado, miraría por la ventana, y vería el paisaje todo blanco y nevado?. No podía estar más excitado. Nunca había visto la nieve. Un sueño que no pensé que viviría a menos que subiera en coche al Roque Nublo en Las Palmas. En una isla tan pequeña, cuando pasa algo de ese estilo, es casi imposible verlo sin encontrarte a media isla por el camino.

Iba a ser una experiencia memorable... mi sonrisa desapareció al caer en la cuenta de que no tenía botas de nieve. No me esperaba ver nieve tan pronto. Espero que mis dedos canarios se tornen vikingos de aquí a unas semanas. "La que me espera", pensé entre un suspiro.

jueves, 18 de octubre de 2012

El día más largo de mi vida

Eran las 7 AM. No podía creérmelo. La noche anterior había salido de marcha. La marcha más corta y desastrosa de la historia. Todos borrachos y contentos. Menos yo. Me tocó vigilar a una compañera que estaba muy muy borracha. "A special request for you", me dijeron mis amigos turcos... correcto. Me vengo de Erasmus y me toca ser responsable. Era lo último que quería en ese momento, pero no se deja atrás a una compañera.

La noche transcurrió enseguida para mi. Un viaje al baño y cuatro intentos fallidos de entrar al Coco. Había que vestir elegante, decían. ¿Qué demonios le pasaba a mi ropa?. No entendía nada. Hasta mis compañeros, tajados hasta la muerte, no tuvieron problemas para entrar. Ni que tuviera un abrigo hediondo. A las 2 AM ya estaba cogiendo la guagua de vuelta a la residencia. La noche fue una completa basura.

Mientras me duchaba, sólo podía pensar en lo poco que me valió la pena salir esa noche. Maldiciendo mi suerte y sin apenas tiempo, cogí la guagua de las 7 y media de vuelta al centro. Un atasco enorme se interponía entre mi primera clase de Ingeniería del Software y yo. El día empezaba bien.

El profesor al menos llegó puntual. Mi coordinador, el señor Mrozek, es un anciano de lo más afable y simpático. Pero hace falta algo más que simpatía para dar clase. Dios, que masque. El hombre parecía tener una papa en la boca. No se le entendía un carajo. Y las diapositivas en polaco. "Don't worry, I'll translate for you", dijo el profesor. Así se arreglan las cosas, sí señor.

Con el sueño que traía encima, mi mente se desplazaba continuamente hacia las nubes. Mis párpados pesaban toneladas y mi cabeza no paraba de balancearse. Cuando volví en sí, el profesor estaba hablando de cafés. ¿Cómo demonios pasó de hablar de la calidad de un software a recalcar lo baratos que están los cafés en la Galeria Krakowska?. "Éste viejo chochea eh...", comentó unas de mis compañeras de clase. Razón no le faltaba. La hora y media de clase restante se la pasó contestando al móvil entre diapositiva y diapositiva. Horrible.

Al finalizar, sin tiempo a pensar, me dirigí al apartamento del Pachorra Team. Era nuestra primera clase de Fundamentos de Sistemas Inteligentes. Se daba una vez al mes, así que nos convenía no llegar tarde. Obviamente, llegamos tarde igualmente.

La facultad donde se impartía esa clase estaba a tomar por culo. Dos tranvías nos costó llegar allí. Era poco tiempo de viaje, pero si te perdías, adiós clase. Menos mal que no era la primera clase de mis compañeros en esa facultad. Para cuando llegamos, el profesor ya había dado un cuarto de hora de clase. Ya eran las 11:15 AM.

Aquí volví a morir. Ya me costaba atender en una asignatura cuyos contenidos me eran familiares. El profesor, que pasó gran parte de su vida en Nottingham, hablaba en un perfecto inglés cosas que no me interesaban lo más mínimo. Sobre todo biología. Menuda introducción nos esperaba.

Tres horas pasaron hasta que por fin oímos algo que sí entendimos: "you have half and hour to have lunch". Correctísimo. Algunos entendieron hora y media en vez de media hora, pero el caso es que podíamos salir a respirar. Y lo que es más importante, comer. No había comido en todo el día, ni tomado un mísero café. Media hora era más que suficiente.

