domingo, 31 de agosto de 2014

Amsterdam: parte 1

"Ya tenemos los billetes y nada que perder... ¿vamos?" Así empezó un gran fin de semana: Amsterdam.

Ya estábamos en febrero. A finales del año anterior, una amiga encontró unos billetes de Varsovia a Endhoven, ida y vuelta, por tan sólo 8 euros. El flipe era considerable. Nos organizamos un grupo de 5 o 6 personas para ir a Amsterdam. La cosa no podía pintar mejor.

Por azares de la vida, llegó la fecha señalada, y la gente se echó atrás. Justo el día anterior nos tocó decidir: ¿nos achantamos como el resto y lo dejamos correr?, ¿o nos arriesgamos y vamos mi amiga y yo solos? La decisión no pudo ser más acertada.

El primer paso fue coger el tren de Cracovia a Varsovia. Como estudiantes residentes en Polonia, teníamos múltiples descuentos. El viaje nos salió ultra barato. 3 horas de viaje y ya estábamos en el aeropuerto de Varsovia. Ahí cogimos el vuelo que nos llevó a los Países Bajos.

Fue un duro golpe el llegar y darte cuenta de que volvías al euro: todo me parecía muy caro. Tantos meses viviendo el sueño, se te hacía difícil salir de él.

Primera decepción: la guagua Eindhoven-Amsterdam, 40 eurazos ida y vuelta. El mayor truco de la historia. No contábamos con ese gasto. Podría decirse que el viaje nos costó alrededor de 50 euros. Seguía siendo una ganga, pero la diferencia era demasiada.

Durante el viaje en bus pude ver con detenimiento el paisaje: todo verde, cielo nublado... una sensación muy campestre me inundaba. Dicha sensación cambió de forma radical al llegar a nuestro destino.

Una urbe, mezcla casco antiguo con edificios muy coloridos y pequeños. El río atravesaba la ciudad, lo que le confería un encanto especial. Muchos puentes pequeños, canales por todos lados... y ciclistas a montones. En serio, la cantidad de personas que usan bici en esa ciudad es exagerada. Agobiante, quizás.

Muy bonito todo, pero acabábamos de llegar. Nuestro siguiente objetivo era buscar el hostal que habíamos reservado, aunque no fue problema, gracias a nuestra investigación previa a viaje. Mi compañera se curraba estas cosas, tenía una gran suerte.

Quedarse en hostales cuando estabas de viaje siempre era una experiencia nueva. Las habitaciones siempre eran de múltiples camas, así que podías quedarte con gente muy peculiar. En nuestro caso, no hicimos amistad alguna con nuestros compañeros de cuarto. Teníamos una ciudad entera que explorar. Tan sólo estábamos empezando.



martes, 5 de agosto de 2014

En blanco

Como todas mis historias, esta empieza con una resaca mañanera. Al avanzar los años, desde tu alocada juventud hasta tu inmadura etapa adulta, experimentas toda clase de estados de embriaguez: la borrachera feliz, típica en los adolescentes que nunca han experimentado con el alcohol; la borrachera agresiva, la cual te hace patear tanto objetos inanimados como coleguitas animados; la borrachera breakdance, la que te obliga tocar suelo repetidas veces...

Luego está la borrachera en blanco. Consiste en pasar por todos los estados posibles de borrachera hasta llegar al punto en que tu amiga amnesia te hace el favor de borrar los recuerdos vergonzantes de esa noche.

Ahí estaba yo: despierto y agonizante, sin recordar nada de la noche anterior. No me enorgullecía lo más mínimo mi estado... el cual se repetiría en contadas ocasiones a lo largo del Erasmus.

Resultaba que un amigo nuestro de la residencia tenía que volver antes de lo previsto para los exámenes de diciembre... así que el protocolo estaba claro: vodka polaco por un tubo. Lo último que recordaba era hacer una competición de chupitos con la loca de mi vecina... el resto era una nube blanquecina y borrosa de... nada, en verdad, ya que no lo recordaba.

Ese momento en que estás sentado, escuchando el relato sobre tus aventuras ebrias, es hasta surrealista. Hubo de todo: lloros por la marcha de mi colega el vikingo, magreo involuntario... hasta intenté nadar en calzoncillos por el pasillo. Ni metiéndome en la cama fueron capaces de aplacar a esa bestia parda al que yo llamo "estúpido yo".

"Al menos no salí de la residencia", pensé... aunque no era suficiente consuelo. La mitad del Erasmus y ya pasaban cosas de este calibre... y otras muchas que me guardo para mí. Y mi estúpido yo.