miércoles, 5 de diciembre de 2012

El fin de semana que no vimos la luz del Sol: parte 2

Nunca había estado en el centro/este de Europa antes, en ninguna época del año. Estaba acostumbrado a ver la luz del Sol hasta las 7 u 8 PM, dependiendo de si el horario era de invierno o verano. En Cracovia, la noche caía muy, muy temprano. A las 4 PM ya se estaba en completa oscuridad.

Vaya visión: los tres mosqueteros hechos polvo, durmiendo en la misma cama. Como buen amigo que era, me ofrecí a dormir en centro del sillón-cama. Parece que no tuve problemas para empezar a dormir, pero si para levantarme. Marlon no estaba mejor que yo, debido a la marcha de la pasada noche. Estaba desentrenado. Nuestro objetivo ese fin de semana era volver a ponerlo en forma, y de algún modo u otro lo conseguiríamos.

Ya era tarde para hacernos la comida, así que decidimos, junto al Pachorra Team, ir afuera a comer. Era la primera vez que en mucho tiempo que hacíamos algo todos juntos tan temprano, ya que sólo salíamos de marcha. Nuestra rutina debía dar un giro pronto, o nos consumiríamos.

Fuimos a comer al Pod Wawelem, un restaurante cerca del castillo de Wawel. La comida que ofrecía ese sitio era, en su mayoría, carnes y parrilladas de todo tipo. Por cinco euros podías pedirte un gran filetaco de pechuga empanada y guarnición de papas. Estaba bastante bien, la verdad. Tuvimos una comida muy entretenida, empezando por los famosos pepinillos agrios. Me sorprende que siendo tan suyo con la comida, Marlon haya aceptado a probar uno. Se arrepintió más adelante, por supuesto.

La tarde transcurrió sin pena ni gloria, ya que el Pachorra Team debía hacer la compra. Después de salir del centro comercial, me fuí a la residencia. Me urgía una ducha de agua caliente. No sé por qué no llevaba ropa y toallas a la casa de esta gente. Me ahorraría muchos problemas.

Me fui y vine tan rápido como pude. Mis compañeros estaban viendo el partido del Barcelona, así que me uní a ellos. El plan para esa noche era quedar con Yarilo y sus "amigas". Cuando un colega te dice "vamos a quedar con unas polacas" no le dices que no. A eso de las 10 PM salimos hacia el Banialuka, uno de nuestros bares por excelencia para beber cervezas a 1 euro.

De camino a allí nos encontramos con Ángel. Nos desmotivamos al llegar al lugar, pues estaba muy petado. No solíamos hacerlo, pero por aquel entonces decidimos darle una oportunidad a uno de los repartidores de publicidad que pasaba por ahí, y nos fuimos a un bar de su recomendación.

¿Habéis tenido alguna vez la sensación de entrar en un lugar y haber pensado "dónde coño había estado este lugar todo este tiempo"?. Descripción gráfica de la situación: por cada 2 polacos, habían 8 polacas, frutos del amor entre un dios y una modelo. "Como se lo cuentes a tus colegas de la resi te mato, ¿me oyes?", me dijo Ángel a tono de broma... o no. A modo de proteger el lugar y mi vida, lo denominaremos a partir de ahora como "El Fleje".

El Fleje era un pub en un subterráneo, como todos los pubs aquí en Cracovia. El ambiente de ese lugar te envolvía, y te obligaba a no querer salir nunca: cervezas de 5 zlotys, buena música y roturas de cuellos por doquier. Pocas veces habíamos visto tal cantidad de mujeres por metro cuadrado. Una bendición nos había caído del cielo.

Bebimos y bailamos. Lo estábamos pasando realmente bien. Al rato llegaron los demás, pero nosotros estábamos a nuestro rollo. La guinda de la noche se la llevó Marlon al bailar su primer Gangnam Style aquí en Cracovia... la primera vez siempre es muy bonito. Después de la número veinte, pierde su magia, pero no deja de motivarte bailarla.

No recuerdo el motivo por el cual acabamos marchándonos de ese lugar, pero bueno, lo bonito siempre acaba por desaparecer. Mis colegas de la resi habían ido al Carpe Diem 2, así que les hice una visita en solitario e intenté reclutarlos para nuestro siguiente destino: el Louisa.

Era la primera vez que entraba en ese lugar. "Un pub como otro cualquiera", pensé mientras bajaba las escaleras. Nada más entrar, fui derecho al baño. Allí encontré a Marlon y a mi colega cumpleañero del Pachorra Team. Los demás se habían esfumado, sin dejar rastro.

El resto de mi estancia en el Louisa se limitó a estar en las puertas del baño. Era épico ver cómo Marlon hablaba de fútbol, en inglés, con un polaco. Los idiomas se le mezclaban, y soltaba algún que otro insulto en español. "La magia del fútbol, que une países enteros", pensé.

Yo me dediqué a hablar con un polaco/canadiense muy interesante. "What?¿?¿?, you don't know Robin Scherbatsky?¿?¿?", le dijo Marlon en un ataque de histeria. Sin comentarios.

Ese hombre estudió en Cracovia y luego vivió 14 años en Canadá, trabajando. Tenía un negocio de muebles. Cobraba 700 dólares al día... ¡al día!. He de decir que me cautivó sólo con esa frase. Después de amontonar una fortuna, vendió su negocio. Ahora, con 30 y pico años, tiene 4 pisos en Cracovia, de los cuáles 3 los tiene para alquiler... su misión en la vida: vivirla. "¿Qué haces cuando tienes toda tu vida bien colocada?", pensé. Un gran sujeto, sin duda... cualquier persona que me invite a una cerveza tiene mi respeto.

Al ratazo, salimos de ese lugar para volver a la Kitsch. Poco puedo contar de nuestra estancia allí. Lagunas mentales por doquier. Instalaron una tarima en medio de la pista de baile. Todos estaban como locos, bailando ahí arriba. Jodida locura.

"Esta noche no puede desvariar más", pensé. Me despedí de Marlon y mis compañeros y me fui a la residencia. Aún nos quedaba un día más. Un día para morir otra vez. La visita de nuestro compañero nos estaba saliendo cara para el cuerpo... pero desde luego, valía la pena cada minuto. A lo lejos, en el horizonte, ya se divisaba: el Domingo.