El Pachorra Team, acompañados por un compañero de mi residencia, fuimos a una especie de italiano, cerca de la facultad. El sitio tenía pinta de ser pijo, y caro, pero no teníamos tiempo para pensar. Sublimes pizzas y hamburguesas nos acompañaron en esa comida. Sin tiempo a pedirme ese ansiado café, volvimos a la clase.

¿En qué momento pasamos de la biología a las ecuaciones matemáticas y las aproximaciones?. ¿A buscar el máximo y el mínimo de una gráfica?. ¿Qué tenía eso de inteligencia artificial?. No entendía nada. Todos en clase fueron inteligentes y tenían un café en sus manos. Yo estaba que me caía por los suelos. Las tres horas siguientes se me harían eternas.

La conclusión que saqué de esa clase fue que tengo que entregar un trabajo el mes que viene. De algo que no tenía ni idea. Lo único en lo que podía pensar era en mi camita.

A las 17:40 PM llegué a mi hogar. Ni había terminado el día y ya estaba temiendo lo que llegaría a la noche. ¿Sería una marcha?. ¿Se meterían en mi cuarto los colegas de la resi para joderme?. Sólo el tiempo, acompañados de un sentimiento de pavor, lo dirían.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Día 34

Ya había pasado más de un mes desde mi llegada a Cracovia. Muchas cosas habían pasado. Muchas nuevas experiencias. Mucha gente nueva a la que conocer, y seguir conociendo. El tiempo pasó volando, rápido y veloz. Lo compararía con el vuelo de una paloma, pero al ver lo gordas y gansas que son las palomas aquí, a uno se le quitan las ganas de hacer una metáfora.

Ya había empezado mis clases. Los profesores solían ser muy simpáticos. Daban lo mejor de sí para que los entendieras. Las clases eran exclusivamente de Erasmus, así que el nivel era más bajo que las clases polacas. La asistencia, por ejemplo. Si un polaco falta tres veces a clase, está suspenso. Son muy estrictos en ese aspecto. Para nosotros, hay asignaturas a las que puedes faltar el 50% de las clases. Los profesores velan por nuestra "necesidad" de aprender y estudiar otros cursos. Esto es un cachondeo.

Aun así, no todo era de color de rosa. Tenía cinco asignaturas, pero sólo había asistido a tres. Me enteraba de que tenía clase o no por un correo electrónico la misma mañana que tenía la asignatura. Ya sea por enfermedad del profesor o por que la asignatura se de una vez al mes, la incertidumbre de no saber si ir a clase me estaba matando. Estaba acostumbrado a una rutina. A saber que iba a pasar a continuación. Esta vida universitaria aleatoria estresa bastante.

Respecto a mi vida cotidiana, no me podía quejar. Ya tenía mi bono de estudiante de guaguas, que me servía para todo tipo de transportes públicos, así que podía ir y venir a mi antojo. La nevera estaba llena de comida, ponía una lavadora de vez en cuando, limpiaba mi cuarto cuando las montañas de polvo eran visibles... iba a mi rollo, a mi ritmo.

Por no hablar de la vida nocturna. En Cracovia hay fiesta todos los días. Que no salgas sólo implica que no tienes dinero para llegar a final de mes. Y hay que estar muy jodido para decir eso. Con cinco euros sales toda la noche y llegas contento a casa. Desde luego, el ritmo de vida aquí no es sano... aunque esa novedad nunca te aburre.

Cada día descubría un sitio nuevo. Un pub latino, el Sol. Allí iba la gente a bailar salsa, bachata y demás bailes latinos. Una pista de baile modesta, pero si llegabas a cierta hora, se llenaba. Sin ir más lejos, mi colega Juan Daniel hizo de DJ en ese lugar. No me pregunté cómo lo había arreglado para que lo cogieran de pinchadiscos, ni tampoco cómo se puede hacer una bachata con Someone like you, de Adele. El lugar estaba bastante bien para llevarte a la piba a bailar. Lástima que mi habilidad para bailar de asco.

Otro día, los chicos turcos me llevaron a una tetería, a fumar una shisha, o cachimba, como prefiráis llamarlo. Tenías que atravesar un kebab para llegar al subterráneo donde se encontraba el lugar. El ambiente me recordó mucho a los cuentos de las 1000 y una noches. Música árabe y asientos en el suelo. Una cachimba para seis personas y una taza de té egipcio. Lo cierto es que me encantó la experiencia. Fue una de las pocas veces que en el grupo, los españoles éramos minoría. Mi inglés avanzó un poquito más ese día, y mi turco empezó a nacer. Sólo un poco. Me cuesta horrores recordar lo que me enseñaron mis compañeros.

¿Qué será lo que pase a continuación?. Sólo el tiempo lo dirá... aunque últimamente siento que se me escapa de entre mis dedos. Temo cerrar los ojos y, que al abrirlos, ya haya pasado otro mes.

sábado, 13 de octubre de 2012

4 Kings

Es bien sabido que las fiestas en la residencia son una locura. No hay nada como vivir en tu propio piso y tener independencia total, pero el ambiente que ofrece una comunidad de más de treinta personas no lo encuentras en muchos sitios. Sobre todo si son todos jóvenes y alocados.

Las fiestas en la cocina son la atracción principal aquí. Hasta hacer el almuerzo es una fiesta aquí. 2 horas cocinando, 15 minutos comiendo, y otras 2 horas intentando lavar los platos. Hay quienes pasan y lo dejan para más tarde, pero si quieres tener un ambiente limpio y afable, más te vale poner de tu parte.

A partir de las 7 de la tarde, la gente se prepara para salir de marcha. Todos los días son así. Siempre hay algo que hacer aquí.

Entre una fiesta y otra, estábamos tardando en aprender como bebe la gente polaca. O al menos, los estudiantes de aquí. Un juego muy especial aparecía ante nosotros: 4 Kings.

Materiales: una baraja de Poker y un vaso de medio litro. Cada uno de los participantes se encarga de su propia bebida.

El vaso se coloca en el centro de la mesa, y las cartas se colocan boca abajo alrededor del vaso. Cada jugador, situado en círculo alrededor de la mesa, va cogiendo una carta por turnos. Cada carta tiene su significado. El juego acaba cuando se acaban las cartas de la mesa.

El as o el 1: todos beben. Todos los jugadores empiezan a beber. Hasta que el que sacó la carta no pare de beber, el de su derecha no puede parar. Y así sucesivamente. ¿Qué quiere decir ésto?. Que mientras más bebas del vaso, más tiempo harás que los demás beban. Es una de las cartas más difíciles, sin duda.

El dos: two is for you. Mandas a beber a alguien.

El tres: three is for me. Te toca beber a ti.

El cuatro: las chicas beben.

El cinco: el vikingo. Quien saque esta carta, tiene que levantar los dedos índices y ponérselos en la cabeza, como cuerno. Los demás, al verlo, tienen que remar. Es decir, hacer un movimiento haciendo como que remas. El último que lo haga, bebe. Puede parecer una tontería, pero luego de un par de tragos, las risas son insuperables.

El seis: los chicos beben.

El siete: hacia el cielo. El que saque el siete puede guardar esa carta hasta que aparezca el próximo siete. En cualquier momento de la partida puede señalar el dedo hacia el cielo. Cuando esto pase, los demás deben imitarlo. El último que lo haga, bebe.

El ocho: palabras con ritmo. El que saque la carta tiene que decir una palabra con un ritmo, en cualquier idioma. No tiene por qué tener sentido. El de su derecha tiene que decir otra, pero con el mismo ritmo. El que no diga una palabra con el mismo ritmo, bebe.

El nueve: baile. El que saque la carta tiene hacer un paso de baile. No tiene por qué ser complicado, puede ser un movimiento con las manos. El de su derecha tiene que repetir ese movimiento y añadir otro más, y así sucesivamente. El que falle, bebe. Nadie puede hacer más de 4 movimientos seguidos.

El diez: categoría. El que saca la carta dice una categoría, por ejemplo: animales. Empieza diciendo el nombre de un animal. Gato, por ejemplo. El de su derecha tiene que decir otro, y así sucesivamente. Ya sabemos que pasa si fallas.

El Jack o la J: la regla. El jugador que la saque puede poner la regla que se le antoje. Si se quebranta esa regla, se tiene que beber. Por ejemplo: sólo se puede beber con la mano izquierda. Parece una tontería, pero es más difícil de lo que parece.

La Reina o la Q: la pregunta. El jugador puede tener esta carta hasta que salga la próxima Q. En cualquier momento del juego, puede hacer una pregunta a cualquier jugador. Si el jugador al que se pregunta responde con coherencia, tiene que beber. Por ejemplo:


-¿Cómo te llamas?. 
-Jesua. 
Tengo que beber.


-¿Cómo te llamas?. 
-Las 12 y cuarto. 
Me salvo



El Rey o la K: la guinda de este juego. El jugador que saque el rey, tiene que depositar todo el contenido de su vaso en el que está en la mesa. Lo mismo para el que saque el segundo y el tercer rey. El que saque el cuarto, está obligado a beberse el contenido del vaso de medio litro de un trago. Con tantas personas bebiendo tantas cosas diferentes, a saber el contenido final del susodicho. Muerte y destrucción.

Estilo polaco, sin duda. Lejos quedan los días en el que "Yo nunca he..." era el juego de moda. Estos polacos...

jueves, 11 de octubre de 2012

Movida

Intento fallido por dar clase. Era mi primer día, y estaba entusiasmado. Tenía que pagar la tarjeta de estudiante, pero no me importaba. Por fin iba a tener algo que hacer. Estudiar me parecía en ese momento algo fascinante y desconocido. Mes y pico más de vacaciones no estaba resultando tan agradable como creía.

"¡Españoles!", grité al llegar al aula 202. Mi compañero y yo estábamos perdidísimos, y al ver caras conocidas mi primera reacción fue abrazarlos. Ese día apenas había dormido. Que los domingos haya marcha con cerveza barata iba a pasarme factura a la larga.

El profesor de redes, Szymon Lukasik, hizo acto de presencia. Tenía pinta de ser muy joven, y además era simpático. "Sorry, but the classroom is not available right now... we won't have class today", dijo. Cachis en la mar salada...

Tendría que esperar dos días más para dar mi primera clase. Los estudios se están haciendo de rogar, pero bueno. Tenía otras preocupaciones, tales como hacer la compra y comer. Ir por la vida con pasta y arroz en el estómago no podía sentarme bien... pero el tiempo aquí pasa volando, y entre una guagua y otra, se me hizo de noche. Otro problema más que añadir a la bolsa de tareas pendientes.

Necesitaba relajarme. A pesar de que no había dormido apenas, quería pasar el rato con mis compañeros de residencia. El plan de ese día era el karaoke. Un karaoke, si señor. No había ido a uno desde mis dieciocho o diecinueve años... y mi repertorio de canciones se había ampliado desde entonces.

Tiramos para el centro, cerca del bar inglés donde solemos ver el fútbol. El nombre del lugar no pudo hacerme más gracia: Movida. La fiesta estaba patrocinada por Kakao, así que tendríamos suculentos descuentos durante toda la noche, además de unos chupitos gratis de bienvenida. Qué bien nos cuidaba esta gente.

El sitio era pequeño. Un pasillo donde se encontraba el bar y al final, una sala mediana para fumadores, donde también se encontraba el karaoke. Me senté al lado de un compañero mientras veía la lista de canciones: Marron 5, Cold Play, Phill Collins, The Beatles, Rammstein, Guns and Roses... hasta My heart will go on, de Celine Dion. Me iba a poner las botas.

La gente cantaba cada una de las canciones. No había necesidad de micrófono. Cantar, beber y reir. Mis noches de los lunes están ocupadas a partir de ahora.

La canción estrella: Gangnam Style, de Psy. Yo en el micro, en frente, y con mi propio coro atrás. Ese koreano mueve masas, y en Polonia no íbamos a ser menos. Qué grandioso.

La noche acabó con muchos del grupo algo cambados, cuidando unos de otros. Unos polacos nos acosaron, pero nada que no pasara en Las Palmas un día de marcha.

Un sublime kebab me acompañó de camino a casa. Los días que empiezan mal sólo pueden subir, hacia el cielo. Qué movida de noche.

martes, 9 de octubre de 2012

Otoño

Es curioso. Nunca había salido de mi isla. Las preguntas que me hago y las curiosidades que me encuentro no surgirían nunca, de no haber salido de mi pequeño mundo. Y es que me acabo de dar cuenta de una cosa: Canarias no tiene Otoño.

Mi isla sólo pasa de verano a invierno. Hace calor y de repente, frío. También es verdad que el invierno en Canarias es un chiste. Llueve de vez en cuando y hace algo de frío. No llegas a morirte, pero la humedad hace que se te cale en los huesos, y eso es muy duro.

Pero nunca había experimentado lo que era estar en Otoño. Los días se vuelven fríos, pero el paisaje dice lo contrario. Puede haber Sol, pero sin un jersey adicional no eres nadie aquí.

El cambio más visible te lo deleitan los ojos: cómo los árboles pasan de estar alegremente verdes a tristemente marrones. Colores cálidos, pero que te transmiten una sensación de frío otoñal. Las hojas caen muy despacio. Los parques se llenan de esas hojas, otorgando una imagen muy bonita y única.

Las personas visten con colores apagados. Negro, en su mayoría. Tapadas hasta el cuello. Abrigos de cuero con capuchas de pelo de gato. Uno desentona entre tanta gente. Mi abrigo amarillo chillón es poco frecuente de ver, al parecer.

Aunque claro, nunca dejarás de ver a una polaca en falda corriendo por las calles de Cracovia. Velocidad polaca para evitar el frío y estar bien vestidos. Correcto.

Nunca había experimentado el Otoño antes. No como lo estoy viviendo aquí. Una cosa nueva más que me abruma y llena de felicidad. Mi concepto de las estaciones ha cambiado.

sábado, 6 de octubre de 2012

Independiente

Nunca había experimentado la independencia antes de venir a Cracovia. No tenía ni idea de cómo me sentiría, ni cómo manejaría la situación. Tendría un año entero para descubrirlo.

Siempre he vivido con mis padres hasta ahora. Ya sabéis cómo es eso: tu única preocupación es dejarte llevar. Tus pensamientos sólo se concentran en tus propios problemas y asuntos. ¿Quién quiere fregar el suelo pudiendo salir de cañas con tus amigos?.

No valoraba lo que tenía, como todos. Tampoco valoraba el sacrificio que mi familia soportaba a veces para que la casa siguiera adelante. La familia es un tesoro.

Hacer la compra. Cuán tediosa tarea. La comida, material de limpieza, agua... y siempre te queda algo por comprar. El no tener coche hace más jodida la tarea. Ir caminando a todos lados cargado de cosas. Las bolsas en los pies son legendarias.

El dinero. Administrarlo es muy difícil. No puedes ahorrar porque siempre surgen imprevistos. No puedes tener muchas tentaciones porque te verás jodido a final de mes. Mi familia está haciendo un esfuerzo horrible para que yo pueda vivir este sueño. Lo menos que puedo hacer es compensarles siendo responsable... y comprándoles una casa en el campo cuando sea asquerosamente rico.

La lavadora. Madre mía... la lavadora. Uno se plantea ponerse dos y hasta tres veces los calzoncillos solamente por no ponerla. Si tuviera una para mí solo no me quejaría tanto. 

Primero, tienes que bajar a la recepción y entablar una sublime conversación con una anciana polaca para que te de la llave de la lavandería, además de pagar un euro y poco por una moneda que sirve para encender la lavadora. El solo hecho de tener que meterte en una batalla campal de idiomas hace que se te baje la tensión.

Segundo, poner la lavadora. Ésto no tiene ciencia. Una vez puesta la primera, lo demás es rutinario. Cuarenta minutos tarda en terminar... te dejan la llave de la lavandería dos horas, nada más. Eso significa que sólo puedes tender la ropa e irte a tomar viento.

Tercero, esperar a que se seque la ropa y volver a la recepción a por la llave... la coña es que la residencia tiene diez pisos, lleno de estudiantes con ropa sucia. Si otro coge la llave de la lavandería, estás jodido. Tienes que esperar a que la devuelva, y no sabes nunca quién la tiene. ¿Por qué mierdas no llevará ésto un control?. ¿Dónde cuelgan la ropa los tíos que vienen después de ti?. Caca de vaca.

Qué dura es la independencia... una gran experiencia, decían. Te lo pasarás genial, decían. No todo son nubes de algodón y ríos de chocolate, ¿eh?. Supongo que no soy completamente independiente aquí. Un término medio muy raro.

jueves, 4 de octubre de 2012

Politécnica de Cracovia

Mis estancia en este maravilloso país parecía verse reducida a comer, beber y salir de marcha. Un beca Erasmus no sólo se limita a estudiar en un país extranjero: te prepara para afrontar los desafíos que conlleva ser independiente, conoces gente de todos los países y culturas... mil y una razones que conocía y me quedaban por conocer.

No había tenido tiempo para pensar plenamente en ello. ¿Por qué me había metido en éste embrollo?. Nunca había sentido curiosidad por viajar. Era feliz con mi rutina. ¿Qué me impulsó a ello pues?. La conclusión a la que llegué fue la siguiente: no era consciente de ello, pero necesitaba un año así. Necesitaba un cambio.

Lejos de pensar en mi siguiente aventura nocturna, indagué en lo que sería mi nueva zona de estudios: la Politécnica de Cracovia.

No sabía decir si era un campus. Desde luego, comparado con la ULPGC, el lugar era infinitamente pequeño. Ni siquiera estaba seguro de si había más edificios, cerca o lejos, pertenecientes a la Politécnica que no fueran los que ya había visto en el centro. Lo que me tenía que preocupar a mí era que mis dos facultades estaban próximas la una de la otra.

El ambiente era muy otoñal en esa época: edificios marrones, las hojas de los árboles cayendo poco a poco, estudiantes marchando a toda prisa, tapados hasta el cuello por el viento... desde luego, en Las Palmas era difícil encontrar un lugar así. Mires a dónde mires, puedes divisar el mar.

Hay varias cafeterías y puestos de comida repartidos por todo el recinto. Un cajero para sacar dinero, un servicio de reprografía, e incluso un puesto para comprar material escolar. Y una pizzería Leoni, para los más gordos.

Mi facultad, Electrical and Computer Engeneering, aún estaba en obras. Pasillos sin pintar, paredes con agujeros... ¿de verdad esta gente acabaría las reparaciones en una semana?. En España, desde luego, no. Tenía suerte de tener asignaturas de la otra facultad, Physics, Mathematics and Computer Science. Tendría algo que hacer al menos.

Debía ir al segundo piso de mi facultad para ir a buscar mi carnet de estudiante. Dejé mi foto, mis datos y me despacharon. Resulta que hasta el lunes y 4 euros y poco menos, no tendría aún mi preciado carnet. Parecía que los baches no terminaban.

Aún seguía sin tener ocupaciones. Se hacía raro estar en un país extranjero viviendo por vivir. No me quejaba... solamente se sentía raro. Pero una experiencia Erasmus no se limitaba sólo a los estudios. Ése iba a ser mi año. Yo era el protagonista.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Party Kitchen

La mayor sobada de la historia. A las 4 PM me levanté. Fue uno de esos días en los que mirabas la hora en el reloj y seguías durmiendo. Me sentó fenomenal. Lo necesitaba de veras.

La cocina de mi residencia tenía sus fallas, pero era el sitio perfecto para pasar el rato. Da igual la hora, siempre había alguien cocinando. Te echabas unas risas mientras te preparabas el arroz. Lo malo que te salía daba igual. Valía la pena completamente la estancia en ese lugar.

No sé cuánto tiempo pasamos ese día metidos ahí. Jugando a las cartas, bebiendo... pasando un rato agradable con los compañeros de la resi. Hacía muy buenas migas con ellos. Se hacían de querer.

"Let's go to the barbecue!", nos dijo la mentora desde la puerta. Estábamos acopladísimos en la cocina, y con el día tan nefasto que hacía fuera, pensábamos que la barbacoa organizada por la ESN ya no se iba a hacer. Yo ni tenía carne, pero no dejé pasar esa oportunidad de conocer gente.

La cosa parecía apagada en un principio, pero con el tiempo la gente comenzó a llegar.  Carne, carne y más carne. Yo bebí más que comí, pero aun así fue sensacional. Allí conocí por fin a mi mentora. Una polaca simpatiquísima llama Kinga. Qué conversación. Mi inglés seguía sin ser perfecto, pero me entendía. Por primera vez me sentí completamente realizado con el idioma. Era feliz.

A las 11 PM vinieron los seguritas a echarnos. Cómo no. La fiesta seguía en el centro, pero la gente de la resi decidimos comprar infinita bebida y seguir la fiesta en nuestra cocina.

"Party Kitchen!!!", grité una vez dentro. Más cartas y más risas. Balon es un lugar muy especial. No me veo viviendo en otro lugar.

Día 18

El móvil sonó. Cagarse en el señor era poco. La noche anterior la había pasado canutas. Muchas cervezas y muchos vodka cherrys. Decir que tenía resaca era poco.

"Tío, que tenemos la reunión de nuestra facultad a las doce", me dijo uno de mis colegas. Las palabras no me salían. Estaba medio afónico. Tenía una hora para espabilarme y dirigirme al centro. Cuando me dijeron que los polacos improvisaban con calma, no exageraban. Que te avisen por correo electrónico que en dos horas tienes una reunión muy importante es de mala leche. Eso no se hace.

"Eso no se hace loco", le dije a Carlos, un compañero de residencia y facultad. El viaje en guagua se me hizo eterno. Estaba mareado y con un dolor de cabeza horrible. Era difícil encontrar las palabras adecuadas para mantener una simple conversación. No podía ni con mi alma.

Nuestra reunión de facultad fue de lo más informal. A las 12 AM, el coordinador nos llevó a una esquina del pasillo para explicarnos todos los detalles. Qué debíamos hacer respecto a nuestras asignaturas y demás. Para mí, él solamente movía los labios de forma incontrolada. En un perfecto inglés, claro estaba, pero sonaba a chino a mis oídos. No me había recuperado aún del todo de la marcha del día anterior.

La cosa terminó rápido. Chiquito día de día de bienvenida estaba teniendo. Lo siguiente sería tomarme un café con mis futuros compañeros de facultad. Éramos todos españoles en su mayoría. Parecía que el inglés se iba a hacer de rogar ese año.

Amazing people. Era lo único que podía afirmar en ese momento, dado mi estado anímico. A las 4 PM de esa misma tarde teníamos la reunión con la ESN, el comité de estudiantes Erasmus. Se encargaban básicamente de organizar viajes y fiestas para alumnos Erasmus. Nos sacaban el dinero, vamos.

El Pachorra Team hizo acto de presencia a deshora, of course. Un poco más y no llegábamos a la sede de la ESN. Cientos de personas escuchaban la explicación del mentor de turno. Nos explicaban amablemente cómo nos carían el dinero de nuestros bolsillos. Qué gente tan maja.

Me senté en el piso, en un hueco que encontré al fondo. A pesar de entender completamente el inglés del polaco que nos explicaba toda la movida, yo sólo podía pensar en mi cama. Mi cómoda y calentita cama. Qué sola estaría sin mi esperando. La había abandonado a su suerte. Fría e inerte en Polonia. Es no se hace.

La reunión terminó antes de lo que yo creía. En aquella sala, una cuarta parte o más éramos españoles. Es increíble la cantidad de gente de mi país que viene hasta acá. Mi inglés se resentía por dos.

Mi periplo por encontrar una bebida fue algo accidentado. El lugar no era como para perderse. Yo desde luego, estaba ahí para ser la excepción a la regla. Sólo quería una Pepsi y acabar con mi agonía. ¿Así iba a ser toda mi estancia del Erasmus?.

De ahí, tiré a la residencia. No podía más con mi alma. La tarde y noche restante la pasé o en cama, o en frente del ordenador. Mantuve una agradable conversación con mis compañeros Erasmus de Alemania y con gente de Las Palmas. Jugando a juegos de miedo y pasando un buen rato. Tenía huevos la cosa. La cama me llamaba una y otra vez, reclamando mi presencia. Supongo que la amistad ganaba al sueño. Pero mejor no hacer esperar a éste último.

lunes, 1 de octubre de 2012

Día 17

Era domingo, y hacía un día precioso. Como siempre, la cocina estaba de lo más animada. Eso sí, hecho unos zorros. Cuán grata sorpresa fue el encontrarme con una chica limpiando los pasillos. Quise llorar de la emoción. "Menos mal", pensé.

Los días aquí me estaban pasando factura. Todos los meses que invertí en el gimnasio antes de venir aquí se estaban quedando en nada. Si hace un mes me hubiesen dicho de ir a jugar al fútbol, me habría reído. Cuando los chicos de la resi me ofrecieron jugar con ellos esa mañana... lo vi como una oportunidad. ¿Me había vuelto loco?.

He de decir que hacía mucho tiempo que no jugaba. Siempre fui el típico niño gordo que ponían de portero. Me gustaba. No corría, no sudaba. El puesto perfecto. Era mejor así. En cuestiones físicas, tengo dos pies izquierdos.

Nuestros contrincantes eran chicos de otro edificio de la residencia. Unos máquinas al balón. En mi equipo eramos la mayoría españoles. Teníamos que dar la talla. No la dimos. 6 a 0. Pérdida deshonrosa de la dignidad.

Acabé muerto. El césped estaba en pésimo estado. La gente se caía sin necesidad de chocarse unos con otros. Una experiencia bonita. Yo haciendo deporte. Todos los días pasa algo raro.

Después de una tarde tranquila, me preparé para, cómo no, salir de marcha. Esa noche saldríamos al Afera. Dani, los italianos Eduardo y Marco, y yo. Los domingo la cerveza estaba a 3 zlotys. Menos de un euro un vaso de medio litro. La noche pintaba bien.

Las calles estaban vacías. "Qué raro", pensé. Luego vimos que estaban todos resguardándose del frío en el Afera. Un domingo. ¿Éste país no conoce el descanso?.

Pasamos el rato los cuatro sentados dentro del local. Bebiendo, hablando y viendo a las chicas pasar. Sobre todo viendo a las chicas pasar. "Me encanta éste país", pensé. La noche se animó incluso más, cuando vi bajar por las escaleras al Pachorra Team. Buena compañía en un buen lugar.

Bailamos un montón. Algunos se engancharon a unas chicas enseguida. Y se dejaban. Aquí las chicas se dejan hacer. Sólo tengo cosas buenas que decir de este lugar.

Parecía que la noche no podía acabar mal. Y no acabó mal.... bueno, un detalle: me echaron de la discoteca.

Fue lo más tonto del mundo. ¿Sabéis esos arranques que os dan a veces y tener que patear o golpear algo?. Yo le di una patada a una pared al ver a un mujerón pasar al lado mío. ¿Una reacción exagerada?, correcto. ¿Estuvo justificado que me echaran por eso?, correcto también.

"Out!", me dijo un chico que trabajaba allí. "What?", respondí. "Out!!", replicó. "But my jacket..", dije. "You pick it tomorrow", respondió. Correcto.

"¿Que has hecho tío?", me preguntó Dani una vez fuera. La cosa tuvo su gracia. No era la primera vez que me echaban de un sitio. Tengo muchas historias de esas. "Nos hemos pasao", pensé. Le pedí que me recogiera la chaqueta y 2 zlotys para coger la guagua. Que haría yo sin esta gente.

Esperé una horita en el Carpe Diem y para casa. Mi primera armada en Cracovia. Por mi bien, espero que sea la última.